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Luis Ybarra, director de la Bienal de Sevilla: "Convertir la Bienal en un evento más masivo nos podría llevar a morir de éxito"

Considera que su programación está confeccionada para un público general, que cualquiera puede disfrutar

Este miércoles arranca la XXIII edición con un 'flashmob' y el pregón de Sara Baras

Dorantes, Arcángel, Eva Yerbabuena o Miguel Poveda: los grandes maestros llegan a la Bienal de Sevilla 2024

El director de la Bienal, Luis Ybarra, en el Centro Cerámica Triana. / Juan Carlos Vázquez

El año pasado fue nombrado director de la XXIII edición de la Bienal. Las críticas por su juventud no se hicieron esperar y el escepticismo ha sobrevolado este último año sobre la figura de Luis Ybarra (Sevilla, 1999). Quedan 48 horas para defender y disfrutar la programación que ha confeccionado en este tiempo. 62 espectáculos, 17 estrenos absolutos y 12 enclaves que abren sus puertas para la gran cita mundial del flamenco. Dorantes, Miguel Poveda, Eva Yerbabuena, Manuela Carrasco, Arcángel, Israel Fernández o Aurora Vargas estrecharán su sabiduría con los artistas emergentes. El telón se abre para decir Ole de nuevo.

–Una de las grandes críticas cuando fue elegido director de la Bienal hace un año fue la falta de experiencia en gestión cultural. A dos días de empezar, ¿dónde quedan esas opiniones? 

–Más que críticas sí que había cierta sorpresa por mi juventud. Es cierto que yo estaba haciendo cosas en la industria de la gestión cultural más pequeñitas. En el sector flamenco sí que era conocido, porque llevo escribiendo desde que estaba en primero de carrera y sentí su apoyo. La juventud sorprende muchas veces por desconocimiento del día a día en el trabajo de un director de la Bienal. De hecho, creo que me está ayudando a llevar la intensidad que requiere el propio festival. 

–¿Y qué pasa por su cabeza en esta cuenta atrás?

–Es un sentimiento precioso. Tengo muchísimas ganas y muchísima ilusión. Llevo hablando de la Bienal más de un año y, de repente, ese futuro se ha convertido en presente. Creo que me voy a derrumbar cuando arranquemos en el puente de Triana y en la Plaza América con el pregón y el flashmob el miércoles y, por supuesto, cuando entre en el Teatro de la Maestranza el jueves.

–La programación es muy equilibrada, pero muchos consideran que peca de ir a lo seguro. Es muy difícil fallar con este cartel.

–Creo que sí que es una programación que trata de ser equilibrada. Trata de contar con hombres, mujeres, gitanos, no gitanos, primeras figuras muy populares y con artistas muy genuinos. La programación ha sido una reflexión de que el flamenco per se es moderno. Que Juana La del Pipa es moderna, que la seguidilla de Manuel Torre es una creación apoteósica que no se ha superado y que es moderna. Y, por supuesto, Israel Galván, La Tremendita, Andrés Marín o Ana Morales. En el flamenco lo más tradicional es sumamente vanguardista. En cuanto a los espacios seguros, creo que hay espectáculos muy arriesgados como llevarte al Alcázar a seis cantaores mayores de 70 años. Y después sí que me parece que no hay que echar a la gente de los teatros. Quiero que el público general venga a la Bienal, que no se entienda como una cultura hermética.

La juventud creo que me está ayudando a afrontar la intensidad que requiere el propio festival

–¿Qué espectáculos o propuestas artísticas diría que tienen su sello?

–Creo que está en muchas, pero no quiero tener un exceso de protagonismo y la idea es que no se note. Hay espectáculos en los que no es que yo me haya querido meter, sino que necesitaban un poco más de mí y por ello he estado más involucrado. El de los cantaores del Alcázar o el de Pedro Ricardo Miño con La Macanita y con Inés Bacán. Por supuesto, la inauguración o la actuación de Aurora Vargas.

–¿Cómo habría confeccionado esta Bienal sin haber contado con el presupuesto más alto de la historia?

–El más alto de la historia no es aunque de las últimas Bienales sí, pero es verdad que se ha encarecido mucho la producción. Sin este presupuesto tendríamos que haber recortado en producciones que serían menos vistosas y supongo que la campaña de comunicación hubiese sido menos ambiciosa. Pero para mí, lo artístico es intocable. Habría intentado tocar la programación lo menos posible. Es lo que más me cuesta sacrificar. ¿Cómo le vamos a decir a Miguel Poveda que no venga con una banda de cornetas? ¿O a Andrés Marín que no haga las mejores luces que se le ocurran para el espectáculo? Son aspectos sagrados para mí.

–En esta edición el cante está en el centro. ¿Necesita cierto impulso?

