Cuatro incursiones en el tiempo
Ante el tiempo. Microrrelatos de resituación | Crítica
La comisaria Blanca del Río reúne en la sala Santa Inés trabajos de Mercedes Pimiento, Paco Chanivet, Cristina Mejías y José Iglesias García-Arenal en un proyecto del programa 'Iniciarte'
La ficha
Ante el tiempo. Microrrelatos de resituación. Programa Iniciarte. Sala Santa Inés (Doña María Coronel, 5), Sevilla. Hasta el 5 de enero de 2019
El recinto silencioso de una clausura posee siempre un aura, a veces enriquecida, como ocurre en el convento de Santa Inés, de una confluencia de rasgos históricos, no exentos de leyenda y otros claramente legendarios. La historia registra la dura vida de María Coronel, su marido muerto y sus bienes requisados por Pedro I, y la leyenda se explaya en el acoso que sufrió por el monarca. También reclaman su espacio en la leyenda los restos de una de las Once mil Vírgenes (enterrados, se dice, en el templo) y la memoria de Maese Pérez, el héroe de Gustavo Adolfo Bécquer. Todos esos rasgos dejan su huella en Sevilla que conviven con el olvido de nosotros, sus habitantes, sobre la precaria situación en la que viven las monjas.
Mercedes Pimiento (Sevilla, 1990) no tiene tanto en cuenta aquel aura cuanto esta huella. De ahí que sugiera de modo conciso la clausura del espacio de la clausura y lo acompañe con rasgos sencillos y veraces: naranjas como las que surgen en el patio, herrajes (unos reales, otros construidos en parafina), signo de la clausura, objetos de cera, mármoles y cerámicas. Los leves fragmentos de la identidad del convento (no sé si la que tiene realmente o la que le damos obedeciendo al tópico) contrastan con el acusado vacío de la instalación y la precariedad de los materiales que se irán deshaciendo por el sol o la lluvia. La obra se antoja un gozne entre la memoria y el olvido.
Paco Chanivet (Sevilla, 1984) prefiere hablar del tiempo circular, sea de la leyenda o de la historia. Su instalación (que de algún modo es, en conjunto, la inversión de un paso de palio) concita tres círculos animados además por la culpa. Uno de ellos mítico: la culpa de Adán y Eva, el pecado original que traza el círculo hacia la la expiación (trabajarás la tierra con el sudor de tu frente y parirás con dolor) y la redención. Otro científico, pero con ecos del mito: la ley de la gravedad difícilmente puede separarse de los ascensos y caídas, que desafían la pretendida eternidad de los imperios. El tercer círculo es el de la deuda pública, consecuencia directa de los ciclos de expansión y reflujo del capitalismo, los devotos del liberalismo puro la convierten en culpa que han de pagar quienes viven de su trabajo aunque sea consecuencia de los excesos de quienes sólo viven para acumular beneficios. En tiempos en que las miradas críticas a la realidad están vetadas, no viene mal el intento de Chanivet, por enigmática que sea su obra.
Benedetto Croce escribió que toda historia es siempre historia contemporánea y Benjamin nos dejó dicho que había que pasar a la historia el peine a contrapelo. Esas dos ideas parecen animar el trabajo de José Iglesias García-Arenal. Sobre un soporte más industrial que académico o artístico (un palé: el tramado de tablas con que cargan las elevadoras) ha colocado una maqueta de la estructura del Archivo de Indias y unos voluminosos archivadores del tipo A-Z.
La maqueta es de metacrilato, como si incitara a ver cuanto guarda el edificio. Los archivadores encierran una profusa sucesión de hechos y reflexiones, engarzada como una gran malla donde cada nodo se abre en direcciones inesperadas. Recuerda los orígenes del edificio, la lonja de mercaderes que antes negociaban entre las Gradas de la Catedral y el Patio de los Naranjos, traza el recorrido de los documentos de América hasta llegar a este emplazamiento, presenta, mediante fragmentos, las destrucciones de la conquista y los sufrimientos de los conquistados, evoca la fría lógica de los imperios que en los tiempos de globalización pasa de la indiferencia hacia los países pobres a la crueldad con los emigrantes. Iglesias hace todo ello con un texto cáustico y sugerente. Una versión del archivo personal, atrevida y fecunda.
Cristina Mejías (Jerez de la Frontera, 1986) aborda el tiempo desde una perspectiva algo diferente. Pisa el resbaladizo terreno que media entre la historia y la leyenda (como Mercedes Pimiento y Paco Chilavert) y establece conexiones inesperadas, como José Iglesias, pero a todo ello incorpora otro tiempo el que media entre el objeto y la imagen. Así, desde los Pinares de la Algaida filma, apoyándose en los restos arqueológicos de El Tesorillo, la memoria del mito de la Atlántida, y funde fragmentos de las orillas del Guadalquivir, árboles de Doñana, salinas de Bonanza y panorámicas de Sanlúcar de Barrameda. Es la mirada que aguarda alojada en la espera de una imagen que tal vez nunca llegará. De este modo sutil sugiere la cercanía y la distancia que median entre la mirada y la memoria.
La muestra cumple sobradamente las expectativas de un proyecto ambicioso y bien resuelto por la comisaria Blanca del Río. Las instalaciones de Iglesias y Mejías acompañan con solvencia sus obras y si algo se echa de menos son paneles explicativos que aclaren el alcance de las obras.
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