Alvise, radiografía de una fotocopia

La sorpresa en la Europeas llegó del sur

El éxito del agitador sevillano Luis Pérez en las europeas a lomos de la conspiranoia y del disparate nos habla del grado máximo de infantilización que ha alcanzado la política. Andalucía fue su mayor caladero de votos

Luis Pérez tras conocer el resultado en las votaciones de la pasada semana.
Pedro Ingelmo

16 de junio 2024 - 07:00

Rosamaría, una vecina de Algeciras, se levanta una mañana del pasado febrero, enciende su móvil y se encuentra este mensaje: “Os voy a secuestrar a tu hijo y a ti. A ti te voy a violar y luego os voy a descuartizar a los dos y los trozos se los vamos a enviar a Salvador en vídeo antes de atropellarle, malnacidos”. Salvador Blanco es su marido, que afirma que está pasando por un infierno desde que apareció su foto y su nombre como autor del asesinato de los dos guardias civiles en Barbate. Salvador grabó un vídeo en tik tok para demostrar su inocencia por algo de lo que nadie le había acusado. Sólo esa foto y su nombre en un canal de Telegram con este mensaje: «Salvador Blanco Nieto, uno de los detenidos tras el asesinato de tres guardias civiles anoche, y que se jactaba en su Facebook de relativizar la muerte de los agentes». No sólo Salvador no tenía que ver con el crimen, sino que ni siquiera ponía correctamente el número de víctimas. El autor del mensaje era Luis Pérez, el sevillano de 34 años que acaba de sacar tres actas de eurodiputado y 800.000 votos como líder de un artilugio político al que han llamado Se Acabó la Fiesta.

La pesadilla vivida por Salvador Blanco es consecuencia del propio método de trabajo que ha reconocido que utiliza este frustrado estudiante de ciencias políticas que viene de ser el asesor que ha acabado convirtiendo al actor Toni Cantó en un paria de la política. Según las palabras del propio Luis Pérez, su método de ‘informar’ contra la corrupción, palabra que se le cae continuamente de la boca, consiste en poner a sus cientos de miles de seguidores de Telegram, la red social más laxa a la hora de controlar sus contenidos, a investigar. Son ellos los que, según él, le proporcionan lo que aparece en su canal porque “la rumorología siempre ha funcionado en este país”. Y esos cientos de miles de seguidores creen ciegamente en sus rumores y no creen que exista otra cosa que esos rumores porque los medios de comunicación que no leen sólo saben mentir.

Luis Pérez: "La rumorología siempre ha funcionado en este país"

Fue el caso del joven de Córdoba Álvaro Prieto, que trágicamente falleció en la estación de Santa Justa en octubre del año pasado. Su cuerpo se encontró varios días después entre dos vagones. Luis Pérez publicó: “Cogen peso las pruebas del posible homicidio de Álvaro Prieto a manos de un grupo de gitanos”. Prieto murió electrocutado y ninguna línea de investigación policial se dirigió nunca en la dirección de la que hablaba Pérez. Sencillamente, se lo había inventado, pero su nota contenía ese sesgo de confirmación que tiene el racismo como gancho entre su público. Y el racismo es una de sus bazas fuertes.

Sus seguidores se dibujan como jóvenes (un 8% de los menores de 35 años que acudieron el pasado domingo a votar cogieron la papeleta de Pérez), varones (un 75% de sus votantes lo son), ex votantes de Vox (400.000 habían optado por este partido en los anteriores comicios), de clase acomodada (un 7% en los barrios de mayor renta) y andaluces (en todas las provincias superaron el 6%, con Málaga a la cabeza con un 7,5%, y seguidas por Almería con un 7% y Cádiz con un 6,5%). De este modo Andalucía adelantó a Madrid, que suele ser donde se cocinan estas hipertensiones. En Madrid obtuvo un 5% de los votos.

Esto supone un quebradero de cabeza para Vox, que era el partido al que Pérez se había acercado cuando abandonó Ciudadanos. Si la aventura de Pérez continúa, Vox puede quedarse sin un nicho de voto que tenía muy controlado y que constaba de esos jóvenes con ideas conspiranoicas con las que la formación de Abascal toreaba como podía para que no se le escapara el otro votante, algo más mayor, de ideas conservadoras, poco amigo de escuchar disparates.

