Olafur Eliasson: El artista y la comunidad

Exposición en el Guggenheim

El Guggenheim acoge 'En la vida real', una retrospectiva del danés Olafur Eliasson que revisa su preocupación por el planeta y su interés en el modo en el que percibimos el mundo

'Tu visión espiral', una de las obras más llamativas de la muestra.
'Tu visión espiral', una de las obras más llamativas de la muestra. / Luis Tejido / Efe

En Tu sombra incierta (color), una de las obras que expone Olafur Eliasson en el Guggenheim de Bilbao, cinco focos de diferentes tonalidades dirigen su luz hacia una pared blanca y aguardan la entrada del público: serán los visitantes, con sus figuras proyectándose en ese muro, los que den movimiento y sentido a esa instalación y generen la cautivadora belleza que se apodera finalmente del espacio. Esa creación puede verse como un símbolo del trabajo del autor danés (Copenhague, 1967), que en su ya larga y exitosa trayectoria –es uno de los artistas más destacados de la escena actual– ha buscado la implicación de los espectadores y ha concebido su oficio como un diálogo con la comunidad.

Revelador es también que Eliasson haya titulado la muestra que acoge el Guggenheim hasta el 21 de junio, una selección de obras creadas por el autor entre 1990 y este mismo año, con el nombre de En la vida real. "Cuando llega a un museo, el arte no tiene por qué mirar hacia el pasado. Tiene que conectar con el presente, con la realidad", sostiene el escandinavo, que cree que las exposiciones pueden ser "una forma de acercarte al mundo, de verlo con más definición".

El poderoso imaginario de Eliasson indaga, entre otras cuestiones, en la relación entre el hombre y la naturaleza y avisa del imparable avance del cambio climático. En 1999, el autor viajó a la patria de sus progenitores, Islandia, y fotografió docenas de glaciares. Dos décadas después, el pasado año, regresó al mismo paisaje para retratar ese enclave y comprobar sobre el terreno las secuelas del calentamiento global. "Entre el momento en que tomé las primeras imágenes y el tiempo en que hice las últimas he realizado casi todo el trabajo que se puede ver aquí", dice sobre el contenido de la exposición, organizada junto a la Tate Modern de Londres y patrocinada por Iberdrola.

“Un museo no tiene que mirar hacia el pasado, debe conectar con el presente”, opina

Esa conciencia ecológica se trasluce en obras como la cascada de más de 11 metros de altura que cae de un andamio y Eliasson ha colocado en las afueras del Guggenheim, y con la que se topa "cualquier persona que pase cerca del museo", advierte la comisaria de la muestra, Lucía Agirre. Una idea que el autor ya desarrolló antes en lugares como Sidney, Nueva York, São Paulo y Versalles y con la que lleva su preocupación por la naturaleza a entornos urbanos. Otras piezas que inciden en esta línea son una Máquina de olas que fabrica sosegadas y sutiles ondulaciones o una Pared de liquen, una mullida alfombra de hongos que adorna una sala y con la que Eliasson investiga cómo reacciona ese organismo vivo en el hábitat de un museo. El autor planteó esa obra a principios de los 90, "cuando me empezaba a interesar la arquitectura ecológica y quería saber si podía plantar algo sobre una pared... lo que han hecho luego otros, y mejor", reconoce con humildad.

El artista considera que "el espacio público es un parlamento" e invita a menudo a la reflexión desde lo lúdico."Lo interesante de Eliasson es que alerta del cambio climático, pero lo hace con esperanza, de una manera positiva. Nos dice que nosotros podemos cambiar las cosas y no se queda en el discurso fatalista", afirma Agirre sobre el autor.

Olafur Eliasson, ante la 'Pared de liquen'.
Olafur Eliasson, ante la 'Pared de liquen'. / Luis Tejido / Efe

El hielo es otro de los materiales a los que vuelve una y otra vez Eliasson en su retrato del cambio climático. Vaciados en bronce que revelan el hueco que deja un glaciar cuando se derrite o los dibujos que crean bloques de hielo previamente coloreados sobre el papel advierten del impacto que está teniendo en el planeta la actuación del hombre.

Eliasson, nombrado recientemente embajador de Buena Voluntad de la ONU para la acción climática y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), sabe que hay que articular una respuesta para frenar el desastre. "Las cosas están cambiando. Hoy, alguien puede denunciar a la ciudad de Londres por la mala calidad del aire y ganar esa demanda, o no se pueden levantar rascacielos que interfieran en el camino de las aves migratorias. Vivimos en una sociedad que no gira ya sólo alrededor de lo humano, y ahí es donde yo me encuentro", explica el autor, que entre otras iniciativas promueve Little Sun, una lámpara que se activa por la energía solar que él ha diseñado y se concibe para comunidades que carecen de acceso a la luz eléctrica.

