La línea clara
Arcángel. Cante: Arcángel. Guitarra: Miguel Ángel Cortés, Daniel Méndez. Coros: Los Mellis. Percusión: Agustín Diassera. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Viernes 3 de octubre. Aforo: Lleno.
Es uno de los más reputados representantes de la línea clara del cante jondo actual. Una estética tenida por espuria por muchos tradicionalistas que desconocen que fue la dominante en el flamenco hasta 1936. En las etiquetas de los discos del Canario Chico o La Rubia se les califica como barítono y mezzosoprano flamencos. Por no hablar de los referentes de este cantaor, los Marchena, Vallejo y Pinto, del que se acordó el de Huelva en el prólogo de una deliciosa malagueña del Mellizo que vino antecedida de pregones y bulerías por soleá. Una descarga de energía que metió al público desde el primer momento en el concierto, ya que los primeros cantes se ofrecieron sin solución de continuidad. Arcángel, que tiene un gran dominio rítmico, posee el don de la melodía, la facultad de retorcer hasta el paroxismo los melismas, porque su fraseo es uno de los más portentosos del panorama cantaor actual. Así lo vimos en los cantes de Lucena que, como el resto del repertorio, hace exactamente como quiere, de manera que el legado es un punto de partida desde el que da alas a su creatividad. Más austero se presentó en la taranta, en la que hizo una de las letras más queridas por el añorado maestro Morente. Y explosivo en la seguiriya, en la que también se acordó de Enrique en los cantes de los Puertos. Es la suya una seguiriya dulce pero que también duele, como era el caso de su admirado Tomás Pavón que fue el referente en los cantes trianeros. Para los cantes de fiesta se dio Arcángel un baño de gente bajando al patio de butacas, rompiendo la distancia que su perfección técnica crea en ocasiones. En los tanguillos eligió un poema de su paisano Juan Cobos Wilkins, retomando la poesía contemporánea en las bulerías con Isidro Muñoz y Juan Manuel Flores. En los tientos estuvo íntimo y dolorido y en las alegrías echó mano de melodías propias en una puesta en escena efectista y efectiva, confiriendo épica, también a la manera morentiana, a un estilo habitualmente asociado a la gracia, a la frescura. Los cantes de su tierra llegaron en el bis, sin megafonía, con un ensayo de polifonía jonda con Los Mellis que ya había apuntado en varias ocasiones a lo largo de la noche. El precedente es, una vez más, Morente y los cantaores de preguerra, los señalados más la Niña de la Puebla, puesto que todos ellos probaron los cantes a dos y tres voces.
Miguel Ángel Cortés ofreció un acompañamiento ajustado, una verdadera red de seguridad armónica, a ras de tierra, para esta voz que vuela alto. Se entendió a las mil maravillas con Daniel Méndez que ofreció inventiva melódica y rítmica, subrayando los timbres metálicos. Los Mellis, además de los coros señalados, dieron un compás exacto pero que está vivo, que respira y que palpita. Y Diassera fue la imaginación: el ejemplo más redondo fue la seguiriya rítmica en la que, a la manera de Morente y Vallejo, su acompañamiento disparó las pulsaciones del cantaor. Una vez más, el programa de mano no informó de qué estilos escuchábamos.
Imágenes cedidas por el ICAS. Ayuntamiento de Sevilla.
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