El Rastro de la Historia
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Concepción Fuenmayor, de 84 años de edad, sufría una dolencia cardiaca. Su estado era grave cuando su hija, Rosario Sáenz, acudió con ella a las Urgencias del Hospital Virgen Macarena el pasado miércoles, 16 de enero, a las 22:30. Tenía los pulmones encharcados y, tras pasar por la sala de triage, donde se evalúa el estado del paciente, pasó buena parte de la noche en la sala de espera, junto a decenas de pacientes agolpados por todo el recinto.
La necesidad de su ingreso se le confirmó pasadas las tres de la madrugada del 17 de enero. Y, tras más de cuatro horas de desesperación, el personal sanitario confirmó a la familia que no había camas en Observación y que una camilla junto a un pasillo era el único recurso para la anciana. A su hija le dijeron que le iban a colocar una sonda para aliviar la dolencia de la paciente, una solución que Rosario tuvo que reclamar a patadas, literalmente, en el mostrador de Urgencias. Luego se recorrió el hospital en busca de algún responsable que le facilitase una cama en planta para su madre. Sin éxito. Ya hacía algunas horas que había amanecido en la Macarena, ya era 18 de enero y habían cumplido en la sala de espera de Urgencias un día y medio.
El estado de Concepción empezó a agravarse por segundos. En torno a las diez de la mañana entró en el dispositivo de cuidados críticos y de urgencias, conocido en el argot médico como DECU. Y media hora después una enfermera con la cara descompuesta le comunicó a la familia que la paciente había fallecido tras media hora de masajes cardíacos fallidos.
Éste es el relato particular, minucioso a pesar del dolor y el luto, que hace Rosario Sáenz de las 36 horas de agonía que pasó junto a su madre en las Urgencias del Macarena. Sentada en el salón de su casa de Pino Montano junto a su hija, Rosario Casas, da una y mil vueltas a su cabeza en busca de la fórmula para difundir el caso y evitar que la historia vuelva a repetirse. "Nos trataron muy mal, los pacientes están como perros en los pasillos, no es digno y quiero que la gente sepa lo que está pasando, cómo ha muerto mi abuela, que tiene nombre y apellidos", apunta la joven.
Concepción Fuenmayor padecía una dolencia grave. Su familia es consciente de ello, pero ayer seguía a la espera del informe médico que deberá responder a muchas de las preguntas para las que hoy no tienen respuesta. Rosario Sáenz no cree que a su madre le practicaran masajes de reanimación durante media hora y, sobre todo, dudan de si el desenlace hubiera sucedido tan rápido si la paciente hubiera sido atendida en una habitación del hospital. Está convencida de que al menos hubiera sido una muerte más digna. Por ello quieren que el caso se investigue y no descartan ninguna vía, pero, a menos de 24 horas del fallecimiento de Concepción, necesitan asesoramiento para actuar con paso firme. "Sólo hubo una auxiliar que se preocupó por mi madre y cuando ya no había nada que hacer fue la única que dijo: 'mirad lo que hay alrededor...", explica.
Fuentes de la dirección del Macarena reiteraron ayer, en referencia a este caso, que la paciente se trasladó de la sala de espera de Urgencias a la unidad para críticos cuando su estado empeoró, tal y como establece el sistema de triage por el que se rige la prioridad de los casos que llegan hasta este servicio. Pero la familia de la fallecida opina que cuando se produjo ese agravamiento la paciente no debería haber estado aún en la lista para conseguir una cama.
La polémica sobre el colapso de estos servicios se encendió el pasado jueves tras conocerse, además, la entrada en la sala de Urgencias de un anciano ya cadáver y el fallecimiento en el traslado a su domicilio de otro paciente que había recibido el alta médica.
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