Qué bien juegas, Betis (0-3)

Salamanca-betis · la crónica

La primera mitad verdiblanca, con dominio, orden y pegada ante un Salamanca bien puesto, lo mejor de esta temporada. El desplome de Miguel García antes de la hora de juego acabó prácticamente con el partido

Emana celebra, sombrero en mano, el gol de la sentencia bética. / LOF
Emana celebra, sombrero en mano, el gol de la sentencia bética. / LOF
Javier Mérida / Salamanca Enviado Espec

24 de octubre 2010 - 14:14

Menos de una hora duró este nuevo envite entre Betis y Salamanca, que hace cuatro meses se vieron las caras aquí con ropajes muy distintos y poco después dirimieron su suerte copera en Heliópolis. Corría el minuto 58 de partido cuando, mientras Miguel Lopes reclamaba asistencia por su lesión, otro Miguel, en este caso García y del equipo local, caía desplomado sin nadie a su alrededor sobre el círculo central del terreno de juego.

Futbolistas de ambos equipos con las manos en la cabeza, lágrimas, desolación... y la incertidumbre de no saber qué vida corría por el interior del medio de cierre del Salamanca acabó definitivamente con el partido. A partir de ahí se jugó porque había que jugar, pero ni siquiera los futbolistas del Betis, incluido ese Emana que materializó un 0-3 que jamás debió celebrar, albergaban las mínimas ganas de competir.

Fue el triste epílogo a un buen partido de fútbol, a la lección más hermosa de este gran Betis que ha ahormado Pepe Mel y que da la impresión, cada vez que atisba el césped, de que es invulnerable a cuantos ataques puedan llegarle, habitualmente desde dentro de sus entrañas.

Nada que ver con aquel equipo que se presentara dubitativo en este mismo escenario el pasado 13 de junio, el cuadro verdiblanco ha adquirido de la mano de su nuevo técnico un arrojo y un hambre que lo conducen al éxito de manera indefectible.

Ordenado el Salamanca, ordenadísimo, muy por encima el equipo de sus individualidades. Pero pronto se vio que este buen equipo con mano de entrenador detrás nada iba a tener que hacer ante otro superior en todas las facetas del juego. Querer el balón no es sinónimo de tenerlo siempre, pero en el caso del Betis los porcentajes son muy altos. El rival, ya sea el Salamanca o el resto de los que ha tenido hasta la fecha, apenas le discuten. Es imposible discutir nada con un equipo como éste.

Porque si usted es asiduo de debates y tertulias en las que se habla y no se para sobre qué es jugar bien, a partir de hoy lo va a tener muy fácil: jugar bien al fútbol es hacer lo que hizo el Betis en la primera mitad. Ni más, ni menos.

No conceder ni una sola ocasión clara de gol al equipo local y disponer de cuatro o cinco con la premisa del juego elaborado como estandarte es suficiente.

Pero es que nada en este equipo ocurre por casualidad. Miki Roqué se esta haciendo hombre junto al infalible Dorado y la colocación de la defensa y su sentido de la anticipación son barreras insuperables para delanteros de cierto empaque en la categoría como Juanjo y Marcos Márquez, ambos de pasado sevillista y anulados por la excelsa pareja de centrales verdiblanca.

No tiene el Betis futbolistas clave, porque cada uno desempeña su función con pulcritud, pero la lección de fútbol defensivo desarrollada ayer por Iriney debería ser incluida en todos los manuales que expliquen cómo debe comportarse sobre un campo de fútbol un medio de cierre. Sólo la fe con la que el brasileño va a la disputa de cada balón le hace ya ganador, como mínimo, de la mitad de ellos. Sus golpes de riñón para bascular de lado a lado en su intención de cerrar cualquier espacio que la movilidad del dibujo haya propiciado no pueden resultar más generosos.

Y, claro, con semejantes pilares, es más fácil que Beñat, Salva Sevilla, Emana y Rubén Castro se busquen siempre y se encuentren a menudo. El balón llega a ellos limpio, como deseando ser jugado. De lado a lado, de atrás hacia adelante cuando la circulación de la pelota adquiere un ritmo cercano al vértigo, el ataque bético es demoledor. Dos goles, un posible penalti a Rubén Castro, un disparo al palo de Emana... Mucho fútbol para que el Salamanca se sienta ninguneado y hasta harto del partido mucho antes de que sucediese la desgracia del desmayo de Miguel García.

Entonces ya apenas ocurrió nada, pero el fútbol desarrollado por el Betis en el Helmántico es imborrable, incuestionable. Pocas veces un equipo en esta categoría ofrece de forma temprana la sensación de que va a ganar el partido sí o sí. El Betis, ayer, lo hizo. Entre muchas causas porque tiene hambre y cree a pies juntillas en todo cuanto realiza. Porque al equipo hoy no le falta un perejil y hasta a balón parado es poderosísimo. Sólo el intangible Emana puede descentrarlo, pero si el camerunés se aleja de frivolidades y mira con fe y músculo hacia la puerta contraria, está prácticamente todo dicho.

Su superioridad sobre el partido se sintió en todos los órdenes, pero principalmente en el que afecta a la psique, a esa manera de afrontar los encuentros como si se jugase a una sola carta lo que se jugó aquí el año pasado y no supo rescatar.

Jorge Molina, Arzu, Belenguer, Jonathan Pereira... Jugadores, todos, destinados a un papel relevante y que se las van a ver y desear para hallar un sitio. Porque a su rebufo, a su silencio competitivo, están creciendo Beñat, Miki Roqué, Israel, Ezequiel... Una savia nueva tan necesaria como útil para que este equipo se vea libre sobre un campo de fútbol. Una libertad sin fronteras que tiene sus cimientos en la idea de un entrenador y la fe de un grupo. Por eso juega tan bien este Betis.

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