Balance de la Bienal 2024: La ilusión viaja en tranvía
Bienal de flamenco | Balance
La Bienal de Flamenco echa el cierre y nosotros, en este balance, destacamos, de lo que hemos visto, un espectáculo de baile, otro de cante y otro de toque. Nos alegramos de que el flamenco tradicional haya tenido un lugar de privilegio. Y echamos de menos el riesgo
El espectáculo con el que más he disfrutado esta Bienal se llama Recital de baile y lo protagoniza Farruquito. Con el que más he disfrutado, no solo en relación con los demás espectáculos de baile que he visto, que también, sino de todos los espectáculos que he visto. Claro que yo no he asistido a todos los espectáculos programados. Todavía no tengo el don de la ubicuidad. Y, además, esto de los gustos es, por definición, algo subjetivo. A veces ocurre que dos personas van al mismo espectáculo y no ven el mismo espectáculo. En realidad, siempre ocurre que dos personas ven cosas diferentes en una misma cosa. Por eso hablo de lo que a mí me ha emocionado. Farruquito en plena madurez. Menos acrobático, más seguro. Yendo a la emoción por la vía recta. En la medida en la que esto sea posible. Porque la emoción es un animal asustadizo que raramente obedece al calendario, al horario, a la programación. Cuidando el cante, el toque. Con una puesta en escena al servicio de la emoción. Aplaudo al programador su capacidad de proporcionar el espacio de más visibilidad de este festival a una obra tradicional, con la que podemos identificarnos todos aquellos que amamos este arte. Esa ha sido la gran virtud del programador. Ser capaz de ofrecer el Teatro de la Maestranza a espectáculos tradicionales. En el pasado reciente el Teatro de la Maestranza estaba reservado para los grandes ballets flamencos. Este año hemos podido ver sobre sus tablas espectáculos tradicionales, incluso recitales de cante clásico: Arcángel, Argentina, Poveda ... Miguel Poveda tuvo la inteligencia y el buen gusto de ofrecer un espectáculo exclusivo para la Bienal de Flamenco de Sevilla. Haciendo un punto y seguido en la gira de su último disco, Poema del cante jondo. Porque Federico y el cante fue un recital de flamenco clásico, aunque con algunas letras lorquianas. Hacía muchos años que no disfrutábamos de un recital de cante flamenco, puro y duro, de Miguel Poveda. Sin copla, sin canción aflamencada. Fue una sorpresa muy agradable. Respecto a la guitarra, con la notable excepción de Riqueni, hemos echado de menos la presencia de algunos de los tocaores capaces de llenar un gran espacio.
¿Que la Bienal de Flamenco de Sevilla ya no es un estímulo para la creación, para la búsqueda? Bueno, hace muchas bienales que dejó de cumplir esta misión, que tuvo en las etapas en la que la dirigió José Luis Ortiz Nuevo. También sabemos que dentro del arte contemporáneo hay bastante camelo, aunque, lógicamente, es función del programador distinguir el camelo de lo genuino. Y también sabemos que en algunas ediciones el programador utilizaba el pretexto de la creación, de la búsqueda, de la vanguardia, para justificarse, porque no le gustaba el flamenco. Desde luego, eso no ha ocurrido este año. No ha habido sorpresas. Ha sido como viajar en el autobús urbano. Sabíamos cuál era el punto de destino. Sabíamos cuales eran las paradas intermedias. A veces estábamos deseando llegar y otras queríamos que el autobús se demorara. Con tedio en ocasiones, con deseo en otras. Y me alegro de que el flamenco de tradición haya tenido un espacio de privilegio. Tradicional según lo concebimos ahora, que ya saben que este concepto también ha ido variando a lo largo de la historia. No ha habido sorpresas. No ha habido camelos. Tampoco riesgo, investigación, aventura. Eso es lo que he echado de menos.
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