Tragedia de las gordas (3-4)

Previa de champions· vuelta

El Sevilla vivió su noche más amarga en lo deportivo de la década y cayó ante un Braga muy superior. El exceso de peones atacantes desorganizó al equipo ante un rival más trabajado.

El Braga sorprende en Nervión y deja al Sevilla sin 'Champions'

Foto: Manuel Gomez
El Braga sorprende en Nervión y deja al Sevilla sin 'Champions' Foto: Manuel Gomez
Francisco José Ortega

24 de agosto 2010 - 22:39

Frustración grande para un Sevilla que hizo bueno el dicho de que quien juega con fuego puede llegar a quemarse. Los blancos no sólo fueron incapaces de darle la vuelta a la derrota por 1-0 de Braga, sino que además fueron todo el partido a remolque del modesto equipo portugués y acabaron perdiendo incluso en su propio terreno. Cierto que los hombres de Antonio Álvarez, al menos, mostraron orgullo para dejarse hasta la última gota de sudor en una lucha más propia de la impotencia que de otra cosa, pero en el fútbol no basta con eso. En este deporte, como en la mayor parte las cuestiones vitales, hay que hacer las cosas bien y en el Sevilla se han cometido últimamente más errores de la cuenta.

Porque el Sevilla, quiérase o no y pese a ese título copero que tan brillantemente conquistara ante el Atlético, transmite la sensación de un empobrecimiento de su plantilla. Evidentemente, ya no queda casi nada de los tiempos en los que sus futbolistas de serie A eran una amplia mayoría cuando se juntaban en el once inicial. Léase Daniel, Poulsen, Keita o Adriano, por citar a los que ya no están, pero también Kanoute, Renato, Luis Fabiano, Palop y Escudé tenían algunos achaques menos en su mochila, porque éstos, como todos, celebran los cumpleaños hacia delante, jamás hacia detrás. Sí está Jesús Navas, ha irrumpido Perotti, pero el problema es que ninguno del resto de los llegados después, muchos de ellos con un coste muy superior a los mil millones de las antiguas pesetas, se ha confirmado, ni muchísimo menos, como un pilar sólido dentro del edificio. Y eso, claro, va erosionando los cimientos.

Pero no sólo cabe centrarlo todo en la planificación deportiva, también se creó un elemento externo en lo que Johan Cruyff definiera perfectamente como el entorno en sus tiempos de entrenador del Barcelona. Las exigencias, con ser positivas algunas veces, otras conducen a decisiones erróneas y ahí está todo el movimiento originado respecto a un banquillo que no era respetado ni siquiera cuando el equipo era segundo en la Liga en Navidad o cuando se clasificaba, por muy mal que jugase ese día, que lo hizo, para una final de Copa. La consecuencia, tal vez, fue nadar a favor de corriente y colocar en el puesto a un hombre que sí comulgaba con las ideas que manaban de ese entorno, con tocar la pelota, con parecerse en definitiva al campeonísimo Juande Ramos sin tener en cuenta que ya no estaba en la plantilla Daniel, sobre todo Daniel, ni otros futbolistas, además del envejecimiento de los antes citados.

No se trata, para nada, de señalar con el dedo acusador a la figura de Antonio Álvarez, pues sería tremendamente injusto hacerlo, pero quién puede discutir que muchas decisiones, de haberlas tomado Manolo Jiménez, que también puede ser nombrado sin que sea un tabú, lo hubieran conducido prácticamente a la hoguera futbolística. En definitiva, son muchas cosas las que se meten de golpe en la coctelera y al sevillismo le tocó vivir la frustración más grande de las últimas décadas. Cierto que el análisis debe ser sosegado, pero queda muy poco tiempo para el inicio de la Liga, cuatro días escasos, y la verdad es que las dudas respecto al proyecto se han ido multiplicando de manera geométrica.

