De 'sorayos' y 'cospes'
El resto del tintero
Zoido se viene arriba en un PP andaluz que le había orillado y, junto a Cospedal, está dispuesto a tomar posiciones: quizás sólo sea un espejismo.
MARIANO Rajoy hace una paradita antes de volver a subirse en el AVE camino de Moncloa, el presidente se siente muy bien en Andalucía, Córdoba fue la ciudad que le acogió al día siguiente de decirle no al Rey y vuelve a la ciudad de los califas, mayo está muy cerca y los patios florecen encerrados entre paredes encaladas. Un rincón para conversar, todos son amigos de Mariano Rajoy, cosa distinta es cómo se lleven entre ellos. Están, entre otros, Javier Arenas, Juanma Moreno, Antonio Sanz, José Antonio Nieto y Juan Ignacio Zoido, sorayos y cospes en la misma reunión; juntos, como en el nuevo Gobierno, no importa cómo se lleven los ministros entre sí, sino con el propio presidente.
Soraya Sáenz de Santamaría es la ganadora de estos cambios, aunque no lo parezca. Es posible que, en efecto, ya no habrá operación Menina, tal como tituló García-Margallo el posible relevo del presidente por la vicepresidenta en caso de que Ciudadanos y el PSOE así lo exigiese; Sáenz de Santamaría no será la sucesora, pero ella es la doña del Gobierno. Una prueba: del llamado G-8, ese grupo de ministros, amigos personales del presidente, que se reunían para conspirar contra Soraya, no queda ninguno. Dimitió José Manuel Soria, se marchó Miguel Arias y, por último, han caído García Margallo y Jorge Fernández Díaz. A Soraya le ha caído además las competencias en administración territorial, es la interlocutora con las comunidades, una ministra plenipotenciaria.
Los sorayos son jóvenes, políticos muy técnicos, moradores del palacio de la Moncloa, esforzados opositores, más algún que otro recogido. Cristóbal Montoro, por ejemplo; Juanma Moreno también lo era, aunque su currículum no brille tanto como el de Álvaro Nadal. Cospes hay pocos, o muy pocos, María Dolores de Cospedal no ha encajado bien en el PP, a pesar de sus años como secretaria general. La ex presidenta manchega, a quienes los sorayos llamaban miss Albacete, se ha conformado con el Ministerio de Defensa, un departamento que en siglos anteriores era de importancia vital, pero que hoy carece de peso en las grandes decisiones. En el PP todos dan por hecho que este paso supondrá su relevo en la Secretaría General del partido, aunque ella, de momento, no lo quiera ver.
Del escaso poder efectivo de María Dolores de Cospedal supimos cuando hubo que relevar a Juan Ignacio Zoido como presidente del PP andaluz. El flamante ministro del Interior es un aliado de Cospedal, no es que lo fuera por naturaleza, sino que el enfrentamiento con Javier Arenas, su primer mentor, lo llevó a ello. Zoido quiso que el alcalde de Tomares, José Luis Sanz, fuese su sucesor, y lo proclamó a los cuatro vientos con el apoyo de Cospedal.
Sanz, Zoido, Nieto y Cospedal estaban en un lado. Al otro, Javier Arenas; el otro Sanz, Antonio, actual delegado del Gobierno, y Elías Bendodo. Es cierto que Arenas no vetó el nombre de José Luis Sanz, pero Cospedal perdió una batalla pregonada como ganada a manos de Juan Manuel Moreno, un sorayo acunado por la vicepresidenta y Moragas, mano derecha de Rajoy. Pero elegir, quien eligió, fue el presidente, como se hacen las cosas en el PP.
Con estos antecedentes, en el PP andaluz hay motivos para estar contentos, y enfadados, a la vez por los nombramientos. Cospedal y Zoido ganan, pero con el tiempo, la ministra dejará de mandar en Génova. El ex alcalde de Sevilla no suponía problema alguno para Juanma Moreno, pero su salida hacia el Ministerio le viene bien; es un más que digno destino para su antecesor que, probablemente, no se haya tomado Interior como su último destino. Al tiempo, porque moverse, se moverá. Zoido y los cospes festejaron en Madrid el nombramiento al grito de nos creían muertos.
El PP andaluz ha colocado a dos nuevos ministros, aunque ni Alfonso Dastis ni Cristóbal Montoro cuentan como cuota del sur. Zoido sí, pero ni Juanma Moreno ni Javier Arenas han tenido mucho que ver con su nombramiento. Es cierto que tampoco se han opuesto. Juan Ignacio Zoido es un gran conocido del presidente, Rajoy le pidió que sustituyese a Javier Arenas en 2012 cuando el candidato entró en horas bajas después de quedarse a las puertas de la Junta. A Zoido, entonces alcalde de Sevilla, casi no le dio tiempo a resistirse, pero es cierto que quiso dejar claro que no sería el candidato a la Presidencia. Aguantó lo que pudo, no le gustaba el Parlamento andaluz y, tras perder el Ayuntamiento de Sevilla, pareció que había quedado desamparado. Juanma Moreno quiere una renovación completa en las candidaturas a las alcaldías. Ni Zoido en Sevilla ni Francisco de la Torre en Málaga ni Teófila Martínez en Cádiz deberían repetir, pero cada caso es diferente, ya se verá.
Zoido es conocido de Rajoy, le tiene aprecio por diversos motivos (el presidente estuvo en la boda de su hijo), es magistrado y ha sido delegado del Gobierno en Andalucía y en Castilla-La Mancha. Ciertamente, es uno de los nombramientos que más ha sorprendido en el PP andaluz, pero tampoco es del todo extraño. Rajoy no es un presidente que haga regalos con los ministerios, si tiene que prescindir de sus amigos, como Jorge Fernández y García-Margallo lo hace: los nombramientos andaluces buscan un fortalecimiento de su agenda en el sur, no se equivoque, aspira al cambio en la Junta, espera (lo que mejor hace) a que Susana Díaz mueva ficha.
De este combo de sorayos y cospes andaluces no se esperan cambios, es el equilibrio que Rajoy andaba buscando en el Gobierno y en Génova, pero trasladado al sur. Javier Arenas y Antonio Sanz, delegado del Gobierno, son de otra familia, unida por cordón umbilical al presidente. Soraya, de quien depende el nombramiento de Sanz, lo dejará, nadie ha sacado mayor partida a un cargo que algunos se tomaron como un retiro en la embajada vaticana.
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