De hecho, este fue el motivo de la ruptura entre Pérez y Vox. Pérez es el más beligerante antivacunas de este país, seguramente no por convicción incluso a pesar de la indigencia intelectual de la que hace gala, pero esos mensajes siempre le han acarreado mucho éxito. Vox se movió durante la pandemia entre dos aguas, pero estaba claro que la inmensa mayoría de sus votantes se vacunaba. En sus filas se encontraba el prestigioso hematólogo Juan Luis Steegmann, que como no podía ser de otro modo animó a la población a que se protegiera del virus. Pérez contestó con uno de sus ‘rumores’: ¿Qué independencia de criterio sobre vacunas podemos asumir de Usted como diputado de Vox cuando sólo en 2020 ha cobrado por sociedades suyas o vinculadas a usted mismo 858.000€ de J&J y 222.000€ de Pfizer?

Un discurso de retales

Abascal tuvo que escoger y escogió a su amigo Steegmann. A partir de entonces Pérez empezó a incluir a Vox en su discurso anticasta, copiando la técnica con la que había triunfado Podemos también en una europeas hace una década. Porque no hay una sola idea nueva en la no ideología de Pérez. Es una delirante verborrea, expresada con una mediocre oratoria, cosida con retales.

Para las elecciones ha copiado de dos extravagantes líderes del nuevo tiempo sus ideas fuerza: el salvadoreño Bukele y el argentino Milei. De Bukele ha cogido la idea de construir a las afueras de Madrid una macrocárcel “sin piscina ni gimnasio” en la que meter a corruptos, pederastas y violadores. Al tiempo también ha dicho algo de los tatuajes, como Bukele, pero matizando, ya que no puede olvidar que muchos de sus votantes y de sus más cercanos colaboradores los llevan. Comparar El Salvador de las maras con una España que es uno de los países del mundo con menor índice de delincuencia ya es suficientemente absurdo, pero es que además quizá no sepa porque no se lo han dicho los informantes que se mueven en su cámara de eco que España ya es el país de Europa occidental con un mayor índice de población reclusa.

De Milei, su auténtico héroe por su discurso antiEstado, ha copiado la idea de sortear su sueldo como eurodiputado mensualmente. Esto no es una medida altruista, sino una estrategia que a Milei le funcionó durante algún tiempo. Para participar en el sorteo habría que registrarse en sus redes, lo que le daría un mayor conocimiento y beneficios derivados de ese seguimiento. Y ciertamente a Pérez no le hace falta el dinero porque él ya ha explicado que lo gana bien con las contribuciones de sus seguidores y su trabajo como “lobista” -así lo define él- para empresas del extranjero que nunca ha revelado cuáles son. Pero a través de sus mensajes se sabe desde luego cuáles no son.

El otro desvarío de su campaña tuvo que ver con otro importante factor a tomar cuenta para el triunfo de cualquier populismo: el enemigo exterior. Y escogió Marruecos. En una entrevista aseguró tener informaciones reservadas de que Marruecos proyectaba la invasión de las islas Canarias, Ceuta y Melilla. Ante esta situación y la inacción del gobierno español, se comprometía a ir a Canarias con “un grupo de coroneles retirados” a enseñar autodefensa a los canarios ante la segura e inminente agresión. Hay que recordar que Pérez ha llegado a escribir que el atentado del 11-M se debió a que Aznar no quiso ceder territorios a Marruecos.

¿Un tipo con un teléfono?

Tras el resultado de las europeas, el líder de los populares, Núñez Feijoo, dijo en la reunión interna de análisis en la calle Génova que había que mejorar en las redes ya que se encontraba alarmado por que “un tipo con un teléfono haya sacado 800.000 votos”. Que Pérez es muy bueno en las redes es una evidencia, pero Pérez no es un tipo con un teléfono. Para empezar, Pérez es un producto de la pandemia. Ahí empieza su ascenso de simple tuitero a fenómeno de masas. Pero no lo hizo solo y algunos de sus aliados son muy potentes.

