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Granada, Sevilla, Nueva York. Intérpretes: Ortiz Nuevo, Carmen Linares, El Pele, J. J. Amador, Tomás de Perrate, Arcángel, Silvia Pérez Cruz, Estrella, Soleá y José Enrique Morente, Israel Galván, Javier Latorre, Alfredo Lagos, Dani Méndez, Proyecto Lorca, Pájaro, P. Suárez, R. Campos, M. Rodríguez. Dirección: Ortiz Nuevo, J. M. Gamboa y Pedro G. Romero. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Viernes, 12 de septiembre. Aforo: Lleno.
Con sólo 4 horas de duración, la Bienal 2014 ya nos ha dado varias imágenes de esas que no olvidaremos. Le tocó abrir el magno festival a una veinteañera llamada Soleá Morente que, junto a su hermana Estrella, ofreció algunas de las pinceladas de los últimos discos de su padre, tangos y bulerías, en los que ya tomaron protagonismo. Sonó la primera versión de la noche de Amargura, el homenaje morentiano a Sevilla a través de la composición de Font de Anta, que alcanza otro cénit con Perrate y El Pájaro. Alfredo Lagos, guitarrista, emuló a Ramón Montoya en tanto que Dani de Morón, guitarrista, hizo de Antonio Chacón. Luego intercambiaron los papeles. El homenaje fue morentiano en su intención de huir de los lugares comunes: por eso Israel Galván inició su intervención, un estudio del lenguaje gestual del cantaor, con un largo silencio. Juan José Amador y su voz de salmodia para la seguiriya de Despegando y El Pele que se inunda de felicidad en las alegrías. Deliciosas las manos de Latorre en el taranto y Manuel Machado acude a la cita con Arcángel, el Morente sinfónico, como el Morente eléctrico, por Proyecto Lorca. El momento de la noche: Estrella Morente, que ya había estado generosa al comienzo de la noche, le canta por seguiriyas A oscuras a Galván. Y Galván se sienta a escuchar a Estrella. Carmen Linares viene con el Lorca surrealista y el hijo de Enrique se reivindica por granaínas con versos del otro Lorca, Francisco.
Y la noche se cierra en la garganta de Silvia Pérez Cruz y en la guitarra múltiple de Refree: vals vienés, tangos... y la elegía, que no podía faltar, a Ramón Sijé por levantica. La oración final por el padre que se nos fue en un rito que él inventó como inicio y final de sus recitales: un círculo por martinetes en el que cada uno, incluyendo la palabra, el poeta Ortiz Nuevo, se rompe por Enrique Morente. Un homenaje escrito por Enrique Morente, con composiciones del maestro, que tal vez no era el escritor más audaz, pero sin duda sí era el intérprete más valiente. Porque Morente sabía que el flamenco era el instante, el momento presente. Por eso, este homenaje vino cargado de juventud, de futuro, de deseo.
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