Los Castells: más que torres humanas
Contenido ofrecido por Iryo (vol. V)
Iryo, con el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.
A través de ocho reportajes, repasaremos los rasgos distintivos de prácticas y expresiones legadas por nuestros ancestros y entregadas a las generaciones futuras:
·Las Fallas de Valencia.
·Los patios de Córdoba.
·Las fiestas del fuego del solsticio de verano en los Pirineos.
·El misterio de Elche.
·Los Castells.
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·El flamenco.
·El canto de la Sibila de Mallorca.
En Cataluña, una tradición ancestral se alza en cada plaza y calle empedrada: los Castells. Estas torres humanas, reconocidas en 2010 por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, son una demostración de fuerza y equilibrio, además de una poderosa expresión de identidad, comunidad y cultura.
Los Castells, cuyo nombre en catalán se traduce como "castillos", son imponentes estructuras humanas formadas por varias personas que se organizan en diferentes niveles, llegando a alcanzar hasta diez pisos de altura. La construcción comienza con una base fuerte y experimentada en el suelo, mientras que los integrantes más ligeros y ágiles se colocan en los niveles superiores, coronando la cima de la torre.
Están conformados por varias partes:
- Pom de dalt: Este término se refiere a los tres últimos pisos de un Castell, exceptuando los pilares. Están compuestos por los miembros más pequeños y ligeros, denominados "dosos", "acotxador" y "enxaneta". Cabe destacar que cada uno de estos niveles cuenta para determinar la altura total del Castell.
- Tronc: Es el esqueleto principal del Castell, conformado por los niveles conocidos como "segons", "terços", "quarts", "quints", "sisens" y "setens", según su posición en la estructura. A medida que se asciende, los Castellers en estos pisos suelen ser más ágiles y de menor peso.
- Folre y manilles: Algunas construcciones más complejas requieren una base adicional para mayor estabilidad. Aquí es donde entran el "folre", que actúa como una segunda base, y las "manilles", que pueden formar una tercera base, ambas estructuras más compactas pero esenciales para sostener la torre.
- Pinya: Es la base del Castell y cumple dos funciones fundamentales: proporcionar estabilidad a toda la estructura y actuar como un colchón de seguridad en caso de que la torre se derrumbe. A primera vista, la pinya puede parecer caótica, pero en realidad está meticulosamente organizada, con cada Casteller en una posición específica para optimizar el soporte y la seguridad.
Por otro lado, los Castells no se entienden sin el acompañamiento de las grallas (instrumento de viento típico catalán) y tambores. La melodía más emblemática es el "toc de Castell", que suena durante la elevación de la torre, marcando los tiempos y guiando a los Castellers en su ascenso. Antes de esta pieza, suele sonar el "toque de entrada" cuando las colles (grupos) llegan a la plaza. También existen otras melodías tradicionales que acompañan momentos específicos, como el "toc del pilar caminant" (para un pilar en movimiento) y el "toc de vermut" (al final de la actuación).
En una diada Castellera típica, cada colla participa levantando tres Castells y un pilar de despedida. Las colles actúan en rondas, siguiendo un orden que se decide antes de comenzar, ya sea por acuerdo o sorteo. Si una colla no logra completar un Castelll, generalmente se le permite intentarlo de nuevo.
Aunque no existe un reglamento escrito que dicte las normas de los Castells, estas torres humanas siguen convenciones bien conocidas y aceptadas por todos. Sin embargo, el Concurso de Tarragona es la única ocasión en la que se aplican reglas explícitas, basadas en las tradiciones, aunque con algunas variaciones.
La historia detrás de la tradición
La práctica de los Castells tiene sus raíces en el siglo XVIII, cuando evolucionó a partir del Baile de Valencianos, una danza popular que incluía pequeñas estructuras humanas. El primer "Castell" del que se tiene registro fue erigido en 1770 en la localidad de l'Arboç, alcanzando una altura de seis pisos, lo que representó un hito importante en la historia de los Castells.
Valls, conocida como la cuna de los Castells, alberga las primeras referencias documentadas a estas construcciones, que datan de 1712. A finales del siglo XVIII, las torres humanas comenzaron a distinguirse claramente como "Castells", separándose del baile del que se originaron. Con el tiempo, en Valls surgieron dos agrupaciones rivales: la Colla dels Pagesos y la Colla dels Menestrals, que son las precursoras de las actuales Colla Vella dels Xiquets de Valls y Colla Jove dels Xiquets de Valls.