Su voz se multiplicó gracias a un canal de youtube montado por un ex periodista de El Mundo, Javier Negre, que se llama Estado de Alarma. Ahí entraban todas las conspiraciones habidas y por haber, desde el famoso respirador que tenía la entonces alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, para no ir al hospital (fue condenado por ello) a la UVI móvil en la puerta del chalé de Pablo Iglesias o la conspiración sanitaria por la que el acopio de vacunas se había hecho meses antes del inicio de la pandemia (es decir, que las vacunas ya estaban inventadas y los gobiernos de todo el mundo dejaron morir a millones de personas por quién sabe qué motivos).

Estado de Alarma fue su trampolín, pero Pérez se sostiene en otros dos pilares. Uno de ellos, si no el principal, es la organización Hazte Oír, con la que mantiene estrechas relaciones y ha llegado a colaborar en sus marchas antiabortistas. Hazte Oír, divorciada hace tiempo de Vox, es la impulsora del lobby europeo Citizen Go, que, muy bien financiado, lleva años tejiendo contactos, por lo que Se Acabó la Fiesta no se va a encontrar solo en Bruselas. Con Pérez la organización tiene nuevos elementos para su cruzada en contra de las políticas de igualdad y el colectivo LGTBI. Pérez, por ejemplo, fue el que se ofreció a echarle una mano al ex presidente de la Federación de Fútbol Luis Rubiales editando un vídeo sobre las jugadoras de la selección de celebración tras el escándalo mundial por el beso a Jenny Hermoso. De ahí también sacó mucho rédito. No olvidemos de dónde vienen los votos de Pérez. La última encuesta del CIS sobre género arrojó que el 52% de los varones entre 16 y 24 años considera que se ha llegado demasiado lejos promocionando la igualdad de la mujer y que ahora son ellos los que se sienten discriminados.

En España Pérez tiene otro socio en Desokupa, la empresa fundada por el experto en artes marciales Daniel Esteve que se dedica a lo que dice su nombre y que en su web asegura haber llevado a cabo más de 7.000 desocupaciones desde 2016. Su actividad es legal, pero como el propio Esteve ha afirmado en alguna entrevista “nosotros jugamos a la ley de la calle, esas son nuestras armas”. Pérez y Esteve actuaron coordinadamente en las protestas del pasado noviembre ante la sede del PSOE en la calle Ferraz e incluso mostraron su liderazgo sobre los manifestantes cuando, ante la posibilidad de problemas con la policía, decidieron disolver el encuentro: “Nosotros nos vamos a cenar”, dijo Pérez en la grabación de un vídeo en directo cuando las cosas se pusieron feas.

El inesperado aliado

Y hay un cuarto aliado que ha contribuido de algún modo a la visibilidad de Luis Pérez. Éste puede parecer un poco inesperado. El cuarto aliado de Luis Pérez es Pedro Sánchez. Al inicio de la campaña de las europeas Luis Pérez era un completo desconocido para la mayor parte de la población. Al fin y al cabo es un fenómeno de redes que, indudablemente, tienen su importancia y ahí se dirimen muchos votos. Pero otra parte de la población, y no pequeña, vive ajena a lo que allí se cuece como demuestra que más de la mitad del electorado ni se planteara acudir al colegio a depositar su voto. Sin embargo, Sánchez ha utilizado todas las intervenciones que ha tenido en la campaña y en el congreso para mencionar de un modo u otro a Luis Pérez por su nombre de guerra, Alvise -Luis en italiano-. Cuando esto se hace tantas veces es que está dentro del argumentario y no es difícil adivinar que la estrategia es alentar una tercera vía que divida el voto de la derecha entre moderados, radicales y ultraradicales. El miedo a los ultras hizo que Sánchez salvara los papeles en las Generales de hace un año y, en este sentido, la aparición de Luis Pérez suena a gloria en las mentes pensantes del PSOE.

En 1981 Mitterrand urdió un plan para ganar a Giscard D`Estaing en las presidenciales. Consistía en propiciar que los medios dieran voz a los mensajes de un ultramontano veterano de la guerra de Argelia llamado Jean Marie Le Pen. Miterrand ganó las elecciones en 1981 por poco y la hija de Le Pen ganó las últimas elecciones europeas por mucho. Israel acogió con agrado -y algo más, dependiendo de qué versiones- que en la Primera Intifada, la de 1987, surgiera un grupo opositor a la OLP que se llamaba Hamás. De eso no hay mucho más que contar.

En este caso, quizá sea peligroso alimentar un poco más de infantilismo en la ya infantilizada política española.

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