El bosque de los vencidos

Manuel J. Lombardo

18 de octubre 2010 - 05:00

Pan negro. Drama, España, 2010, 108 min. Dirección: Agustí Villaronga. Guión: A. V. (Novela de Emili Teixidor). Fotografía: Antonio Riestra. Música: José Manuel Pagán. Intérpretes: Francesc Colomer, Marina Comas, Nora Navas, Roger Casamajor, Laia Marull, Eduard Fernández, Sergi López.

Adaptación de la novela Pa negre, de Emili Teixidor, el séptimo largometraje de Agustí Villaronga no es exactamente "otro filme más sobre la guerra civil y la posguerra" para desgracia de los agoreros y detractores de turno. Pan negro toma desvíos hacia territorios poco transitados y, lo que es más interesante, lo hace a través de un estilizado sentido de la puesta en escena que deja en pañales a otras propuestas similares recientes, esas sí refrendadas por el gran público y la institución cinematográfica, donde brillan el acartonamiento o el academicismo al servicio de una (re)visión de la Historia acorde con cierto pensamiento políticamente correcto.

Fiel a su estética de la crueldad limítrofe con las formas del fantástico, Villaronga sabe apropiarse de los materiales de Teixidor para hacer una película muy suya, tal vez más integrada industrialmente que títulos como Tras el cristal, El niño de la luna, El pasajero clandestino o El Mar, aunque siempre dispuesta a ofrecer una mirada alejada del tópico o los maniqueísmos habituales del subgénero.

La Cataluña rural de 1944 resuena aquí en todo su esplendor realista como marco ancestral para diseccionar la degradación moral de un país contaminado por los rencores y las revanchas sin necesidad de enarbolar banderas ni discursos políticos. Uno de los grandes méritos de Pan Negro reside en su capacidad para diluir el frontismo y las rencillas de las dos Españas en un tratamiento telúrico y fantasmal que apunta a las esencias de la tragedia y a una cierta mitología rural (con el bosque como epicentro para misterios y leyendas) de la que emerge una inopinada poética del pesimismo.

El otro, sin duda, lo encontramos en una caligrafía visual al alcance de muy pocos cineastas de nuestro país. La imaginería marca de la casa, la puesta en escena o la fotografía (cortesía de Antonio Riestra) hacen de Pan Negro una película visualmente elocuente que entronca con las propias inquietudes y atmósferas del cine de su autor. Ya la primera secuencia, de una violencia seca y brutal, es toda una declaración de intenciones sobre la asunción de ese punto de vista infantil que contamina una historia de iniciación y descubrimiento sin paños calientes, una historia en la que se desenmascaran las leyendas, las filiaciones y los mitos para desvelar a machetazos de desencanto las verdades más íntimas y dolorosas en el ámbito familiar.

Es posible que entre los secundarios de lujo (López, Fernández, Marull) asomen las inercias esquemáticas del cine español de siempre, o que algunas secuencias se resuelvan por la poco recomendable vía del diálogo explicativo. En cualquier caso, Pan Negro es una cinta de una potencia y un aliento visual deslumbrantes, un cuento infantil para niños que han dejado de creer en cuentos, una crónica ambigua, descarnada y lírica sobre los falsos mitos que han construido nuestra historia.

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