Carmen Laffón, la poesía callada
Arte
La sede de la Fundación Cajasol acoge hasta enero una selección de los fondos que posee la entidad de la artista sevillana, una autora que siempre miró el mundo desde un singular lirismo
La ficha
'Carmen Laffón en la Colección Cajasol'. Sala Velázquez, Fundación Cajasol (C/Álvarez Quintero). Hasta el 10 de enero de 2021. De lunes a sábado, de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00
"Con frecuencia", escribía a finales de los 90 Antonio Cáceres en el catálogo de Carmen Laffón en la colección El Monte, "se trata de definir la obra de Carmen Laffón afirmando de ella algo tan vago como que es una especie de realismo lírico. También se suele insistir en que es una pintura intimista", analizaba a propósito de la muestra que albergó en 1997 la Sala Villasís sobre la creadora sevillana. "Esta frívola costumbre de buscar nombres", analizaba el especialista, "a ser posible sonoros e ingeniosos, para aplicarlos a cosas que no lo tienen, goza de una antigua reputación entre los críticos de arte. Pero no se trata de un juego inofensivo", advertía Cáceres, antes de concluir que "la obra de Carmen Laffón es en sí misma una criatura con vida propia tan en sazón y plena de vigor como para que este asunto de las definiciones nos ocupe", decía aquel texto, en el que su autor subrayaba que ya desde los comienzos de su carrera la artista presentaba los motivos que seguiría explorando más tarde. "A lo largo de su producción variarán los modos de expresión, pero no el repertorio de temas ni la elaboración sentimental que los envuelve. La naturaleza como reflejo de la vida interior; la presencia enigmática de las cosas; cierto anhelo de pureza, de afirmación moral de la persona, ya están en esos primeros cuadros".
Casi un cuarto de siglo después de aquella exposición abre sus puertas hasta el 10 de enero del próximo año Carmen Laffón en la Colección Cajasol, un recorrido por el camino personalísimo que ha hecho esta creadora fiel a sí misma e interesada en plasmar en sus lienzos una poesía callada. La cita, de la que es comisario el profesor y crítico de Diario de Sevilla Juan Bosco Díaz-Urmeneta, es uno de los vértices del Semestre Laffón, que completan la propuesta del CAAC La sal, una mirada a sus trabajos más recientes, inspirados en las salinas de Sanlúcar de Barrameda, que ya puede visitarse, y la muestra que el Bellas Artes de Sevilla dedica a uno de los proyectos más queridos por Laffón, El estudio de la calle Bolsa, programada desde este viernes hasta el 28 de febrero de 2021. "Cajasol era la única que podía hacer una antología de Carmen, porque si bien son muchas y muy importantes las instituciones que poseen obra de ella, lo cierto es que poseen piezas aisladas", señala Díaz-Urmeneta a este periódico, antes de matizar que lo que se exhibe es una "selección" de los fondos de la entidad sevillana, "donde está muy representada su primera época".
De esta etapa temprana destaca Muchacha de espaldas (1956), un óleo que Laffón pinta cuando aún no tiene los 25 años, tras regresar de una estancia en Italia a la que ha accedido becada por el entonces llamado Ministerio de Educación Nacional, pero que ya revela esa elegancia que será su sello. Díaz-Urmeneta asocia esta creación a otra de Ortega Muñoz, Figura en el paisaje (1952), pero mientras la pincelada de éste se interesa por "las tierras y los jornaleros pobres", Laffón parece plasmar "la incertidumbre de los jóvenes en años poco acogedores", desde un bajo punto de vista que estiliza la silueta de la muchacha. Dos años después, en 1958, firmará La playa, un lienzo que llama la atención porque en él su autora tantea otra expresividad, con colores intensos y unos personajes más irreales. "El cuadro tiene el atractivo de la experimentación", se lee en las cartelas de la muestra. "Los artistas prueban a veces caminos que después no continúan".
En el conjunto, que visitaron este lunes junto a Laffón la consejera de Cultura Patricia del Pozo y el presidente de la Fundación Cajasol Antonio Pulido, sobresale En Santa Adela. Mis padres en el jardín, una composición especialmente ligada a la biografía de Laffón al ser sus progenitores los protagonistas de la escena y su casa de La Jara, en Sanlúcar de Barrameda, la localización escogida. La pintora vuelca aquí su percepción de la vida, ese interés en los placeres sencillos –la madre hace punto, el padre lee– que aprendió a valorar en esa tierra. Se trata de un cuadro "muy meditado y reelaborado como apuntan las fechas" –se inició en 1978 y terminaría en 1995–, ejemplo notable de la emoción contenida que desprenden sus trabajos y de la maestría con que están realizados: este retrato, argumentan desde la muestra, "se hace en un jardín con ambición de paisaje pero en un espacio recogido como el de un interior. Las dos figuras no están ante un paisaje, que les sirva de fondo, sino recogidas e incorporadas en él, gracias a la ordenación paralela de los espacios: suelo, seto y sobre éste, un plano amarillo".
El itinerario, que abarca desde 1956 hasta 2015 y que junto a los fondos de Cajasol incorpora algunos préstamos, entre ellos el de La muerte de El Coli (1964), un homenaje al banderillero jerezano cedido por la Real Maestranza, reserva también un espacio para el género del bodegón, que la sevillana cultiva en piezas como el Bodegón de las granadas o el Bodegón siena, ambos de 1996 y en los que Laffón atrae al espectador con su sutileza. "En este Bodegón siena", reza una de las cartelas, "no se sabe si el mantel recoge las luces del ocaso ni si los trazos verdes del muro de fondo son ecos del jardín. En cualquier caso es pintura que hace olvidar la anécdota".
El viaje por el universo de la artista que dispone esta muestra deparará también curiosidades. Para el Premio Tomás Francisco Prieto, que le concedió la Casa de la Moneda, Laffón elaboró una medalla en la que eligió para el anverso el perfil de un muchacho, su sobrino nieto Manuel, y para el reverso un fragmento de un poema de Luis Cernuda. El relieve con estas dos caras es una de las curiosidades que se exhibe estos días en la Fundación Cajasol.
Anticipo de sus incursiones en el Guadalquivir, que tanta relevancia tendrá en su producción, se expone Sevilla desde el río, que dialoga con otras piezas como un óleo de su serie El Coto desde Sanlúcar o la más reciente Bajamar en La Jara. Una estampa con la Torre del Oro y la Giralda como protagonistas habría caído en otras manos en la obviedad, pero en la paleta sobria y lírica de Laffón, la ciudad aparece difuminada, se despliega sobre el lienzo evocadora y misteriosa. En el estudio: mesa y repisa, un bronce pintado de 2002 que pertenece también a la colección Cajasol, demuestra que nada es fruto del azar en la reconocida trayectoria de Laffón. Al plasmar su estudio, como hicieron Velázquez, Vermeer o Rembrandt, quiere "mostrar que el cuadro es producto de la reflexión, y no de la magia ni de la mera destreza". Que esa poesía que destila su obra entronca con un largo e incontestable linaje.
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