La sequía dispara los precios de la uva en Jerez

Vendimia

Las bodegas “se rifan” la poca uva disponible por el auge de la demanda de materia prima para el envinado de botas o 'Sherry Casks'

Una vendimia mermada

El vino de Jerez cierra 2022 con una fuerte caída de ventas

Cuajado de la uva una vez superada la fase de floración en el viñedo del Marco.
Cuajado de la uva una vez superada la fase de floración en el viñedo del Marco.
Á. Espejo

21 de mayo 2023 - 08:00

"Dentro de lo malo, la viña está bastante bien y si llueven 40 o 50 litros, vendría fenomenal”. Miguel Pérez, secretario general de COAG-Cádiz, resume en estas palabras las buenas sensaciones que tienen los viticultores del Marco de Jerez de cara a la vendimia por el estado fenológico de la vid, en la fase de cuajado o cuaje tras la floración. Y que no se tuerza.

Luis Mateos, responsable de la empresa Vara y Pulgar, dedicada al asesoramiento en viñas, apuntala lo dicho por Pérez al asegurar que, a pesar del azote de la sequía para la inmensa mayoría de las producciones agrícolas de la campiña, el viñedo apunta maneras gracias al agua caída en invierno, espaciada y sin trombas, que “ha hecho jugo” en el subsuelo.

El presidente de los viñistas independientes de Asevi-Asaja, Francisco Guerrero, lo corrobora: “La viña está bien, está bonita, hay uva y si ahora caen por encima de 50 litros de agua, vendría de maravilla, siempre que junio y, sobre todo, julio sean meses suaves y sin muchas levanteras”. Eso sí, recuerda que la situación privilegiada de la viña frente a los rigores del clima se debe a la tierra albariza y su capacidad de retener humedad. ”Escarbas una cuarta y ya está húmedo, es la ventaja que tiene la albariza”, precisa.

Los viticultores corroboran el buen estado de la vid por la capacidad de retención de humedad de las tierras albarizas

50, 40 o incluso bastaría con 20 litros, opina Luis Mateos, que en su recorrido diario por viñedos de distintos pagos ha tenido oportunidad de comprobar que en casi todos los municipios del Marco hay más uva que la campaña pasada, la más madrugadora en la zona como consecuencia de un año malo de solemnidad, en el que las lluvias se hicieron esperar hasta la primavera tras un invierno muy seco, mientras que las sucesivas olas de calor en los albores del verano hicieron el resto. Ahora, sin embargo, el asesor en cuestiones de viñedo considera que “si la primavera y el verano respetan, la cosecha este año va a ser buena”, dentro de lo que cabe en las circunstancias actuales.

Guerrero, más comedido, confía como mal menor en repetir la producción de la última vendimia, la cuarta consecutiva en el actual ciclo de sequía que se quedó corta para atender las necesidades de reposición de las bodegas, a las que se suman las del envinado de botas para el posterior envejecimiento de destilados como el whisky, negocio que ha disparado la demanda de materia prima y, por extensión, su precio.

La vendimia de la inflación

Las bodegas, que en estos días buscan a la desesperada uva para sus vinos ante la escasez de oferta, contribuyen a la más que previsible subida de precios ante la que los viticultores cruzan los dedos para que no surja ningún contratiempo, léase tormenta de granizo que tire por tierra sus expectativas de cerrar un buen año ahora que en los mentideros del sector se habla de un incremento de hasta el 40% del precio respecto a la cosecha anterior.

Aunque muchos viñistas tienen compromisos a varios años vista con las bodegas en las que entregan su uva, los contratos de precios se acuerdan año a año, y aún no se han cerrado los de la próxima vendimia, entre otros motivos, porque están a la espera de que las cooperativas liquiden a los viticultores la campaña anterior, que de acuerdo con lo que se ha pagado por el mosto al deslío, promete bastante.

Tras cuatro cosechas mermadas y con el envinado de ‘Sherry Casks’ en pleno auge, la cotización de la bota de mosto de la última vendimia se ha duplicado, hasta alcanzar los 800 euros, situación que ha repercutido igualmente en el precio de venta de los vinos de Jerez. Los viñistas, después de muchos años en situación límite por la falta de rentabilidad de la vid, aspiran a engancharse a esta tendencia alcista y, de momento, las primeras ofertas oscilan entre 80 céntimos y un euro por el kilo de uva frente a los 70 céntimos de media de la vendimia anterior.

“Las bodegas están muy nerviosas porque el año pasado no cubrieron sus necesidades y el envinado demanda cada vez más vino y paga mejor, por lo que las propias bodegas están provocando la tensión de los precios”, argumenta Francisco Guerrero, quien espera que, en este contexto, los viñistas puedan sacar rédito al fin de su actividad.

El nerviosismo de las bodegas y el auge del ‘Sherry Cask’ contribuyen a tensionar los precios

Miguel Pérez da por seguro que el kilo de uva llegará este año al euro, básicamente porque “no hay materia prima suficiente para atender las necesidades del vino y del envinado, la combinación perfecta para que el precio suba”.

Luis Mateos, por su parte, constata que la falta de existencias –de materia prima para cubrir las necesidades de los vinos y vinagres de la Denominación de Origen y la de los ‘Sherry Casks’– es “brutal”, y añade que “lo que no tiene ningún sentido es que el continente valga más que el contenido”. Satisfecho, por tanto, con la revalorización de la viña y su fruto, a su juicio lo sorprendente es “que se haya cambiado el ritmo en tan poco tiempo”.

De la situación excedentaria que puso antaño contra las cuerdas a los productores del Marco de Jerez se ha pasado al déficit, con el que los viticultores refuerzan su posición para la negociación de los precios de sus cosechas en un año marcado, además, por el incremento de los costes, “no sólo de la producción, sino de la vida en general”, subraya Francisco Guerrero, en alusión a otro de los factores que va a influir en el precio que finalmente acuerden los viñistas independientes con las bodegas a título individual, pues los acuerdos sectoriales sobre los precios de la uva y el mosto pasaron a mejor vida después de la escabechina de las duras sanciones que impuso la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) hace ya algunos años.

Es la vendimia de la inflación y los nervios o la incertidumbre que reina entre las bodegas, principalmente aquellas que carecen de viñedo propio para garantizar, aunque sea, sus necesidades mínimas de reposición de existencias y que, según Guerrero, están “rifándose” la poca uva que hay disponible en el mercado, le viene bien al viticultor, que respira al fin después de mucho tiempo, demasiado quizás, en una posición de desventaja que ha empujado muchos a abandonar la actividad y sin relevo generacional que asegurase su continuidad.

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