"La negociación del presupuesto andaluz no será un camino de rosas"
Iván Espinosa de los Monteros | VOX
El portavoz de Vox en el Congreso de los Diputados, Iván Espinosa de los Monteros, exige que el PP y Cs tengan en cuenta el peso de su partido en el Parlamento de cara a las cuentas de 2020. Augura que Vox será el partido con mayor crecimiento el 10-N
Sevilla/Madrileño de la quinta del 71, es uno de los soportes más firmes de Santiago Abascal en Vox. Está consagrado al partido desde sus inicios, cuando apenas obtenían 50.000 votos en toda España. Su denuncia preferida es la del denominado “consenso progre”.
–¿Cataluña tiene solución?
–Sí, pero no rápida ni a corto plazo. El problema no es Cataluña, sino los separatistas catalanes y cómo se les ha permitido ir tomando posiciones cada vez más amenazantes hasta llegar al punto de desafiar al Estado y a la soberanía nacional. La solución consiste a corto plazo en que el Estado recupere el control, con las medidas necesarias para restablecer el orden. La segunda parte, a mucho más largo plazo, consiste en recuperar el afecto entre el conjunto de los catalanes y el resto de España. Esta labor lleva más tiempo y requiere de dosis de creatividad y de mucho esfuerzo, lo que no ha caracterizado los gobiernos de España en los últimos años. España ha abandonado a los españoles en Cataluña. Que Cataluña siga siendo España no es una amenaza, sino una bendición, porque estamos mucho mejor unidos. Es una pena que en una época en la que España no tiene gravísimas amenazas externas, nadie nos invade, no hay desastres naturales ni tenemos pestes, seamos nosotros mismos los que nos estamos creando los problemas en lugar de estar cómo estar pensando cómo podemos avanzar unidos.
–Si el cero es la extrema izquierda y el diez la extrema derecha, ¿usted dónde se sitúa?
–En el diez de la defensa de España, en el diez del patriotismo, en el diez de construcción del mejor futuro para nuestros hijos piensen lo que piensen. En el diez de restablecer el afecto entre los españoles, en el diez de la reconciliación que se había logrado en los setenta y ochenta y que ahora algunos están intentando destruir recuperando las dos Españas y la Guerra Civil.
–¿Cuáles son las diferencias para usted entre el PP y Ciudadanos?
–Es muy difícil ya distinguir al PP de Ciudadanos. La única diferencia es que uno parece que se recupera un poco y otro se está hundiendo. Pero si yo le pongo delante las declaraciones de unos y otros sería prácticamente imposible distinguirlas. Ahora mismo hay un consenso progre con el que se hace muy difícil hasta distinguir al PSOE. Los españoles tienen, en el fondo, dos opciones entre las que elegir el 10 de noviembre: Sánchez o VOX. El PP ya ha dicho que llegará a un acuerdo con Sánchez y Ciudadanos ha dicho que lo va a apoyar. Nosotros no vamos a apoyar a Pedro Sánchez. Nosotros vamos a pedir políticas diametralmente opuestas a las de Sánchez, como acabar con las comunidades autónomas que rompen la igualdad entre los españoles, las cuestiones sobre ideología de género y memoria histórica... En todos estos temas hay un absoluto consenso entre ellos. Hay muchos partidos para elegir, pero realmente sólo hay dos caminos.
–¿Vox le está sacando partido a su apoyo a la investidura del presidente Moreno?
–Estamos haciendo valer las ideas de los andaluces que nos han puesto en situación de defenderlas. Tenemos doce diputados valiosísimos que han sido los que han permitido cambiar el color del Palacio de San Telmo. Nosotros hacemos valer ideas, no hemos pedido nada para nosotros: ni puestos, ni consejeros, ni presidencias de empresas públicas... Todo eso se lo dejamos a los partidos de siempre. Nosotros defendemos ideas, valores y principios. Y eso lo hacemos en cada negociación, no sólo en la investidura. Se negoció para los presupuestos de 2019 y otra en vigor para 2020.
–El presidente Moreno ha reconocido que hay tensiones con ustedes en esa negociación. ¿Tendremos presupuesto?
–Si se respetan nuestras ideas de acuerdo con nuestro peso en el Parlamento, pues habrá un acuerdo. Y si no, pues no.
–¿Y qué ideas van a priorizar? Con 12 diputados no pueden imponer un programa completo.
–No quiero adelantar nada, porque no creo que sea bueno negociar a través de medios de comunicación. Las negociaciones son siempre muy complejas. En general somos partidarios de la restricción del gasto, de la reducción del peso de la autonomía,. de la devolución de competencias en sanidad y justicia... Hay que reducir el gasto político ineficiente.
–¿Hay voluntad de acuerdo?
–La tensión es propia de todo proceso negociador. Mentiríamos si decimos que todo va a ser un camino de rosas. No negociamos a tres bandas, sino Vox con los demás. Nosotros somos diferentes, por eso hay tensiones.
–¿Vox seguirá contando con el juez Serrano? Ha sido un icono para su partido, pero parece que se le va orillando.
–El juez Serrano es una parte valiosa del equipo de Vox en Andalucía. Tenemos once diputados más que son muy trabajadores. Nuestro portavoz Alejandro Hernández es un tipo espléndido. El juez Serrano es un tipo muy querido al que se le ha hecho sufrir mucho, sobre todo mediáticamente. Pasó un bache personal, se recuperó y se ha reincorporado con total normalidad.
