Flamenco expansivo
CON ACENTO XL | CRÍTICA
La Ficha
**** 'Con Acento XL' Piano: Chico Pérez Flauta y saxo: Sergio de Lope Cante: Delia Membrives Contrabajo: Gal Maestro Batería: Javier Rabadán Arreglos: José Carra Director: Gustavo Díaz Luque
Big Band Conservatorio Superior de Música de Sevilla
Lugar: Auditorio Cartuja Fecha: Viernes, 4 de octubre Aforo: Lleno.
"Los verdaderos poderes de la música son todavía desconocidos", decía John Coltrane. La que escuchamos anoche tiene las armonías y ritmos que reconocemos, pero propulsados hacia otra dimensión, adquiriendo así una envergadura diferente. Una música, la flamenca, que mostró el poder de expandirse hasta volverse ingrávida, viajera en un espacio externo a su propia atmósfera. A ratos gigantesca, imponente, a otros mínima, esencial. Empujada no sólo por la veintena de músicos que se subieron al escenario del Auditorio Cartuja, sino por la propia condición de sus creadores. "Flamencos que se acercan al jazz" aseguró De Lope. Y qué cierto es. Porque no hay una sola renuncia, ni un desliz en el este concierto, que nos haga dudar de que lo que escuchamos surge del corazón de dos músicos jondos. Músicos con un gran acento.
No sólo, como decíamos, por las estructuras reconocibles; más bien, por el riesgo que asumen sus solistas, con un Chico Pérez inmenso al piano, y Sergio de Lope demencial al saxo y la flauta travesera, ambos totalmente desenvueltos y cómplices en el escenario, enseñoreados sobre la big band que marcaba sus pasos, con un Javier Rabadán descomunal a la batería: preciso, sutil, divertido.
"Una melodía sobre la que romperse" podría ser la visión que un músico de conservatorio tiene del flamenco. Pero aquí se va mucho más allá. Se crean temas que conjugan el ímpetu de los palos más rítmicos con melodías gozosas, se intercala el cante visceral, acertadamente desnudo de Dalia Membrives; la voz rajada, atrevida, de un Sergio de Lope al saxo y la flauta, con el pulso exquisito de Pérez al piano. Un sonido perfecto -eso también es música- permitió que el auditorio disfrutara de este concierto que se inició con un homenaje a Federico García Lorca -hay que ir dándole un descanso al granadino- que incluyó melodías y letras de la tarara y La Leyenda del Tiempo de Camarón.
Como suele suceder en este subgénero -dicho sea en el mejor sentido de la palabra-, el concierto se basó en los palos más rítmicos, aquellos que ofrecen un dinamismo que la banda puede aprovechar. En esa línea, continuaron con tangos, y nadie dudaría que esa partitura está transcrita de un legado oral, porque está llena de falsetas, giros claramente flamencos. Especialmente emotivo fue el taranto entreverado con blues, donde Membrives se gustó en los bajos. Definitivamente, imponer la voz a una big band no debe ser tarea fácil, menos si se mantiene intacto el carácter propio de cada cante.
La big band del conservatorio tuvo un peso residual, acompañando a los verdaderos protagonistas, que se insertaron en los compases de 12 con profusión. Quizás por eso destacaron el garrotín con guajira y guiño al Manisero de Antonio Machín, subrayando lo que el flamenco tiene de antillano, que es mucho. Así mismo sucedió en los tanguillos en tonos menores, donde hubo tiempo hasta para recrear el Todo es de Color de Lole y Manuel. Como ven, el recital sigue una estructura tradicional dentro del jazz: exponer un tema, esto es, una melodía cualquiera, e improvisar sobre ella hasta estirarla, malearla, y luego regresar al punto de partida. Así sucedió en la canastera, donde un estribillo que todos tenemos en la cabeza se convirtió, a fuerza de imaginación, en un viaje sideral.
Sentimos así, que el flamenco jazz no sólo es un género sobradamente consagrado, sino necesario, espontáneo, creativo, maravilloso. Que queremos ver más en la Bienal, y en todas partes.
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