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La segunda confrontación

Primer 'round' de la nueva era. Ayer empezó una nueva batalla entre los gobiernos de España y Andalucía, como entre 1996 y 2004. Para ambos bandos 'el malo' es el otro

Arenas y Griñán se saludan, ayer, al término del debate de investidura.
Ignacio Martínez

04 de mayo 2012 - 05:03

EL saludo de circunstancias de Arenas y Griñán al final de la sesión es engañoso. No es el abrazo de Vergara que puso fin a la primera guerra carlista, sino todo lo contrario, un gesto de cortesía que a duras penas oculta que ambos han calado la bayoneta y se disponen a iniciar la segunda confrontación. Una nueva era de enfrentamientos sin cuartel entre el Gobierno de la nación y el andaluz. Como entre 1996 y 2004 durante las presidencias de Aznar y Chaves.

La diferencia importante no es que ahora estén Rajoy y Griñán, sino que antes sobraba el dinero y ahora no hay. Ajenos a este cambio sustancial, el PSOE con IU por una parte y el PP por la otra le negaron el pan y la sal a sus adversarios en el debate de investidura. Un debate que Arenas, veterano en la materia, calificó como el más ideológico de todos los que ha protagonizado. Se cambiaron muchos golpes antes de esa foto. Golpearon con una mano y saludaron con la otra.

Un ejemplo diáfano de la estrategia socialista siempre lo proporciona su portavoz, Mario Jiménez. Un hombre sin complejos. Dijo que en España tenemos un Gobierno inútil que tiene los días contados. Así, como suena, sin dudas. Pero el joven portavoz no se quedó ahí. No. Añadió que la ira del PP se ha desatado con más fuerza tras las elecciones y ahora llega el tiempo de la venganza; que todavía no está constituido el Gobierno de la Junta de Andalucía y el Gobierno de España ya le ha presentado tres recursos, lo que supone un auténtico asedio a la autonomía andaluza, un acoso que parece no tener fin, con amenazas intolerables (sic).

Jiménez hizo un pormenorizado retrato del Gobierno de la nación, hecho con toda la munición disponible: "Estamos ante un Gobierno cuyo presidente no da la cara ante la ciudadanía, ni ante el Parlamento de la nación, ni ante las comunidades autónomas, que no genera confianza ni dentro ni fuera de España. El PP se ha convertido en un partido antisistema, que quiere destruir el Estado de bienestar utilizando la crisis de coartada. No hay política económica, no hay una política orientada a las personas, no hay una política positiva para el mercado de trabajo, no hay una política energética coherente, no hay una política industrial razonable, no hay una política agraria reconocible, no hay una política por la innovación y las nuevas tecnologías, no hay una política por el conocimiento, no hay una política sanitaria, no hay una política territorial, no hay una política exterior, no hay nada" .

Parece increíble que en sólo cuatro meses un Gobierno cualquiera pueda dar muestras de tantas carencias. Tan increíble como la enciclopédica capacidad de análisis del portavoz socialista, que una vez más pecó de un escaso sentido de la medida. Después de esta exhibición armamentística de su portavoz, Griñán, en su réplica a Arenas ofreció lealtad al Gobierno. De ida y vuelta, eso sí. Añadió que él le puso cuatro recursos a Zapatero y que Rajoy ya le ha puesto tres a él.

Arenas reivindicó algo que es cierto, que el Estado de bienestar es producto del entendimiento entre la democracia cristiana y la socialdemocracia europeas. Fruto de la centralidad y la moderación. Como la propia UE, añade este cronista de su cosecha. Lo explicó el jefe popular en contraposición a la coalición de gobierno entre el PSOE e IU. Reiteró que su oferta de gobernabilidad a los socialistas nació de la convicción y dijo que se habían equivocado al rechazarla, porque las circunstancias reclaman grandes acuerdos y amplias mayorías en Andalucía y España.

No obstante el tono integrador de este mensaje, no olvidó hablar de los déficit excesivos, de los presupuestos con ingresos irreales, de la reforma pendiente de la administración que ha brillado por su ausencia en la investidura... Y, como no, de los eres irregulares, núcleo central de su fracasada campaña electoral de marzo. Y, ya puesto, reclamó sin éxito de dónde va a recortar Griñán los 2.700 millones que ha anunciado que reducirá del presupuesto de la Junta para este año. Pero donde el espíritu conciliador saltó hecho añicos fue al final de su primera intervención. Entonces le soltó una auténtica pedrada a su adversario: "Me he presentado cuatro veces a la Presidencia de la Junta, en tres ocasiones no gané y en la cuarta ganamos. Pero usted tiene el mérito de haber sido dos veces presidente sin haber ganado ninguna vez".

Griñán le contestó que esa frase demostraba su estado de ánimo, pero bien podría haberle dicho que con ese talante no podían ser socios al estilo europeo entre democristianos y socialdemócratas. Y para que se le quitara de la cabeza cualquier veleidad de una gran coalición arremetió contra el pensamiento único impuesto en Europa por la campeona de la democracia cristiana continental, la señora Merkel. Discutió Griñán el aserto según el cual los bancos no prestan porque hay déficit público. Según él, no prestan porque no pueden, porque no tienen sus balances saneados. Y, pedrada por pedrada, le lanzó otra a Arenas al final de su réplica: Analistas Económicos de Andalucía preveía en enero un mínimo crecimiento del PIB andaluz este año, del +0,1%, y acaba de anunciar una revisión de sus cálculos para situarlos en un decrecimiento superior al -2%. Naturalmente, endosa toda la responsabilidad de semejante hundimiento al Gobierno de Rajoy, sumándose así a la tesis catastrofista de su portavoz.

Arenas se defendió de la acusación implícita. Puso énfasis en explicar que si la Junta tiene que reducir en 2.700 millones de euros su presupuesto para este año no es por los recortes del Gobierno o por el deterioro de la situación económica, sino porque había hecho unos presupuestos con unos ingresos irreales y por el déficit excesivo que tenía que corregir del ejercicio anterior. Y en este punto tuvo un desliz que no fue el único de la sesión. Citó al ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, que el lunes en Santiago de Compostela afirmó que España ha tomado una serie de medidas "impresionantes". Para concluir que eso significaba "todo el apoyo de Europa". Todo, todo, no, como puede verse por las encuestas electorales para las presidenciales francesas, sin ir más lejos.

Diego Valderas, el jefe de los izquierdistas, tuvo un desliz parecido. En su condición de vicepresidente in péctore dijo que el acuerdo político con el PSOE había obtenido "todo el apoyo de la militancia de IU". Y tampoco. Una quinta parte de la militancia no votó. Y un 15% de los que votaron no estuvieron de acuerdo. Valderas estuvo tan conciliador con Griñán que Arenas echó de menos los agrios enfrentamientos de la inminente pareja gubernamental y subrayó la enorme distancia que les separaba en la anterior legislatura. El jefe de IU habló de nueva letra y nueva música.

Nueva, en la era Griñán y por la participación de comunistas en la Junta. Porque rebobinando la historia del Gobierno regional encontraríamos el periodo 1996-2004, en el que se entabló una dura pelea entre los gobiernos central y andaluz. Ahora podríamos estar empezando una etapa similar. La segunda confrontación.

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