Eliasson, que en sus creaciones dialoga con disciplinas como la arquitectura, la ciencia o la danza, manifiesta su compromiso con la sostenibilidad también en el campo de la alimentación, un interés que lleva en los genes y que ha podido desarrollar en su estudio de Berlín. "Mi padre era cocinero en un buque pesquero, y después mi hermana quiso ser chef. Me crié junto a la comida", recuerda. "Y cuando tuve un estudio, los que formábamos parte de él empezamos a cocinar juntos y a recoger los platos, porque esa dinámica nos garantizaba la rutina de vernos una vez al día. Al principio el menú pasaba por pizzas congeladas, pero se fue sofisticando. Hace 16 años decidimos hacernos vegetarianos, y desde entonces la comida se ha convertido en un elemento muy importante en nuestras investigaciones. Invitamos a chefs y debatimos mucho sobre esta cuestión", apunta.

'Sala de maquetas'.
'Sala de maquetas'. / Guggenheim Bilbao

En la vida real profundiza también en otro de los temas esenciales de Olafur Eliasson: su estudio de la percepción, que aborda desde una obra marcadamente sensorial. "Hoy disponemos de tanta información que es muy difícil tener una experiencia, una relación física con algo", lamenta un creador preocupado por redefinir el contacto que tenemos con el mundo y que consiguió que el público abrazara unos bloques de hielo que instaló en París. Con sus instalaciones audaces e inesperadas el danés se interroga por cómo implicar a las personas en la obra de arte. "Cuando no hay nadie, esto no es nada", dice ante Tu sombra incierta (color), el trabajo que se activa con las sombras de los visitantes. "Esta pieza es como un espejo. La gente se ve proyectada y reacciona a ello, a menudo hace tonterías. Al principio no sabía cómo tomármelo, pero después pensé que la gente se libera, y eso es bueno", confiesa un artista que evita la solemnidad y a menudo recurre al humor en su charla. "Conozco a Frank Gehry desde hace 20 años, y la verdad es que estaba deseando mandarle un selfi con mi obra en su edificio", bromea.

El deshielo, la búsqueda de recursos sostenibles y la alimentación están entre sus inquietudes

¿Hasta qué punto la realidad no es relativa y depende de cómo nuestros sentidos la reciben e interpretan? En Tu visión espiral, una obra compuesta por espejos y acero, los espectadores se introducen en una estructura donde los reflejos pueden generar "cierta sensación de inestabilidad" y desmontan la mirada unívoca con la que contemplamos nuestro alrededor.

En Tu atlas atmosférico de color, Eliasson se sirve de luces fluorescentes, filtros de colores y generadores de niebla para hacer caminar al público entre una bruma que se reduce a tres colores primarios –rojo, verde y azul– en la que es una de las estancias más emocionantes y comentadas de la exposición. Y en otras salas, propuestas como Habitación para un color, donde una luz amarilla distorsiona la perspectiva de los visitantes y baña a los objetos y a las personas en tonos grises, o Belleza, donde la iluminación dirigida a una cortina de agua crea un sorprendente arcoíris, cuestionan con diferentes estrategias el modo en que observamos aquello que nos rodea.

'Tu sombra incierta (color)'.
'Tu sombra incierta (color)'. / Luis Tejido / Efe

A estas claves de la obra de Eliasson puede añadirse otra: su fascinación por la geometría. Una de las primeras vitrinas que se encuentra el visitante del Guggenheim contiene cerca de 450 modelos y prototipos que el creador diseñó junto a su equipo y el matemático y arquitecto islandés Einar Thorsteinn, un festival de posibilidades en el que conviven materiales y soportes como hilo de cobre, cartón, fotocopias, piezas de Lego, madera, espuma y bolas de goma y que normalmente forma parte del catálogo del Moderna Museet de Estocolmo.

Al final del recorrido, una pared con documentación y varios vídeos ilustran a los espectadores sobre la labor de investigación que se realiza en su estudio berlinés. Noticias y fotografías que dejan constancia de proyectos en los que han participado (como el edificio Harpa, un centro de conciertos y conferencias de Reikiavik) y preguntas con las que el nórdico y sus colaboradores se interrogan por el mundo en el que viven y cómo hacer del mañana un territorio mejor que el ayer. Eliasson no se equivocaba: los museos también pueden ser ventanas desde las que repensar el presente y divisar el futuro.

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