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El vecino más envidiado

Sevilla

El supuesto acertante del mayor premio que ha dado la Primitiva conoció su suerte mientras tomaba una cerveza en un bar del barrio. Se lleva un bote de más de 67 millones de euros.

1. En la fachada de la administración de lotería 108 de Sevilla, situada en la calle Pedro Romero del Polígono de San Pablo, se exhibe el cartel que anuncia que en dicho local se ha vendido el mayor premio de la Primitiva, dotado con más de 67 millones de euros (más de 11.000 millones de las antiguas pesetas). 2. Varios vecinos del Polígono de San Pablo hablan sobre el premio en un velador del bar El Emigrante, donde el supuesto acertante conoció que había sido agraciado por la fortuna. 3. Periodistas y curiosos llamaron ayer a la casa del que todos los vecinos aseguran que ha conseguido el premio histórico. 4. José Santos, propietario de la administración de lotería 108, muestra en su despacho un boleto de la Primitiva.
Diego J. Geniz

05 de agosto 2013 - 05:03

"Eso es falso. Se trata de una broma de los amigos, que tienen mucha guasa". Esta respuesta es la que se podía escuchar -vía porterillo electrónico- cuando los periodistas, vecinos y algún que otro curioso llamaba ayer al piso del supuesto acertante del mayor premio que ha dado la Primitiva: más de 67 millones de euros por los seis números de la combinación ganadora más el reintegro. Los rumores sobre la identidad del agraciado por la diosa Fortuna no tardaron en extenderse por el Polígono de San Pablo, donde se encuentra la administración de Loterías en la que se selló el boleto premiado. El nombre del que se ha convertido en el vecino más envidiado de este barrio responde a las iniciales R. C., tiene 78 años y es un bombero jubilado, casado y padre de tres hijos.

Este sevillano se encontraba en el bar El Emigrante, a pocos metros de su vivienda, cuando se percató de que su vida podía cambiar radicalmente. Fue allí donde conoció los números de la suerte. Era el establecimiento que frecuentaba casi todas las noches. La del sábado no iba a ser distinta. Junto a él se encontraban varios parroquianos del lugar. Entre ellos, Antonio Muñoz, fiel testigo de la escena: "Escuchamos la combinación ganadora y de momento reparó en que ésa era la que llevaba 20 años jugando a la Primitiva. Se le puso la cara blanca, con un aspecto muy malito. Se fue para su casa y ya no volvió a bajar más".

Este vecino del Polígono relata los hechos al día siguiente en un velador del mismo bar, punto de recreo de mayores y jóvenes durante las horas muertas de un domingo de agosto. Otro feligrés de El Emigrante es Manuel Seda, quien escucha atento la charla de Antonio Muñoz mientras rellena el crucigrama de un periódico. "Desde anoche no lo hemos visto más. Sólo podemos decir de él que es una excelente persona y que siempre que ha podido ha ayudado a las familias del barrio, tanto en su profesión de bombero como económicamente", relata Antonio Seda, a lo que su compañero de ocio añade que el supuesto acertante llegó al Polígono de San Pablo hace 44 años, "como todos nosotros".

El mayor premio de la Primitiva se ha adueñado de las conversaciones dominicales. El triunfo del Sevilla en el Trofeo Carranza y los últimos fichajes del Betis pasan a un segundo plano. Saber que la suerte se ha fijado por una vez en el Polígono dará que hablar para muchos días. Lo cuentan las vecinas de balcón a balcón. Una de las últimas en enterarse ha sido Pilar Leyva, otra de las residentes que lleva más años viviendo en la zona. "Dicen que es el bombero, el que tiene el piso ahí detrás", indica -haciendo uso del abanico- esta vecina, a cuyo lado se encuentra Fali, compañero de charlas de mediodía. "¡Ay, si a mí me tocara el premio qué regalo te iba a hacer, Fali, y qué pronto le quitaba yo a mi hija, que está en paro, la losa de la hipoteca", expresa esta sevillana que conoce "de vista" al supuesto ganador.

Junto a la casa del vecino del que todos hablan la mañana siguiente al sorteo hay revuelo de cámaras de televisión, fotógrafos, periodistas y gente con mucho tiempo libre. "Aquí es. Llama al porterillo a ver qué te dice", indica una de las personas que lleva más de media hora en el portal donde vive el presunto afortunado a la espera de que salga o haga una declaración contundente. Por ahora, todos los intentos han sido vanos. Pero por probar que no quede. A los pocos segundos de pulsar el botón se oye la voz de un hombre mayor. Cuando el periodista se presenta a través del altavoz la respuesta, con cierto titubeo, es la previsible: "Se ha equivocado. Eso es mentira. Se trata de una broma de estos guasones". Se le pide que baje a la calle a aclararlo, pero la propuesta cae en saco roto. "Prefiero no salir". Son las últimas palabras que se escuchan por el porterillo antes de concluir la escueta conversación.

Rocío Gutiérrez ha oído parte de la charla. Es una joven del barrio que viene con su amiga Rosa María Márquez para facilitar la labor periodística en la obtención de datos. Ambas lucen camisetas de tirantes de colores nada discretos. Se forma un corrillo con otros vecinos. Uno de ellos informa de que los agraciados son testigos de Jehová. Otro especifica que "sólo uno de los hijos". Hay un tercero que añade que los "tres hijos están en paro".

Las persianas del piso del supuesto acertante están casi echadas por completo. Sólo entra en su interior un resquicio de luz. Justo debajo, Pepi acaba de levantar las suyas. Al abrir la ventana se percata de la presencia de numerosas personas en la calle. "¿Qué pasa?", exclama esta vecina que asegura no saber nada del premio. Su siguiente pregunta es: "Pero, ¿ha tocado aquí?". Cuando le informan de que la persona que podría recibir los más de 67 millones de euros (más de 11.000 millones de las antiguas pesetas) vive justo encima suya muestra una mueca de sonrisa. "Me alegro mucho por él. Es una magnífica persona", apostilla.

Ante la evidencia de que no verán al multimillonario del Polígono, Rocío Gutiérrez y Rosa María Márquez deciden volver a sus casas. Es domingo y queda mucha faena doméstica por delante. Al preguntarles por lo que harían con ese dinero en caso de que el premio les tocara a ellas sus ojos se llenan de deleite. "Desde luego no iba a estar aquí. Lo primero que haría es irme a la playa a bañarme, porque la única diversión que tenemos los que no nos podemos pagar unas vacaciones, es refrescarnos por las tardes en el pilón de agua que hay en una plaza del barrio", afirma Rocío Gutiérrez, mientras mira de refilón la casa del agraciado.

A esa hora el café da paso a la cerveza, pero la conversación sigue siendo la misma. La suerte ha pasado por primera vez por el Polígono. Como para callarlo.

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