Alegría máxima vía la pena máxima (3-0)

Liga de Campeones: Sevilla - Borussia Mönchengladbach · la crónica

El Sevilla aprovecha la valentía del árbitro al señalar tres derribos en el área alemana para golear al Borussia. El cuadro de Emery aumentó una decena de puntos su intensidad y no tuvo nada que ver con la Liga.

Alegría máxima vía la pena máxima (3-0)
Alegría máxima vía la pena máxima (3-0)
Francisco José Ortega

16 de septiembre 2015 - 05:02

El Sevilla se reencontró consigo mismo en la competición que más estaba esperando. Tres a cero en el reencuentro con la Liga de Campeones, nada más y nada menos que un tres a cero contra el equipo que había concluido en el tercer puesto la última Bundesliga alemana. Lejos de mensajes lógicos apelando a la importancia de visitar al Málaga o al Levante, Unai Emery se quitó ayer la careta cuando proclamó en una popular red social un "ha llegado el gran día", como si los anteriores no lo hubieran sido. Y el equipo pensaba exactamente igual que el técnico guipuzcoano, aumentó una decena de puntos su intensidad y se comió al Borussia Mönchengladbach desde el minuto uno hasta el 92, que fue lo que añadió el checo Kralovec.

Cierto que el camino se desbrozó desde el punto de penalti, pero es que los derribos dentro del área se castigan con el lugar que marca los 11 metros y los alemanes fueron obstinados a la hora de dejar caer a los hombres que vestían de blanco en la noche de ayer. Hasta tres veces lo hicieron para que Kralovec enjuiciara esas caídas como penas máximas y en dos de ellas Gameiro y Banega acabaron convirtiéndolos en los dos primeros goles, pero sería muy injusto limitar el relato de los hechos a esas acciones puntuales por mucha importancia que éstas pudieran tener. Claro que el Sevilla llegó a la alegría máxima con la que finiquitaron los suyos este reencuentro con la Liga de Campeones, pero Krychowiak y compañía no tuvieron nada que ver con lo visto hasta ahora en el devenir del presente curso.

La intensidad, el deseo de ganar, la sangre inyectada en los ojos de los futbolistas, fue absoluto desde el tañido inicial y ni siquiera se habían cumplido cinco minutos cuando el Sevilla se ponía en disposición de estar por delante en el marcador. Un disparo de Vitolo era repelido por el poste, aunque después también Browers tuvo la mejor ocasión, tal vez, del Borussia Mönchengladbach cuando cabeceó fuera una falta lateral con todas las opciones de batir a Sergio Rico.

Ahí se salvaron los nervionenses, pero esto no condujo a que levantaran el pie del acelerador. En absoluto, Krychowiak ordenaba que éste se pisara a fondo; N'Zonzi lo seguía en la misma línea del polaco; Banega se encargaba de llevar el balón de una banda a otra con celeridad y también con precisión durante ese primer periodo; los laterales subían una y otra vez para martirio de los futbolistas de más calidad del Gladbach, concretamente Raffael y Hazard, que recorrían kilómetros en sentido contrario en lugar de tener una pausa para crear; Andreolli y Kolodziejczak eran valientes para tirar la línea muy lejos de Sergio Rico para ahogar a los contrarios; Reyes y Vitolo, aunque extrañamente en sus piernas naturales, buscaban huecos para sobrepasar una defensa cada vez más tupida de piernas; y Gameiro, pues Gameiro, el elegido por Emery para la delantera, se mataba a correr de un lado para otro para que los fornidos centrales Browers y Jantschke sufrieran más de la cuenta a la hora de intentar tapar esas percusiones del francés en busca de huecos.

El Sevilla había engullido literalmente al Borussia Mönchengladbach durante un primer periodo en el que fue capaz de ir imprimiéndole cada vez más velocidad a la circulación del balón. Los alemanes se las veían y se las deseaban para defender a Sommer y lo raro fue que el balón no acabara alguna vez dentro de la portería del guardameta suizo. Un cabezazo de Gameiro, un empalme del francés, un disparo de Coke al borde del área y un paradón enorme del cancerbero visitante al propio Gameiro cuando se llegaba a un epílogo que el Gladbach ansiaba y que ningún sevillista quería que se produjera a la vista de lo que los suyos estaban rondando el primer gol.

Pero cada tiempo de un partido de fútbol se prolonga durante 45 minutos, según el reglamento, y aquello tenía que acabar. El acierto del Sevilla, y de Unai Emery con su arenga en el intermedio, fue que el auto arrancó con el acelerador a tope desde el mismo saque inicial de los alemanes. Vitolo fue como un poseso para recuperar la pelota y ya lanzaba las señales de lo que iba a suceder. Allí nadie se escondía y el cuadro local salió como se marchó a tomar aire, con todas las revoluciones a tope. Tantas que apenas 25 segundos después de que su rival sacara de centro Vitolo era derribado por Sommer en una buena acción del canario.

Primer penalti, Gameiro se va a por la pelota y existe el temor de que el gafe que acompaña al francés siga presente, pero no. Disparo arriba, muy bien colocado y el Sevilla ya gana 1-0 no más reanudarse el juego. Y mejor debió ser cuando dos minutos después era el central Browers quien derriba otra vez a Vitolo. Segunda pena máxima prácticamente consecutiva y esta vez el riesgo de Gameiro en sus lanzamientos arriba se encuentra con el travesaño. Y ahí resulta paradójico ver a Emery aplaudir a los suyos e indicarles que sigan por el mismo camino.

Orden recibida y el Sevilla busca el robo al medio centro como si fuera algo propio del fundamentalismo. Varias veces recuperó la pelota en esa zona tan peligrosa para el adversario hasta que poco después de un espectacular robo de Coke llega el tercer penalti, esta vez de Jantschke a Gameiro. Banega se encargó de meterla dentro esta vez y sus compañeros respiraron a fondo después de los agobios de las primeras jornadas.

Konoplyanka se iba a encargar de cerrar la fiesta, porque no se trata de jugar la Liga de Campeones sino de competirla y, además, ganar. Lo hizo con un tres a cero y qué más da que se cobraran tres penas máximas a favor del anfitrión, entre otras cosas porque lo fueron, cuando conducen a la alegría máxima de este Sevilla...

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