DEPORTE
Sevilla, preparada para la Carrera Nocturna

Luz y alegría del cante

Un mar de cantes | Crítica

El cantaor en el escenario del Teatro de la Maestranza / José Ángel García

La ficha

***** 'Un mar de cantes' Arcángel. Cante: Arcángel. Guitarra: Miguel Ángel Cortés, Salvador Gutiérrez, Francis Gómez, Benito Bernal. Coros y palmas: Los Mellis, Olivia Molina, Carmen Molina. Palmas: Álvaro Gamero, Fernando Gamero. Percusión: Lito. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Sábado, 21 de septiembre. Aforo: Lleno.

El espectáculo se abre con un bloque de bulerías en el que se presenta a los cuatro guitarristas que acompañan esta noche a Arcángel, y que son los que van a dar variedad a la propuesta. Cada uno un tema por bulerías y cada uno a un tempo diferente. De la canción a la evocación caracolera.

Los tangos de Granada sirven para recordar a Enrique Morente, no lo olvidamos nunca. Con la guitarra de Miguel Ángel Cortés, que tanto compartió con Morente.

Aunque luego vendrán los cantes del Piyayo, que eran una guajira, para acoplarse a los tangos trianeros y a la rumba de Pepe el de la Matrona. El bloque por soleá se inicia con una letra de poliamor en tiempos revueltos para derivar luego hacia la solemnidad de los cantes trianeros, de lo más emotivo de la noche.

El bloque por tarantas tiene una acompañamiento delicioso de Francis Gómez, uno de los grandes de la guitarra de hoy, un diálogo de tú a tú con el cante, geometría del toque que inventa siendo fiel a la tradición, que en tiempos de Chacón se llamaba minera para hoy nombrarlo como taranto, y derivar en la cartagenera de El Rojo.

El bloque por seguiriyas es un solo cante con el acompañamiento de Benito Bernal muy rítmico, a la forma patentada por Manuel Vallejo y que luego volvió a poner de moda Morente.

Una de esas seguiriyas deliciosamente dulces que sin embargo te matan. Otro de los momentos de la noche. Las cantiñas son otro de los grandes cantes de Arcángel y el montaje tiene tanta fuerza que el público piensa que es el final del recital.

Pero quedaban los fandangos de Huelva. Un largo bloque por diferentes estilos que incluye también, con buen sentido, una seguidilla de Sevilla que es un homenaje a Matilde Coral.

Y el final por los cantes del Alosno en donde el cantaor rompe el rictus de seriedad para entregarse y romperse emocionalmente. Un recital construido con elegancia, delicadeza, con mucha atención al acompañamiento instrumental y también a los coros, que se lucieron toda la noche pero también en la lorquiana Baladilla de los tres ríos. Como también se lució Salvador Gutiérrez con ese toque elocuente que lo caracteriza. Luz y alegría del cante actual, qué más se puede pedir. Porque no se puede frasear mejor ni aportar más naturalidad al cante. Haciendo fácil para el público lo muy difícil para el artista. Dando nueva vida al legado clásico y articulando lo viejo y lo nuevo en un mismo discurso, como si fueran una misma cosa. Y, créanme, eso es francamente difícil.

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