Las vacas flacas no rompen el techo del PP

El resto del tintero

· El PP tiene movilizado a todo su electorado, ya comprometido de por sí, pero aún no es suficiente · Si se mantiene el empate, IU sería clave y la formación sigue sin perder su suelo del 7,5%

Javier Arenas, ayer en el mitin de Rajoy en Alcalá.
Javier Arenas, ayer en el mitin de Rajoy en Alcalá.
Juan M. Marqués Perales

28 de febrero 2010 - 05:04

LAS crisis devoran a los gobiernos. Durante la campaña electoral que enfrentó al presidente Carter con el aspirante Ronald Reagan, el actor realizó la siguiente pregunta para que los votantes se respondieran a sí mismos: "¿Vive mejor que hace cuatro años?". El demócrata Carter volvió a sus cultivos de cacahuetes, mientras Reagan puso en marcha la revolución conservadora y se colgó la medalla del derrumbe posterior de la URSS. Hubo una corriente sociológica que mantuvo que el sentido del voto es absolutamente racional, que cada ciudadano realiza un balance retrospectivo y lo vuelca en las urnas. Pero las razones del voto se nutren de muchos afluentes: la ideología, la cultura política del entorno, el provecho propio... y, cada vez más, las características del candidato. Posiblemente, en el caso de Reagan, pesó mucho más lo emocional, su empatía -al fin y al cabo era un actor- que la mala gestión de Carter.

Las crisis económicas devoran a los gobiernos, pero no siempre. Felipe González fue, prácticamente, de crisis en crisis desde 1982 hasta 1994, y le agotaron más otras razones que las económicas. Angela Merkel, en Alemania, ha ganado en plena recesión.

En Andalucía, el Gobierno socialista está acusando la crisis. No hay duda de ello. Según el Barómetro Joly Andalucía que publicamos hoy, los socialistas y populares mantienen un empate técnico. El caso es que hace cinco meses estábamos en la misma situación. La amplia carrerilla que había cogido Javier Arenas en menos de dos años - ha recortado 9,1 puntos de los 9,5 que le sacó el PSOE en 2008- parece que se ha detenido. Al menos, hasta este momento, lo que abre la incógnita de si el PP tiene, en efecto, un techo en Andalucía a partir del cual comenzaría a encontrarse con otro tipo de factores emocionales que condicionan el voto.

El PP, mejor que nadie, sabe cuáles son. Juan Ojeda, dedicado hoy a las finanzas en el trasunto entre Cajasur y Unicajasur, fino periodista, buen analista y uno de los populares históricos de Andalucía, hablaba de ello el lunes pasado en su columna semanal de este diario, titulado en esa ocasión Cabeza y corazón.

Hay una mayoría de andaluces todavía con el corazón de izquierdas, venía a recordar Ojeda. Siendo cierto esto - en los sondeos, los andaluces se sitúan en términos generales en el centro izquierda, mientras al PP lo colocan más a su diestra-, éste es un factor que se va desgastando con el tiempo, como el recuerdo de la oposición de UCD y AP en el famoso 28-F de hace hoy 30 años, un pecado redimido por el apoyo de los populares de Javier Arenas al nuevo Estatuto de Andalucía. El voto de los nacidos a partir de los años sesenta se apoya cada vez menos en la ideología y más en el recuerdo de la gestión: y es que si no, no se entiende el éxito de los alcaldes populares en las grandes ciudades andaluzas, apoyados en parte por vecinos que, seguro, se consideran de izquierdas.

Así, que no es sólo una cuestión de posicionamiento ideológico lo que provoca que un 46,3% de los andaluces consultados no ven aún al PP como una alternativa creíble. Ojo, que el 49,4% sí aprecia al PP como una opción posible de gobierno, pero era de esperar que en este contexto de recesión y con una cifra oficial de parados de 868.085 personas el porcentaje fuera mayor. Según algunos sociólogos consultados por este medio, el PP comenzaría a ser una alternativa real a partir de que, al menos, un 60% lo viera de este modo.

¿Qué le falta? Primero, que la valoración del Gobierno andaluz y de su presidente no es tan mala -los primeros rozan el aprobado (4,8) y Griñán, aunque baja, se queda en el 5-, mientras que la oposición es suspendida (4,1) y también su líder (4,6). La posición mayoritaria, además, es que excepto en temas económicos, la oposición lo haría igual en asuntos como la educación y la sanidad, lo que no es poco para el PP, tratándose el PSOE de un partido socialdemócrata.

La pregunta es la siguiente: ¿Por qué alguien que no ha votado a Arenas en tres ocasiones anteriores lo va a a hacer ahora? Porque una debacle económica, mayor aún o sostenida, conviertan al cambio en lo más seducible. El electorado popular está plenamente movilizado, parece que hasta los tienen contados, así que a Arenas sólo le quedaría hacer creíble su seducción de cambio o -algo que nunca confiesan los estrategas del marketing político- desmotivar el voto socialista, hoy reatraído sobre todo por el papel de Rodríguez Zapatero. Y ahí entra en juego Griñán y su nueva estrategia, contenida en buena parte en su discurso de investidura. Ése es su reto.

A dos años de las elecciones -¡y qué inciertos son!-, sólo el tiempo nos dirá hasta dónde llega el techo del PP de Arenas. Claro, que con una IU que no se hunde (en ese 7,5% quedan pocos, pero fieles), el PSOE aún tiene comodín.

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