El descanso eterno junto a sus devociones
El adiós a Cayetana de Alba
Las cenizas de la duquesa fueron depositadas junto al Señor de la Salud y la Virgen de las Angustias
Una ceremonia breve, íntima y muy intensa. Las cenizas de la Duquesa de Alba ya descansan en el Santuario de los Gitanos, junto al Señor de la Salud y la Virgen de las Angustias. Donde ella quería. Bajo el techo que ella misma contribuyó a levantar para su querida hermandad, una hermandad que se ha volcado en estos días para honrar su memoria y que ha estado a la altura de lo que Cayetana de Alba significó no sólo para la corporación, sino para toda la ciudad a la que tanto amó. Los restos de la duquesa, si no todos sí la mayor parte -su hijo Cayetano afirmó tras el responso que sus cenizas descansarán ahí, donde ella siempre quiso- fueron colocados en una de las capillas laterales del templo tras una lápida de mármol blanco con los escudos de la hermandad y de la Casa de Alba en la que se puede leer: "Aquí reposan las cenizas de nuestra hermana Doña Cayetana Fitz-James Stuart y Silva. Duquesa de Alba. Camarera de honor de María Stma. de las Angustias, medalla de oro y gran benefactora de esta Hermandad de los Gitanos, gracias a cuya contribución y ayuda fue posible la reconstrucción de este Santuario. Estará por siempre en la memoria de nuestra hermandad. 1926-2014".
Como si se tratara de la Madrugada del Viernes Santo y la cofradía se fuera a poner en la calle, muchas personas se agolpaban a las puertas del santuario de la hermandad. Algo más de un centenar de personas se acercaron hasta la antigua iglesia del Valle para despedir a la duquesa y dar el pésame a la familia. Las vallas estaban puestas, como cuando salen los pasos y enfrente los vecinos se asomaban a las azoteas, como cada Madrugada. Pero ayer todo era distinto. En lugar de mantones de manila, dos banderas de España con crespones de luto adornaban los balcones, y toda la alegría que se desborda con el Señor de la Salud y la Virgen de las Angustias se tornó en recogimiento. Un silencio respetuosísimo recibió a la familia de Cayetana de Alba.
Las puertas de la iglesia se abrieron a las 17:30. Los miembros de la hermandad, que también habían estado en el cementerio durante la cremación, salieron con el estandarte corporativo y las varas para esperar a la familia. Un cuarto de hora después aparecían por la calle Verónica los coches con los familiares. Se hizo un respetuoso silencio sólo roto por el ruido de las cámaras de los fotógrafos. El nuevo duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart; el viudo, Alfonso Díez; y Cayetano Martínez de Irujo, hermano también de los Gitanos, accedieron al santuario portando las varas de la corporación.
Una vez dentro, sólo en presencia de la familia y la junta de gobierno, se celebró un breve responso pronunciado por el director espiritual de la corporación, fray Juan Dobado. Fue Cayetano el hijo encargado de portar en todo momento la urna con las cenizas de su madre. Uno de los momentos más emotivos fue cuando la depositó a los mismos pies del Señor de la Salud. Acto seguido se celebró el breve oficio religioso. El capellán de la Casa de Alba y confesor de la duquesa, Ignacio Jiménez Sánchez Dalp, pronunció unas emotivas palabras de despedida, en las que, dirigiéndose a los familiares, les instó a permanecen más unidos que nunca y les habló de la responsabilidad que suponen para ellos las generaciones que les han precedido.
Posteriormente, se dirigieron hasta la capilla presidida por un gran cuadro de la Resurrección, ofrendado también por la duquesa, para introducir la urna en la hornacina. Todos los familiares besaron el ánfora antes de que el propio Cayetano la colocara en el lugar en el que descansarán para siempre los restos y junto a ellos dos fotos de los Señor de la Salud y la Virgen de las Angustias y la medalla de hermana de la duquesa. Fue, sin duda, el momento más emotivo, donde las emociones se desbordaron, según relataron posteriormente los miembros de la hermandad que pudieron presenciarlo. Unos operarios taparon la hornacina con la lápida en la que se puede leer que allí descansan los restos de la Duquesa de Alba.
A las 18:10, las puertas del santuario se volvieron a abrir. El respetuoso silencio de la entrada se convirtió en cálido aplauso para despedir a los familiares de la duquesa que, emocionados, agradecieron el cariño de las personas.
El hermano mayor, José Moreno, afirmó que en los cinco años que lleva como hermano mayor, el de ayer por la tarde había sido el momento "de mayor emoción y tristeza". Repasó las horas tan intensas vividas en los últimos días y cómo la hermandad siempre ha estado presente junto a su hermana fallecida. También aseguró que le consuela saber que Cayetana, a la que siempre se refirió como "nuestra hermana", permanecerá en Sevilla, en el santuario que ella misma ayudó a reconstruir. Moreno añadió que ha dejado un "recuerdo imborrable" en la hermandad y evocó especialmente "esos Jueves Santos en los que venía y se fotografiaba con todo el mundo". Por último, destacó que Cayetana de Alba ha sido la "embajadora más grande que hayan podido tener Sevilla y la hermandad" y que es "el orgullo más grande" el hecho de "tenerla aquí". "La vamos a tener siempre en el recuerdo", añadió.
A la salida del templo, los medios de comunicación se dirigieron a Alfonso Díez, viudo de la duquesa, quien, emocionado, dijo: "No puedo hablar". Jacobo, uno de los hijos, subrayó que la ceremonia había sido "muy emotiva, ya que mi madre estaba muy vinculada a esta iglesia, que financió. Aquí se guardan sus cenizas por expresa voluntad de ella". Otro de los hijos, Cayetano, aseguró que todas las cenizas de su madre se quedaban en los Gitanos, "es lo que ella quería", aunque posteriormente afirmaron que una parte se llevaría al panteón familiar de Loeches.
De momento, la capilla que ha preparado la hermandad para que reposen los restos de la duquesa de Alba se quedará con su actual configuración, aunque un miembro de la junta de gobierno señaló a este periódico que hay ideas y que ya se verá si se modifica en un futuro, siempre de la mano de la familia.
A las siete de la tarde, el santuario abrió sus puertas para que los sevillanos pudieran dar el último adiós a Cayetana de Alba en el lugar en el que ella siempre quiso descansar.
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