–Ustedes lo combaten todo. Incluso practican una suerte de cuerpo contra periodistas en particular. ¿No cree que ese estilo genera una imagen cuando menos agreste?
–Sí, es posible. Los medios de comunicación en general transmiten una imagen de nosotros que no se corresponde con la real. Por eso cuando tenemos la oportunidad de hablar en un medio se suelen llevar una sorpresa. Cuando Santiago Abascal fue a El Hormiguero hace una semana, no sólo dio el dato de audiencia más alto después del programa de la Pantoja tras sufrir una entrevista durísima, sino que salió muy bien parado. Porque cuando lo ves en directo, sin filtros, gana mucho. Las ideas que defendemos son muy claras, pero se nos percibe de una manera mucho más dura de la real.
–¿Les hacen el vacío en el Congreso?
–Que nos hayan puesto en la última fila siendo el quinto grupo... Y nos han puesto ERC y el PNV delante. No es normal que nos hayan dejado en la última planta y fuera de la Mesa. Los partidos deben aceptar que Vox ha llegado para quedarse. Si las cosas van como intuimos, a partir del 10 de noviembre vamos a ser un partido muy consolidado y el de mayor crecimiento.
–¿Fueron víctimas en las generales de un exceso de optimismo?
–El resultado fue el que esperábamos, entre 2,5 y 3 millones de votos. Y sacamos 2,7 millones, que es un resultado extraordinario. La vez anterior obtuvimos 50.000. Lo que no esperábamos fue el grado de participación. En la última semana se agitó una campaña del miedo contra nosotros que movilizó probablemente a un millón de personas más. Ese millón votó con miedo, con un falso miedo. Cuando la gente nos conoce se da cuenta que ese miedo es infundado. Estamos en el ámbito inconstitucional con ideas mucho más sensatas que las izquierdas. Tendremos un resultado satisfactorio con un grado de participación normal.
–¿La irrupción de Errejón es un regalo para ustedes?
–Puede serlo y no. Hubo ocho provincias donde disputábamos un escaño al PSOE y a Unidas Podemos. En ocho provincias donde el PP no se jugaba ya nada no tuvimos ese escaño por menos de cuatro mil votos. En algunas como Huelva por solo 321 votos. Fueron 321 personas que por un falso miedo no votaron a Vox. A nosotros nos vota gente que viene de votar a opciones distintas, gente o bien que se quedaba en casa, o bien que votaba incluso al PSOE o a Podemos. Y el partido de Errejón, aunque tiene una ideología diametralmente opuesta a la nuestra, y aunque parezca imposible, puede arañar votos de gente trabajadora y sencilla que se ve defraudada por el sistema. La fragmentación de la izquierda nos puede ayudar en algunas provincias.
–¿Cree que la izquierda ha conseguido que cada vez que ustedes cuestionan aspectos concretos de la Ley de Violencia de Género parezcan estar directamente contra la mujer y contra la igualdad? ¿Han perdido esa lucha?
–Es muy difícil defender nuestra posición. Dificilísimo. Hay un consenso progre que abarca a todos los partidos, un consenso político y mediático amplísimo, amplificado por las fuerzas feministas subvencionadas. Hasta vimos al alcalde de Madrid diciendo que Javier Ortega Smith había interrumpido un minuto de silencio, cosa que no era verdad. Los políticos y las feministas se retroalimentan. Nosotros no subvencionaríamos a ninguna. Estamos fuera de ese consenso. Pero esto es muy difícil de explicar. Cuando uno está convencido de algo y nosotros señalamos las incoherencias de esa idea, cuesta mucho romper con las cosas. Esta batalla no se gana a corto plazo, pero a poco a poco la iremos sedimentando y explicando cada vez mejor. Cuanto más se nos permita hablar, mejor nos explicaremos. Nuestra posición, analizada con rigor, es la más sensata.
–¿Para usted quién era Franco?
–Un general de nuestra Historia que mandó en España mucho tiempo y del que tienen que hablar los historiadores.
–¿Usted es más de Raztinger o de Francisco?
–Yo soy más de Mazzinger Z, que es el de mi época (risas).
–¿No es una barbaridad cuestionar el estado de las autonomías? Hay pro puestas de ustedes tan rupturistas que inducen a la caricatura.
–El sistema nos ha traído un coste y una corrupción disparatados, un crecimiento del Estado absolutamente contrario al resto del país. España es, por un lado, uno de los Estados más eficientes a la hora de recaudar. Todo lo que sea cobrar es de una eficiencia extraordinaria. Pero, en cambio, hay dificultades cuando uno ha de recibir un servicio. ¿Por qué tenemos que tener 17 tarjetas sanitarias incompatibles entre sí? Si el DNI nos vale para pagar a Hacienda, por qué nos sirve para que nos atiendan en un hospital de Asturias o Andalucía. Hay 17 sistemas judiciales informáticos incompatibles entre sí. ¿Es tan difícil que la educación sea la misma en toda España y en el mismo idioma más allá de que se imparta la historia concreta de una zona? Todos hemos aprendido a hacer más con menos, desde las familias hasta los bancos, pero el Estado no. El 43% del PIB está en manos del Estado. Tenemos que recortar en aquello que no beneficia al estado del bienestar de los españoles, y que sólo repercute en el de los políticos.
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