El siglo XIX fue testigo de altibajos en la actividad Castellera, reflejo de los cambios sociales y económicos de la época. Hubo periodos de esplendor, como en 1819, cuando se construyó el primer castillo de ocho pisos, y momentos de crisis, especialmente durante conflictos bélicos como la Guerra de la Independencia Española y la Primera Guerra Carlista. No obstante, la creciente rivalidad entre las colles de Valls impulsó la creación de Castells más complejos y altos, logrando en 1851 el 3 de 9 amb folre (un castillo de nueve pisos con apoyo).
A partir de 1889, la práctica de los Castells comenzó a decaer, afectada por factores como la plaga de filoxera y la migración a las ciudades, lo que redujo la cantidad de Castellers disponibles y la complejidad de las torres. Este declive se prolongó hasta 1926, cuando la tradición comenzó a resurgir, destacándose los Nens del Vendrell, que fomentaron una nueva era de competencia y excelencia.
El siglo XX trajo consigo un renacimiento de los Castells, marcado por hitos como la incorporación de mujeres en las colles durante la década de 1980 y la expansión geográfica de la tradición, que llegó incluso a América Latina. La época contemporánea, conocida como la Época de Platino, se caracteriza por la internacionalización de los Castells, la formación de nuevas colles y la superación de desafíos técnicos, como la construcción del 3 de 10 amb folre i manilles en 1998.
Reconocimiento internacional y valor cultural
El reconocimiento de los Castells como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO no solo reafirma su relevancia en la identidad catalana, sino que también destaca su valor universal. Subraya cómo los Castells han logrado trascender fronteras, convirtiéndose en un ejemplo vivo de cómo las tradiciones locales pueden resonar en personas de todo el mundo.
Este honor se basa principalmente en los valores que los Castells representan: el amateurismo, la idea de un ocio no consumista y familiar, el trabajo en equipo, la creencia de que cualquiera puede participar, la creación de espacios de cohesión social e integración, la solidaridad, y un modelo asociativo abierto, plural y democrático.
La construcción de un Castell es una poderosa metáfora de la sociedad: para alcanzar grandes alturas, es fundamental que todos trabajen juntos, confiando en los demás y entendiendo que el éxito depende del esfuerzo colectivo.
Aunque desde fuera puede parecer que la presencia de diferentes "equipos" en una misma plaza sugiere una competencia, los Castells no se tratan de ganar o perder. Los colles construyen sus torres principalmente para superarse a sí mismas y alcanzar sus propios objetivos. Es por eso que, tras una diada, es común que varias colles se vayan satisfechas: cada una se siente ganadora por haber logrado sus metas.
Sin embargo, es evidente que algunos Castells son más desafiantes que otros. Los Castellers lo saben, y a menudo, además de buscar la autosuperación, encuentran motivación en realizar una actuación mejor que la de otras colles. Esto es especialmente palpable en las diades donde coinciden colles de nivel similar o con rivalidad entre ellas.
En una época en la que las tradiciones están cada vez más amenazadas por la globalización, los Castells se erigen como un recordatorio de la importancia de preservar y celebrar las expresiones culturales que nos conectan tanto con nuestras raíces como con quienes nos rodean.
Para futuros visitantes
El calendario Casteller cambia cada año y a menudo se ajusta con poca antelación. Por ello, la mejor manera de saber cuándo y dónde se pueden presenciar Castells es consultar las actuaciones programadas unos días antes de la fecha deseada.
Tradicionalmente, la temporada comenzaba con la festividad de Sant Joan (24 de junio) y culminaba con la diada de Santa Úrsula (el domingo posterior al 21 de octubre). Sin embargo, en la actualidad, los Castells se pueden disfrutar casi todo el año, aunque diciembre y enero son meses con menos actividad.
El número de actuaciones ha aumentado considerablemente, con más de 10.000 Castells levantados cada año. Durante el verano, por ejemplo, es común que se celebren decenas de actuaciones cada fin de semana. Dado que los Castells son una actividad amateur, suelen tener lugar los fines de semana o en días festivos. La importancia de las actuaciones varía, pero algunas, debido a su tradición, son especialmente populares año tras año.
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