Un espectáculo hecho para gozar

Muerta de amor | Crítica de flamenco

Cultura, Cultura / Juan Carlos Vázquez

La ficha

***** ‘Muerta de amor. Dirección y coreografía: Manuel Liñán. Coreógrafo invitado: José Maldonado. Artista Invitada: Mara Rey. Baile: Manuel Liñán, Alberto Sellés, Juan Tomas de la Molía, Miguel Heredia, José Ángel Capel, David Acero, Ángel Reyes. Cante: Juan de la María. Música original y guitarra: Francisco Vinuesa. Instrumentos: Víctor Guadiana. Percusión y asesoramiento: Javier Teruel: Espacio sonoro y Folclore: Victor Guadiana. Vestuario y colaboración en dirección: Ernesto Artillo. Escenografía: Manuel Liñán, Ernesto Artillo y Gloria Montesinos. Iluminación: Gloria Montesinos A.a.i. Sonido: Ángel Olalla. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo, 15 de septiembre. Aforo: Lleno. 

En medio de una sociedad tan desabrida como la nuestra, reconforta ver cómo para mucha gente aún, entre ellos Manuel Liñán, el amor sigue siendo el motor fundamental de la vida. Y como su vida es el baile, en su última producción, estrenada en Madrid el pasado mes de junio, ha decidido bailarle al amor en primera persona, aventurándose en su biografía personal, desnudándose en cuerpo y alma, gracias quizá a la libertad artística adquirida en sus últimos montajes, el aplaudidísimo Viva y Pie de hierro. 

Amor de amigo, amor de madre, amor de hombre -con la culpabilidad que muchos arrastran aún-, amor platónico, amor tóxico, amor que pasa sin mirarnos, dejándonos huérfanos de abrazos... 

Muerta de amor hurga en sus experiencias vitales y amorosas, las suyas y las de los seis bailarines que lo acompañan, y las convierte en puro arte, en una celebración verdaderamente gozosa del amor y de la vida. Porque Liñán es hoy por hoy un artista maduro que, además de haber obtenido, entre otros, el Premio Nacional de Danza, está demostrando un talento poco común para coreografiar piezas de gran formato, para dirigirlas escénicamente y, algo mucho más raro aún, para universalizar las pequeñas historias personales. 

El deseo constante me aporta vitalidad; el amor es siempre una celebración

Huyendo siempre de la repetición de lo heredado, aunque unido por su cordón umbilical a la más rica tradición flamenca, el bailaor granadino da otra vuelta de tuerca a su trabajo y nos presenta un musical en toda regla donde todos bailan, cantan, ronean y se abrazan sin tapujos, pero también y sin concesiones a lo fácil o a lo banal. Su único apoyo: los textos de esas hermosas coplas que han acompañado desde niño todas sus relaciones; a él y a una gran mayoría del público, a juzgar por su respuesta. 

Así, rompiendo etiquetas y prejuicios, tiñendo de fucsia el escenario y con un vestuario no binario de Artillo, Liñán hizo vibrar anoche a un abarrotado Maestranza que se le entregó por completo desde el inicio, realmente deslumbrante, en el que los siete bailarines, micrófonos en mano, cantaron El clavel de Rocío Jurado.  

La maestra de ceremonias, la jerezana Mara Rey, imponente, derrochando un poderío indescriptible, bailó y cantó, rompiéndose literalmente en todas sus intervenciones con coplas como Esclava de tu amor, de Solano y León (que Bambino y otros convirtieron en Esclavo de tu amor) o A que no te vas

Con un sonido perfecto, unas luces impecables, un cantaor y unos músicos de primera categoría; con las coplas y la inmensa guitarra de Francisco Vinuesa, ya flamenca, ya lírica, cada uno de los bailarines-bailaores tuvo su momento de lucimiento individual o su paso a dos con el maestro granadino, que iba y venía, los retaba, los abrazaba y nos dejó unos dúos tan poéticos como llenos de flamencura. 

Resulta imposible describir todo lo que se bailó y lo que se vivió en el escenario del maestranza: la jondura llena de sensualidad del más joven, Juan Tomás de la Molía, aplaudido a rabiar tras sus alegrías; la belleza y los matices de Alberto Sellés, la imagen de flamenco masculino clásico de Reyes, la estilización de Capel, el arte inmenso de Heredia y el humor y el dominio del folklore que David Acero mostró al final. Y qué decir del arte y de la energía infinita de Manuel Liñán, de sus pies y de sus brazos, de su manera de bailarle a la guitarra de Vinuesa por soleá, tras hacerse una falda con retazos de todos sus amores. 

Y es que, gracias al talento y al inmenso trabajo que hay detrás, Muerta de amor es un espectáculo hecho para gozar, para despertar las ganas de abrazarse. Y eso, en el momento que estamos viviendo, no tiene precio

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Elementos | Crítica

Nirvana por bulerías

Muerta de amor | Crítica de flamenco

Un espectáculo hecho para gozar

Lo último