Nazario, de la rebeldía a la libertad
EXPOSICIÓN | HASTA EL 28 DE FEBRERO DE 2022
El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo recorre todas las facetas estéticas de este referente europeo del cómic, que convirtió el humor y el deseo en motores de su creación
Nazario (Castilleja del Campo, Sevilla, 1944), padre del underground español, fue maestro nacional antes que dibujante y en sus variados destinos, como Morón de la Frontera, intentó aplicar una máxima que había leído en El libro rojo del cole, una monografía de inspiración marxista publicada en Dinamarca en 1969 donde se alentaba a los jóvenes a cuestionar las normas sociales. "La primera receta que me adjudiqué de El libro rojo, que me compré en Francia cuando aún no estaba traducido aquí, era que ningún niño obediente podía ser un niño libre. Así que en mi clase los niños eran libres para mear cuando les apetecía, y yo dejaba entrar a los que otros tutores expulsaban al pasillo. Les daba libertad a todos pero les exigía que, cuando hubiera un examen, supieran lo mismo que los niños de las otras clases donde había un profesor con una vara leyendo el periódico y no se oía una mosca". Esa actitud, obviamente, le generó numerosos problemas -"me acusaban de todo"-, hasta que un día apareció un cura obrero del barrio y le pidió dibujar un panfleto político. "Me dio las directrices de lo que quería, imprimieron el panfleto por las dos caras, y ahí comenzó todo", evoca en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), que hasta el 28 de febrero le dedica su mayor retrospectiva en un museo.
Dibujos, pinturas, fotografías, vídeos y escrituras, entre otros medios, levantan acta en Nazario de la transgresora actitud vital y estética de este hombre de orígenes humildes que en Barcelona se convirtió en uno de los grandes dibujantes del cómic europeo. Y por eso -explica- su padre, que en tiempos de escasez procuró a toda costa "que pudiera estudiar algo útil en lugar de Bellas Artes", un día le telefoneó abrumado "porque los periódicos empezaban a definirme como el pope de la contracultura, y me dijo: 'Con el dinero que me he gastado en darte cultura parece una especie de burla".
Nazario comenzó en la adolescencia a hacer dibujos para acompañar dictados y textos, y de aquellas obras primigenias el comisario de la muestra y director del CAAC, Juan Antonio Álvarez Reyes, ha seleccionado una historieta sobre Juana de Arco realizada a lápiz en Sevilla con la que arranca esta exposición circular que desde finales de los años 60 a la actualidad, cuando realiza sus obsesivas y voyeuristas fotografías de la Plaza Real de Barcelona, sorprenderá "por la amplitud de los lenguajes y disciplinas estéticas empleadas", según la consejera de Cultura, Patricia del Pozo, que admira del dibujante "su vitalidad, su combate contra cualquier forma de represión y su reivindicación pionera de los derechos homosexuales".
Esta barroca retrospectiva incluye además algunos de los textos autobiográficos que Nazario Luque Vera ha dado a la imprenta en los últimos años, como el primer volumen de sus memorias, La vida cotidiana del dibujante underground, publicado por Anagrama, que también editó el segundo con sus confidencias sobre su formación sexual y cultural en los convulsos años sesenta y setenta (Sevilla y la Casita de las Pirañas). Los recuerdos allí vertidos, que le descubrieron como un memorialista sublime, se agolpan ahora en su conversación en la jornada inaugural de esta muestra, aplazada un año por la pandemia.
Para Álvarez Reyes, "la exposición se abre y cierra en Sevilla, donde se ha concebido este montaje, porque aunque su trayectoria artística se desarrolla en Barcelona, en la obra de Nazario aflora siempre con humor su nostalgia de la cultura y las costumbres andaluzas, al igual que ocurría en la de su gran amigo Ocaña". La primera parte del recorrido expositivo atiende su faceta como dibujante desde finales de los años 60 hasta sus últimos cómics de principios de los años 90. "La presencia del humor es siempre clave en su trabajo", valora el comisario.
En Morón de la Frontera, en contacto con el flamenco y el mundo hippie, pero también con los americanos de la base, Nazario descubrió el cómic underground estadounidense y la obra de Robert Crumb, determinante en la definición de su estilo gráfico.
Nazario reconoce, al ver reunido todo este material, que "lo mío desde siempre fue crear historias. Intenté pintar al óleo pero no era lo que me gustaba. También quise tocar la guitarra flamenca pero, por mucho que Diego del Gastor me enseñara falsetas y le acompañara en las fiestas con Juan Talega o Fernanda y Bernarda, aquello tampoco era lo mío. Lo mío era el cómic. Pero no me fui a Barcelona quemando las naves porque siempre he sido pragmático, así que pedí un traslado como maestro y terminé en una barriada pobre de emigrantes, la mayoría andaluces. Cuando llegué a Barcelona entre 1970-71 con aquella carpeta de dibujos sevillanos mis amigos me animaron a hacer cómics. Y así creamos en la casa de la calle Comercio la comuna de El Rrollo [con Farry, Javier Mariscal, Montesol y Pepichek], empezamos a inventar revistas y a editarlas semiclandestinamente y comenzó mi trayectoria como dibujante de cómic", rememora del colectivo que publicó el primer tebeo underground de España, El Rrollo Enmascarado.