–El Ole de nuevo no se refiere a Bienales anteriores. Es un golpe en la mesa respecto a las grandes citas de todo el mundo. Casi ninguna apuesta más por el cante que por el baile flamenco. En el extranjero lo que mueve es el baile e incluso la guitarra ha llegado muy lejos. El cante tiene el reto de superar este contexto. En el panorama actual, hay muy pocos artistas que estén con grandes compañías. En Universal, Sony o Warner hay algunos artistas flamencos, pero el grueso podría considerarse música indie. Los festivales de artes escénicas para el cante y para la guitarra tienen un lugar central como motor creativo. La Bienal tiene una deuda con el cante y, en este contexto, tiene que hacer algo: apostar por el cante y por los cantaores. Dicho esto, también hay mucho baile. En el Teatro Central, en el Real Alcázar o en el Teatro Alameda. 

–Acaba de mencionar que muchos artistas podrían considerarse indies y es cierto que en esta Bienal se echa en falta ese flamenco más underground. ¿Su Bienal mira a la fusión del flamenco con otros géneros?

–Sí, desde luego. En esta Bienal queríamos colocar el cante en primer plano y la guitarra. De hecho, los sevillanos debemos sentir orgullo porque es el festival que tiene más guitarra de concierto flamenca del mundo. Evidentemente, ahora mismo hay distintas tendencias en el flamenco, pero es un género con unos patrones definidos, igual que existen la música clásica o el jazz. En la Bienal, en esta y en todas, cabe la sevillana, el rock, el punk, la música urbana o el rap. Andrés Marín y Ana Morales llevarán un dj en su espectáculo. O Tomás de Perrate que estará en la obra de Úrsula López. Artistas que están más en esa línea underground. Pero el flamenco es lo que es y después está en contacto con otras músicas y yo creo que en esta Bienal está esta idea. El flamenco siempre ha sufrido las tendencias, pero siempre las ha mirado con cierta distancia. Creo que esto es lo que está bien. 

Luis Ybarra con el cartel de la XXIII edición de la Bienal. / Juan Carlos Vázquez

–¿Cree que la Bienal ha empezado a dar paso para resolver su deuda con la calle?

–Esto es fundamental. La Bienal no puede pasar desapercibida para los sevillanos hay que mostrarla. La propia programación está concebida para que el sevillano se sienta identificado con Aurora Vargas, José de la Tomasa, Andrés Marín o La Tremendita. También es fundamental llevar flamencos a los barrios y durante la Bienal habrá muchos espectáculos por los distritos. Es importante que la Bienal vaya Sevilla Este, a los Bermejales, a la Alameda, a los Jardines de Murillo o a diferentes espacios monumentales. Que el sevillano se encuentre con la Bienal es algo que se tiene que trabajar y mucho.

–Sevilla ha sido escenario de los Grammy Latinos, del desfile de Christian Dior, los Goya...¿en qué sitio queda la Bienal?

–La Bienal no se parece a ningún otro festival flamenco ni a ninguna de estas citas. Puede crecer y debe seguir creciendo. Es cierto que los espacios en los que se desarrolla la Bienal y no creo que vaya a hacer una gran promoción internacional, que también se ha potenciado este año y que habría que seguir potenciando en los años siguientes. Pero se ha de apostar por calidad, por un motor creativo, por traer un público extranjero, por que el sevillano se sienta identificado y por llenar los espacios que tenemos. No tendría sentido llevarnos la Bienal a un aforo de 10.000 personas. A nivel económico sería muy rentable, pero a nivel artístico pierde su origen. 

–No se va a llevar al Estadio de la Cartuja.

–Ha habido ideas de todo tipo a lo largo de estas 23 ediciones para convertir la Bienal en un invento más masivo y creo que nos podría llevar a morir de éxito. ¿El flamenco cabe un estadio? Sí. ¿Se puede hacer una programación en un estadio? No, porque son otro tipo de producciones mucho más mimadas.

Quiero que el público general venga a la Bienal, que no se entienda como una cultura hermética

–¿Y dónde queda respecto a otros festivales del género?

–La Bienal no es competencia de otros festivales ni viceversa. Los propios artistas agradecen que se creen nuevos circuitos y hay que verlo en positivo, porque tiene muchas hijas como la de Granada o la de Málaga. La Bienal de Sevilla es la que tiene mayor presupuesto, más días, es un motor creativo y es el que los artistas siguen viendo como escaparate. 

–Ha manifestado que su propósito es trabajar para el flamenco desde el Ayuntamiento. ¿Qué hay sobre la mesa para conseguirlo?

–Durante todo el año hay programaciones en las peñas. Y en momentos concretos como el Día del Flamenco o el de Andalucía. Mi idea es que durante el año en el que no haya Bienal se lleven a cabo jornadas, residencias artísticas, espacios creativos o grandes citas vinculadas a la Bienal. 

–¿Están trabajando en ello?

–Están sobre la mesa varias citas, pero habrá que elaborar un presupuesto y decidir a dónde llegaremos y qué cantidad destinaremos durante 2025.

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