Varios muertos y cientos de heridos durante las revueltas en Egipto
Los seguidores de Mubarak tomaron el centro de la capital egipcia y cercaron la plaza Tahrir donde se han sucedido enfrentamientos con los opositores al régimen.
Tras el mensaje tardío del presidente de Egipto, Hosni Mubarak, aparece un nuevo frente en Egipto. Los opositores al gobierno actual discuten ahora si deben o no continuar las protestas pese a las concesiones anunciadas por Mubarak. Sus defensores incendian mientras tanto los ánimos con manifestaciones de apoyo al gobierno mientras la violencia llegó a la plaza Tahrir (de la Liberación) en el centro de El Cairo.
El presidente egipcio, uno de los más testarudos del mundo árabe, se movió finalmente. Pero sigue siendo una incógnita si las concesiones anunciadas serán suficiente para calmar la ola de protestas en su contra. Los acontecimientos se sucedían sin parar en El Cairo.
El núcleo duro de los manifestantes contra Mubarak siguió protestando en la plaza Tahrir contra el presidente, exigiendo su dimisión inmediata y la destitución del nuevo gobierno que nombró. Al mismo tiempo, no lejos de ellos se reunieron los seguidores del Partido Nacional Democrático (NDP) del gobierno para manifestar su lealtad a Mubarak, entre ellos grupos violentos armados incluso con cuchillos que atacaron a los manifestantes. El resultado de la trifulca se ha saldado con al menos una persona muerta y centenares heridas según fuentes oficiales. El portavoz del Ministerio de Sanidad, Abdelrahman Shahin, informó a la televisión pública de que hay varios fallecidos, uno de ellos un recluta de las Fuerzas Armadas, que perdió la vida al caerse desde un puente situado en las proximidades de la plaza Tahrir. La mayoría de los lesionados han sido afectados por pedradas, sin que se hayan registrado heridos por armas de fuego.
Algo cambia a nivel político
Pero también a nivel político se mueve algo en Egipto: los jefes de partido y figuras independientes que acompañaron y apoyaron las manifestaciones en los últimos días, intentan ponerse de acuerdo en una posición común, algo nada fácil. Sobre todo los Hermanos Musulmanes, cuyos miembros en los últimos años fueron reprimidos y encarcelados en el país, no confían en el presidente y quieren la caída de todo el régimen, incluyendo la cúpula policial, considerada en gran parte responsable de los abusos a los ciudadanos en dependencias policiales y en prisiones del país.
También Eiman Nur, que pasó años en prisión por negarse en 2005 a ser candidato a la presidencia, se muestra implacable. "Lo que se ofreció no basta porque está claro que Mubarak no va a ser candidato otra vez, sino que quiere dejar el puesto a su hijo Gamal".
También entre los egipcios que abogan por aceptar el compromiso propuesto por Mubarak hay muchos que quieren el fin de su dominio que dura ya más de 30 años. Y el hecho de que no les importe que no dimita de inmediato es más bien una decisión pragmática como signo de simpatía por el gobernante de 82 años. Y es que creen que de la cúpula militar que en Egipto mueve los hilos en la sombra no recibirán nada sin arresgarse a una nueva escalada de la situación en las calles. "Márchense a casa", pedían hoy los generales a los manifestantes de ambas partes.
Entre las figuras independientes que abogan por imponer nuevas exigencias paso por paso para introducir un cambio de poder que sea radical y pacífico al mismo tiempo, se encuentran el conocido empresario cristiano Naguib Sawiris y el ex ministro Kamal Abul Magd, que se reunieron hoy con un grupo de personas que al igual que ellos no pertenecen a ningún partido. Están todos muy alterados.
"Me siento muy azorado por mi encuentro con los manifestantes", decía el millonario Sawiris al llegar al estudio en El Cairo de la emisora de noticias Al Arabiya. "¿Le han hostigado los manifestantes?", le preguntaba el moderador. "No, al contrario, me han vitoreado", comentaba radiante de alegría. Apenas puede creer que pueda expresar de repente su opinión de forma abierta en el país. Como antes en Túnez, en Egipto en pocos días un pueblo entero ha sido tocado por un viento de libertad de expresión. Incluso Mubarak, famoso por su testarudez, no ha podido escapar de ese espíritu. En su discurso televisivo de la noche del martes no pudo renunciar del todo a la pompa habitual ni dejar de insultar a los Hermanos Musulmanes, aunque sin mencionarlos directamente. Sin embargo, habló por primera vez como hombre. "Quiero morir en este país", señaló, sonando como las palabras de alguien que sabe que probablemente no vivirá mucho tiempo más.
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