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El círculo de fuego

Como el ave fénix | Crítica

La última soleá de Manuela Carrasco / Laura León/Archivo de La Bienal

La ficha

*** 'Como el ave fénix' Manuela Carrasco. Baile: Manuela Carrasco, Antonio Canales, Manuela Amador Carrasco. Cante: El Pele, Israel Fernández, Enrique el Extremeño, Manuel Tañé, Samara Carrasco. Guitarra: Pedro Sierra, Noño Santiago, Marcos de Silvia. Violín: Samuel Cortés. Percusión: José Carrasco. Banda de cornetas: Agrupación musical 'Los Gitanos'. Coreografía: Manuela Carrasco, Antonio Canales, Manuela Amador Carrasco. Composición musical: Pedro Sierra con la colaboración del Resto de la Banda. Dirección musical: Pedro Sierra. Dirección artística: Ángel Rojas. Dirección: Manuela Carrasco. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo, 29 de octubre. Aforo: Lleno.

Manuela Carrasco quiso decir adiós a los escenarios de Sevilla con dos de sus bailes emblemáticos. Y rodeada de su familia. Sus hijas, que hicieron intervenciones solistas. Y sus músicos, que son su gran familia, que la conocen bien. La cosa empezó con unos ripios ensalzatorios recitados por Antonio Canales para dar paso al cante elegante, seguro, imperecedero de Enrique el Extremeño que tiene un pacto con el diablo para que su voz esté cada día más joven. Es el taranto, el primer baile de Manuela Carrasco. Se apoya en la voz. En la guitarra, en la percusión. Se apoya en el mantón, para dar un par de ráfagas de su arte personal. Luego la joven Samara Carrasco hace dos tarantas del Cojo de Málaga, las conocidas hoy como murciana y levantica, con el fino acompañamiento de Pedro Sierra. Luego se adueño del escenario la otra hija de Manuela Carrasco, Manuela Amador Carrasco, que bailó por seguiriyas siguiendo los dictados estéticos de su madre. Y viene la fiesta. Fue lo que más me gustó de la noche, lo que más me divirtió. La voz elegante y plena de colores de Israel Fernández. Y la por poderosa, contundente, totémica de El Pele. Manuela Carrasco, con un traje blanco con lentejuelas, bailó para el cante de estos dos intérpretes únicos e invitó a bailar a Antonio Canales, que, vestido para un ensayo, se dio una pataíta deliciosa, con ese baile maravilloso que atesora.

En su segunda intervención, por bulerías, Samara Amador hizo un guiño a su tía La Susi. Fue el preludio del momento más solemne de la noche. La soleá de Manuela Carrasco. Con el cante, de nuevo, de Enrique el Extremeño. Con Pedro Sierra y José Carrasco, que conocen hasta la más mínima respiración de la bailaora. Esa soleá que es un ritual. Un círculo de fuego. Consistente en evocar la emoción en la hipnótica rueda de acordes.

El arte de Manuela Carrasco es, desde que se convirtió en una estrella de los festivales flamencos en los setenta, muy físico. Y la bailaora ha entendido que, como en cualquier actividad muy física, el tiempo hace mella en ella. Carrasco ha entendido que es el momento de decir adiós. Y se ha querido ir por la puerta grande, en la Bienal de Sevilla. En el Teatro de la Maestranza. Adiós maestra. Aunque se vaya, seguirá siendo parte de este arte, de la historia del flamenco. Han sido muchas las personas que se han visto cautivadas por esta forma de entender lo jondo. Y tiene seguidoras en los cinco continentes, siempre las tendrá.

La fiesta acabó con Manuela Carrasco bailando La saeta, una canción de Joan Manuel Serrat que se ha popularizado como marcha de la semana santa de Sevilla, interpretada aquí por la banda de Los Gitanos. Aunque se vaya, su soléa permanecerá en la historia.

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