Pero, además, ayer se disputó un partido de fútbol entre el Sevilla y el Sporting de Braga, entre dos equipos en las antípodas. Uno, cargado de futbolistas internacionales y con fichas bastante elevadas; otro, con jugadores de un segundo nivel teórico. ¿Qué falló entonces para que el pequeño se tragara literalmente al más poderoso? Bien sencillo, jugó un equipo organizado contra otro desequilibrado que mete cuatro delanteros y un medio centro sin físico para hacer de contrapeso, como Cigarini. Además, el primer error se produce en Braga con ese gilifútbol que practicaron los nervionenses en el primer periodo de tocar y tocar sin ninguna profundidad, todo lo contrario de un adversario que sabía perfectamente dónde debía dirigir los dardos para hacerle daño al rival.

Por ahí empezó a caer un Sevilla que ayer, al contrario que en Barcelona, sí fue un quiero y no puedo. Los blancos buscaron las fórmulas para remontar, pero no las hallaron y se toparon con un adversario que sí estaba organizado para mostrar una efectividad letal en sus contras. Matheus y Lima torpedearon a un Sevilla que lo intentaba sin ningún éxito. Ora doblaba por la derecha con Jesús Navas y Konko, ora bombeaba balones, ora cualquier otra cosa, pero todas se producían sin el ritmo y sin la organización de las piezas necesarios para hacerle daño al Braga. Éste, por contra, estaba ahí, ordenado, sabiendo esperar para atacar a su presa y se limitó a tener paciencia, a dejar que el conjunto de Álvarez, como en la ida en Portugal, cayera fruto de sus propios errores individuales y colectivos.

El primero fue defender tan mal una salida del Braga por el centro, con el balón conducido y sin capacidad ninguna para robarlo. Zokora no llegó, Fazio tampoco cuando la contra ya estaba lanzada desde más arriba y encima el rechazo de Palop al disparo de Paulo César tampoco fue muy eficaz. Matheus se encargó de castigar a ese mal entramado defensivo.

Encima los embates tampoco tenían continuidad; la circulación, por el calor, por la escasa preparación, por el césped alto, por el estilo de fútbol de un Cigarini que es italiano, no se olvide, o por lo que fuera, era muy lenta, excesivamente previsible y esto condujo al Sevilla a ese ejercicio de impotencia.

Tras el intermedio fue más de lo mismo, sin que manaran soluciones desde el banquillo antes de que Matheus facilitara la puntilla a Lima en otra contra con todos los peones sevillistas descolocados. El 0-2 era ya definitivo y cualquier intento de remontarlo se quedó en un ejercicio de orgullo por parte de unos futbolistas que tienen un amor propio incuestionable.

El fracaso, la frustración, la tragedia, o como se prefiera llamarlo, de este Sevilla se había consumado. No sólo ha perdido la entidad muchos millones, también ha ganado al mismo tiempo millones de dudas respecto al proyecto. No queda otra que superar la situación, es evidente, pero ya hay cosas irrecuperables para siempre.

Árbitro: Nicola Rizzoli H (italiano). Sin mayores problemas salvo alguna tángana.

Tarjetas: Amarillas Elderson (15'), Leandro Salino (18'), Aguiar (43'), Zokora (43'), Escudé (86') y Perotti (87').

Goles 0-1 (31') Matheus. Contragolpe que no cortan Zokora y Fazio, dispara Paulo César y el mal rechazo de Palop lo remata Matheus. 0-2 (58') Lima. Matheus supera a Escudé y su centro atrás lo remata en solitario Lima a placer. 1-2 (60') Luis Fabiano. Balón que roba Fazio y da un pase a Luis Fabiano, quien marca con la derecha en un grave error de Felipe. 2-2 (84') Jesús Navas. Balón que peina Kanoute hacia atrás, no llega al despeje Elderson y Jesús Navas marca con la derecha. 2-3 (85') Lima. Pase de Silvio hacia Lima, éste supera la salida de Palop y marca a puerta vacía. 2-4 (90') Lima. Córner que saca Alan y cabecea Lima en el primer poste. 3-4 (91') Kanoute. Centro de Jesús Navas y cabecea solo Kanoute.

Incidencias: Partido de vuelta de la ronda previa de la Liga de Campeones disputado en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán ante 35.000 espectadores. El Braga gana por 5-3.

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