La muestra ilustra con profusión el éxito de otro cómic editado por el grupo, Purita, una historia "inspirada por una amiga de Sevilla hija de militares y de clase media que vuelve a encontrarse con la pauta patriarcal de autoridad cuando se casa con el novio", la define su creador. Sin embargo, tras publicar otros cómics como Purita sobre la liberación de la mujer, a Nazario empezó a parecerle "todo un poco falso porque yo, como homosexual, tenía que defender los derechos de los homosexuales y sacarlos de la represión y la castración religiosa que sufrí desde pequeño en casa de mi madre y en el colegio". Con todas esas reflexiones, al instalarse en Barcelona, "hice una historieta llamada San Reprimonio [Tentación, martirio y triunfo de san Reprimonio virgen y mártir, 1971-72] que hoy forma parte de la colección permanente del Reina Sofía y, como siempre está expuesta, no ha podido viajar a Sevilla. Trata de un hombre que entra de noche en el Parque de María Luisa a ligar pero acaba siempre castrando su deseo para demostrarse a sí mismo que no caerá en el pecado de la homosexualidad; hasta que finalmente se corta el miembro viril que, cuando lo convierten en santo, es venerado en una especie de relicario".
De su actividad barcelonesa y la inmersión en el mundo canalla de los años 70 hay aquí numerosos testimonios procedentes de colecciones privadas y de museos como el Reina Sofía, que aporta los originales de Sábado, sabadete (1971-72), considerada una de sus mejores obras; también hay préstamos del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) o del Macba, que posee su cómic monográfico La piraña divina (1977), cuya persecución policial provocó la disolución del grupo.
A finales de esa década, y decidido a ampliar su compromiso con los derechos homosexuales, el sevillano creó el que ha sido el mayor hito de su carrera, la detective travesti Anarcoma, que se adentra en los bajos fondos de Barcelona. "Sus historias se han traducido a numerosos idiomas. Recientemente se ha publicado en Brasil y además me han comprado los derechos de autor para hacer una serie de televisión. Anarcoma ha sido el éxito que me ha permitido llevar la vida que llevo a estas edades", sonríe satisfecho. Anarcoma se hizo famosa en El Víbora -cuya primera portada dibujó Nazario en 1979- pero dos años antes el artista había publicado ya al personaje en la revista Rampa, como recoge la muestra del CAAC.
Otras estancias acercan su obra dedicada a la música y el rock, como su cubierta para el vinilo Ansia de Dogo y los Mercenarios, o su homenaje a Lou Reed, que luego el cantante utilizó sin permiso para la portada de un disco.
En los años 80 Nazario crea una versión libre de la obra Salomé de Oscar Wilde y trabaja durante varios años en su gran obra sincretista Turandot, hoy propiedad del CAAC, en la que a partir de la ópera con música de Puccini concibe todo el vestuario y la escenografía mezclando la tradición china con el barroco religioso andaluz.
En 1994 publica Alí Babá y los 40 maricones, la obra con la que se despide del cómic y que incluye un vibrante homenaje a su amigo Ocaña, al que esta exposición recuerda en varias series y en el cartel que Nazario realizó para las fiestas barcelonesas de la Merced.
"Primero Nazario dejó la guitarra, luego a principios de los 90 dejó el cómic y el alcohol, y entonces recuperó la pintura", explica el comisario de estas series de acuarelas que recrean la vida en las casas que dan a la Plaza Real: balcones, buhardillas, salones con bodegones de libros -Nazario es un gran lector-, palmeras... En esas obras de los 90 está muy presente el artista Alejandro Molina, su pareja durante 36 años, fallecido en 2014 y que le ha legado un centenar de plantas que Nazario cuida con exquisita fidelidad en el piso de 60 metros cuadrados que compartieron.
Por regarlas deberá regresar pronto a Barcelona aunque su nostalgia del sur es el hilo conductor de este viaje circular que concluye -o arranca- con cerámica de la Cartuja y postales de Sevilla en blanco y negro fotografiadas por Serrano que ilustran su faceta coleccionista y fetichista.
Nazario mantuvo siempre con Alejandro una relación abierta. Convivieron durante cuatro décadas aunque cada uno tenía novios y relaciones paralelas que no interferían con su proyecto en común, como se aprecia en la sala dedicada a sus fotografías homoeróticas, con ecos de Mapplethorpe, que el comisario ha ubicado tras la serie de vídeos y fotosecuencias captadas desde la ventana de la Plaza Real, igualmente obsesivas.
Álvarez Reyes reivindica esta etapa final de su trayectoria "porque es completamente singular" y revela que el motor del artista, antes y ahora, ha sido el deseo. "He renunciado al alcohol y al dibujo, pero a lo que no pienso renunciar es al sexo", corrobora Nazario.
Aunque ha hecho exposiciones en galerías y museos, como Nazario-Barcelona 1972-2022 en el Palau de la Virreina, él reconoce que ésta supera a todas. "No soy nacionalista en absoluto, ya se trate de nacionalismo catalán o de aquello de que mi virgen es la más guapa y mi pueblo el más bonito, pero me hace ilusión que esta muestra sea en mi ciudad. Cualquier sitio donde viva y lo pase bien es mi sitio, y desde hace 40 años es la Plaza Real de Barcelona. Pero me encanta Sevilla, comer churros en el bar La Centuria y pensarla de lejos".
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