Falta lo que antes decidía, efectividad (0-0)

Betis - Valladolid · la crónica

El Betis echa de menos a su goleador Rubén Castro y no pasa del empate a cero ante el Valladolid. Los béticos hicieron méritos para salir como ganadores del litigio, pero no fueron capaces de acertar arriba.

Foto: A. Pizarro
Foto: A. Pizarro
Francisco José Ortega / Sevilla

11 de febrero 2013 - 23:27

Insatisfactorio empate para el Betis en su lucha por volver a reencontrar las sensaciones que lo han llevado a pelear por los puestos no ya europeos, sino incluso de la Liga de Campeones. El equipo de Mel no pasó de la igualada a cero frente al Valladolid y lo hizo no por deméritos en su juego, sino por la carencia de una cualidad que le ha dado muchos puntos a lo largo del presente curso, la efectividad. Está claro que este Betis está careciendo durante este periodo más gris de esa característica tan determinante que lo condujo a ganar en Bilbao, en Vigo, en Getafe y en tantas y tantas plazas más, incluida la propia Valladolid con el error final del guardameta Jaime.

Ya le pasó en el partido de ida de la Copa del Rey en el Vicente Calderón en el comienzo de esta racha de dudas para los verdiblancos y tal vez mucho tuvieran que ver con ello también los resultados contra el Athletic Club y el Rayo Vallecano. Si, además, se cruza en el camino la lesión de Rubén Castro, pues está claro que el Betis puede tener problemas a la hora de decantar a su favor este tipo de partidos, esos encuentros en los que las fuerzas están más o menos equilibradas y que sólo tiran para un lado o para otro por la calidad de los hombres de arriba. Porque ayer el Betis acopió méritos para haber sumado los tres puntos a su casillero clasificatorio, pero esta vez le faltó cantar ese gol al que se hizo acreedor con su juego.

Vaya por delante que tampoco hay que hablar de un Betis excelso, de un equipo que hiciera un fútbol brillante y que, por tanto, barriera al rival del campo. El conjunto heliopolitano no tuvo un rendimiento superlativo, pero sí hizo lo suficiente, y de sobras, para haber conseguido un triunfo. Entre otras cosas porque sí supo anular las virtudes de un Valladolid al que le gusta estar en contacto permanente con el balón para sacarlo jugado desde su propio feudo y que esta vez apenas pudo hacerlo. Ésa fue la principal cualidad de los locales, de un Betis que supo ocupar mejor los espacios del campo para recuperar pronto la pelota y que, dentro de sus dificultades para acercarse hasta Dani Hernández, también gozó de ocasiones claras para haber decantado la partida a su favor, sobre todo en los remates de Jorge Molina y de Amaya en la recta final del litigio y también en alguno del delantero antes incluso de la segunda tarjeta que vio Rukavina.

Mel no se había guardado ninguna carta en la manga a la hora de preparar el encuentro. Ni siquiera la inesperada lesión de Rubén Castro lo condujo a cambiar de idea, había pensado en un sistema de 1-4-3-3 para equilibrar la lucha con el Valladolid en todas las zonas del campo y se limitó a cambiar pieza por pieza en la punta del ataque. Salió Jorge Molina en lugar de Rubén Castro y está claro que con esa permuta el equipo perdió gol, porque los datos objetivos así lo indican, y también cierta movilidad a la hora de cambiarle el paso a dos hombres duros de cintura como son Sereno y Jesús Rueda.

Quien iba a agradecer esa protección con Rubén Pérez por detrás y con Nono mucho más cerca de él fue Beñat. El centrocampista vasco, pese al inconveniente que le originó un golpe de Sereno que le abrió una brecha en el entrecejo no más comenzar el choque, con la consiguiente pérdida de visión debido al vendaje que le pusieron para evitar la hemorragia, sí supo conducir a los suyos esta vez. Con mucha más libertad, desprovisto de la tareas defensivas que otras veces está obligado a llevar a cabo por la posición que ocupa, Beñat entró mucho en contacto con el balón en las zonas donde más peligro genera. Tanto que pudo marcar poco después de los veinte minutos con un disparo que sorprendió a Dani Hernández y que éste sólo pudo repeler a última hora.

Beñat, además, encontró un socio ideal en la banda izquierda, donde Campbell se convertía en el futbolista más destacado del Betis durante la primera mitad del encuentro. El costarricense rompía en velocidad, cargaba de tarjetas al Valladolid y parecía que en cualquier momento iba a sentenciar la noche con un gol, pero siempre le faltaría algo para rematar la faena. Está claro que aún está en fase de aprendizaje y debe elegir mejor las opciones en determinadas situaciones. Claro que si no fuera así tal vez el Arsenal no lo hubiera prestado para que fuera ganando en ello.

El problema es que esa asociación con Campbell de Beñat se quedaba en asimétrica ante la escasa participación de un Pabón mucho más voluntarioso que efectivo y, sobre todo, muy incómodo como extremo derecho. La cuestión es que el Betis no llegaba a acertar, como tampoco lo hizo en el segundo periodo, cuando su dominio ya llegó a ser atosigante para un Valladolid que dio un paso atrás definitivo al irse Rukavina a los vestuarios. El Betis tenía el triunfo a tiro, pero entonces tal vez le faltara algo de cabeza, olvidarse de un corazón que lo impulsaba a ir a las bravas. O tal vez echara de menos también algo de frescura física. De lo que no hay duda es de que sí notó la falta de efectividad. Sin Rubén Castro es más complicado tenerla.

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