En su hábitat natural (2-0)
Liga bbva
El Sevilla se impone al Valencia y ya se mueve en los puestos que permiten luchar por estar en la 'Champions'. Cáceres jugó un partido superlativo y fue básico en la expulsión de Topal
El Sevilla 2010-11 ya está en su hábitat natural, al menos en los puestos que viene ocupando en los últimos años. Los blanquirrojos se impusieron al Valencia, uno de sus principales enemigos, en un partido marcado por la tempranera expulsión del visitante Topal. A partir de ese momento, a pesar del voluntarismo de los valencianistas, estaba diáfanamente claro que sólo podía haber un ganador y ése tenía que ser sí o sí, como diría su presidente, el equipo de Gregorio Manzano.
El fútbol, tan desafiante a veces con las leyes de la lógica, se fue hacia los senderos de la normalidad. Con 11 contra 10 desde el minuto 24, no podía haber otro vencedor que el Sevilla, y así fue. Pero no fue fácil, ni muchísimo menos; el Valencia tiró de casta y trató de rebelarse contra las circunstancias, pero enfrente tuvo a un adversario que supo manejarse con paciencia. El Sevilla se parapetó bien atrás, con los cuatro zagueros con los que inició el choque siempre, y aguardó a que la fruta cayera por madura, a que se produjera un desajuste en las filas de quien tenía un elemento menos sobre el campo para que el marcador cayera de su lado.
En ese sentido, en el de provocar esa superioridad en un momento concreto del partido, había un futbolista que había comprado más papeletas en la rifa que el resto. Su nombre es Martín, su apellido Cáceres, es uruguayo y está en el camino para reivindicarse en el fútbol de élite gracias a su cesión en el Sevilla. El ayer defensa central derecho protagonizó no menos de media docena de arrancadas en las que iba dejando rivales por el camino y en una de ellas, la cuarta o la quinta, se fue por el centro sin que ningún valencianista pudiera detenerlo. Cuando oteó el horizonte y observó que no tenía ningún compañero en buenas condiciones para servirle el balón, eligió la opción de probar el disparo a puerta, Guaita llegó como pudo y dejó el balón en disposición de que Negredo hiciera el 1-0.
Se había hecho justicia con el espectacular partidazo de Martín Cáceres, quien se convirtió en el verdugo del Valencia por motivos de diferente índole. No sólo fueron sus espectaculares arrancadas, tal vez fuera más trascendental incluso su manera de afrontar con valentía esa acción con Topal que decantó la balanza de manera casi definitiva. El turco también trataba de arrancar, pero el central sevillista intuyó la acción y se fue con fuerza hacia el esférico. Plantillazo que en directo parecía roja directa y que pierde algo de gas cuando se ven las imágenes repetidas a cámara algo más lenta. Pero que nadie llore por el desenlace final, por esa tarjeta roja, que nadie del adversario se llevó los pañuelos a los ojos para secarse las lágrimas cuando hace poco más de un año Marchena hacía mucho más teatro ante Kanoute en otra plancha con idénticas consecuencias, es decir, la expulsión.
A partir de ahí, pese al marcador de cero a cero que figuraba en el electrónico, ya estaba todo sentenciado, aunque había que madurar la situación por parte sevillista. Para empezar, la marcha de Topal sirvió para equilibrar las fuerzas sobre el campo. ¿Por qué? Fácil. Porque Romaric no tenía su mejor día y llegaba casi siempre tarde a la lucha por el balón en el centro del campo y esto permitió al Valencia sacudirse una presión inicial de diez minutos en la que los anfitriones llegaron a ahogarlo.
El Sevilla, cuando se vio en superioridad numérica, no se volvió loco y supo esperar sin arriesgar más de la cuenta. Alguna arrancada, pero poco más hasta que Gregorio Manzano toma una decisión de buen entrenador, saca del campo a ese Romaric que tenía problemas para aguantar el ritmo del juego y mete a Negredo en el campo. Kanoute se convierte en un centrocampista más y aunque no tenga un gran despliegue físico sí acude en apoyo de todos los compañeros para que el Sevilla llegue a monopolizar el balón a partir de ahí. Y encima Negredo le va a dar aún más si cabe la razón a su entrenador cuando anota el primer gol justo un minuto después de entrar.
Acierto pleno, por tanto, del banquillo. Desde entonces el dominio iba a ser casi absoluto por parte de un Sevilla que sigue sin querer atropellar la razón, que toca y toca con paciencia hasta que Luis Fabiano, por ejemplo, está a punto de materializar la enésima acción positiva de Martín Cáceres y envía el balón al larguero. El 2-0 ya se está mascando cuando el segundo hombre que saca Manzano entre sus suplentes, en este caso Alfaro, vuelve a acertar para colocar el tanteo definitivo.
El Sevilla, que sólo sufrió un susto por parte de Soldado en un rebote, había ganado a un rival directo y hasta debió firmar un resultado mucho más abultado. Pese al pesimismo que parece haberse instalado en el entorno, los blanquirrojos siguen dando pasos firmes en su rehabilitación y ya están en los puestos en los que deben moverse siempre, en ese hábitat natural que conduce a la lucha por jugar la Liga de Campeones.
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