Las víctimas del incendio de Huelva: "Nos quemamos, por favor, no podemos más"
Los tres jóvenes muertos en el incendio pidieron ayuda a gritos a través de una ventana antes de resultar intoxicados por el humo
Las rejas convirtieron la habitación en la que estaban en una una trampa mortal
La víctima de Lebrija, un joven estudiante y futbolista de la Lebrijana
"Nos quemamos, por favor, no podemos más". Los gritos de los tres jóvenes que murieron este martes en el incendio de Huelva permanecen grabados en la memoria de los vecinos de la calle Villanueva de los Castillejos, que asistieron impotentes al trágico desenlace del siniestro. Tres chicos permanecían atrapados en una habitación del Primero Derecha del número 10 de esta vía del barrio de Isla Chica. Pedían ayuda a gritos a través de una ventana cerrada con rejas, imposibles de arrancar, de la que empezaba a salir mucho humo. El salón del piso se había convertido en una enorme bola de fuego y las llamas salían con virulencia por el balcón. Siete chicos que estaban en ese momento en la vivienda lograron salir, con dificultades y heridos en algunos casos, a través del patio interior del vecino. Pero hubo tres que se vieron cercados por las llamas en una habitación y no pudieron escapar.
Los gritos despertaron a Rahma, una mujer de nacionalidad marroquí que reside en un piso frente al incendiado. Avisó a varios jóvenes con los que comparte vivienda. Mohamed, uno de ellos, intentó ayudar de alguna forma, pero vio que era imposible. "Sin la reja, podrían haber saltado, los hubiéramos cogido abajo. No hay tanta altura. Quizás se hubieran lastimado, pero no hubieran muerto". Mohamed grabó con su teléfono móvil el momento en que las llamas salían del piso. El audio, más que el vídeo, es desgarrador. Se oye a los estudiantes pedir ayuda insistentemente.
Sucedió a las ocho menos veinte minutos de la mañana, cuando todavía no había amanecido. Diez jóvenes habían pasado la noche de fiesta en el piso, en el que residían cuatro estudiantes, para celebrar el fin de los exámenes del primer cuatrimestre. Estudiaban Trabajo Social en la Universidad de Huelva. Ninguno de los cuatro inquilinos murió en el incendio. Los que perecieron en él eran amigos que los habían acompañado aquella noche. Murieron dos mujeres y un hombre, todos entre los 20 y los 21 años: Andrea Mejías, natural de Huelva; Sara Montero, de Valverde de Leganés (Badajoz); y Daniel Romero, de Lebrija.
Los tres estaban vivos cuando los sacaron de la vivienda, pero fallecieron camino del hospital. Daniel, de quien un profesor dijo después que era el mejor estudiante de la clase, estaba especialmente contento por lo bien que le había salido el examen de Derecho. Jugaba al fútbol en la Unión Balompédica Lebrijana y aspiraba, qué maldita paradoja, a ser bombero. Su pueblo decretó este martes tres días de luto oficial. "Era un cachito de pan, muy bueno, siempre nos daba ánimos a los demás compañeros", recordaba una joven a las puertas de la Facultad donde estudiaban, y donde a las cuatro de la tarde se celebró una reunión a la que asistieron decenas de alumnos, incluidos algunos de los supervivientes del incendio, acompañados por sus familiares.
"Estamos todos muy afectados, podríamos haber sido cualquiera de nosotros los que nos hubiéramos quedado en ese piso. Los profesores han estado mostrándonos su apoyo y recordándonos que tenemos un equipo de psicólogos a nuestra disposición. Aún no sabemos qué homenaje le haremos, pero sí que mañana hay una concentración", aseguraba una chica, que prefirió no identificarse. La concentración a la que se refiere es una que ha convocado la Universidad de Huelva para este miércoles a las doce del mediodía.
Una de las supervivientes del fuego, con una lesión visible en la pierna, explicó que pudieron escapar saliendo del piso e introduciéndose en la vivienda colindante, pues ya la escalera estaba cubierta de humo. Desde ahí salieron a un patio interior y pudieron escapar del bloque con vida. El dueño de la casa contigua indicó que era esa la única opción para salir. Tanto él como su novia habían logrado escapar por la escalera un instante antes de que ya fuera imposible. El vecino seguía muy afectado horas después del incendio. Cuando estaba fuera, regresó a la casa a por sus animales. Tiene dos gatos y un perro. "No encontraba a uno de los gatos", dice, y muestra unos arañazos en el pecho que le hizo el animal durante la evacuación.
Su novia la que se despertó al escuchar unos gritos. "Estaba a punto de hacerlo porque tenía que trabajar". Ella, que es sanitaria, llamó a los servicios de emergencias. Su pareja se asomó al balcón y ya vio las enormes llamas que salían del piso contiguo. "Los Bomberos no tardaron nada, tres o cuatro minutos, pero el incendio ya llevaba más tiempo en marcha". En efecto, el fuego estaba muy desarrollado y estaba devorando el piso entero cuando llegaron los bomberos, que no pudieron salvar a los jóvenes atrapados.
Sí pudieron llevar a algunos vecinos a la azotea, como es el caso de Fernando, residente en la tercera planta, que estuvo en el tejado con otras personas hasta que los Bomberos controlaron el fuego y ya se pudo volver a utilizar la escalera. "Me asomé antes al balcón y vi las llamas, escuché los gritos. El fuego era enorme. Yo mojé una toalla y la coloqué debajo de la puerta, para que no entrara el humo", cuenta este hombre. "No sé por qué no se les ocurrió coger los extintores, hay uno en cada planta y varios abajo", decía el vecino del piso colindante. "Quizás en ese momento no pensaron en eso", respondía otro. Ni tampoco cayeron en que era mejor mantener cerradas las ventanas y puertas.
A primera hora de la tarde de este martes, los vecinos pudieron regresar a sus viviendas, menos los del piso incendiado. El dueño de la vivienda trataba de arreglar algunas cuestiones con el seguro. Por la mañana cuentan que se hartó de llorar en plena calle. La mayoría de los residentes se disponían a sacar los enseres básicos para trasladarse a casa de algún familiar donde pasar la noche. "Sigue oliendo mucho a humo y está toda la escalera llena de suciedad, y hay muchas zonas sin luz".
Una de las cosas que no funciona es el porterillo electrónico. Un vecino abre e invita a la prensa a entrar. La escalera es un peligro. Está completamente cubierta de agua y restos del fuego, que la hacen resbaladiza. La barandilla se mueve y es inestable. No hay luz. Con las linternas de los teléfonos móviles se llega más fácil a la primera planta. El visitante se encuentra con el piso incendiado, en cuyo hueco de la puerta (ésta ha desaparecido, literalmente derretida) pueden leerse varios documentos judiciales que informan de que la vivienda ha sido precintada. "Prohibido el paso. Precintado por Policía Científica. Cuerpo Nacional de Policía", puede leerse, acompañado de un número de diligencias y el número del juzgado que lleva el caso, Instrucción 1 de Huelva.
Todo lo que se ve dentro es destrucción. Parece una imagen de guerra, una estampa apocalíptica de cualquier serie moderna. Es imposible identificar la mayoría de los objetos entre tanto hollín y ceniza. Los muebles han sido arrasados. Se observan los esqueletos de unas sillas y los muelles de un sofá. No hay rastro de la televisión. El olor a quemado sigue siendo muy intenso horas después.
La investigación apunta a que una estufa que estaba en el salón fue el origen del fuego. Los supervivientes así lo corroboran. "Todo lo que se ha contado es la verdad. Todos estábamos dormidos. Uno de los chicos se despertó y dio la voz de alarma y algunos pudimos salir". Que se abrieran las puertas y ventanas de la vivienda terminó siendo perjudicial, pues el oxígeno que entró en el piso avivó las llamas.
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