La resaca de los dos zapatazos se mantiene
EL pasado 22 de mayo fue un día aciago para muchos alcaldes socialistas andaluces, ellos pagaron el malestar general con el Gobierno de Rodríguez Zapatero; el 20 de noviembre, fue el turno de Alfredo Pérez Rubalcaba: dos zapatazos seguidos. Plas, plas. Siete puntos de diferencia le sacó el PP al PSOE en Andalucía en las municipales y casi nueve en las generales. El sondeo de otoño de 2011 de Capdea, uno de los que cuenta con mayor número de entrevistas junto con el del IESA, tiene la virtud de haberse realizado después de las elecciones del 20-N. Y todo indica que la pulsión de cambio se mantiene: el malestar con el PSOE prosigue, y ahora lo que peligra es la Junta. Capdea arroja 9,4 puntos de diferencia del PP de Arenas respecto al PSOE de Griñán, una intención de voto del 47% que sería suficiente para que Arenas gobernase por mayoría absoluta. ¿Hay partido? ¿Es decir, opciones para cambiar la situación demoscópica? Sí, hay partido. Los electores aún no han ido a las urnas, pero en 1986 al PSOE le bastó ese 47% para gobernar por mayoría absoluta. Además, el PP cuenta ahora con otra ventaja: su voto está más concentrado en algunas circunscripciones, más que los del PSOE, por lo que los populares perderían menos restos de esos que van al basurero de la noche electoral. ¿Qué es lo que le ocurre al voto socialista? Pues, como ha declarado recientemente en privado uno de sus dirigentes, "socializamos el voto": lo han repartido entre el PP, la abstención, IU y UPyD, que se llevó la E del PSOE por la habilidad de Rosa Díez. El anterior sondeo de Capdea, el del verano, elevaba la diferencia de los populares hasta 14 puntos, por lo que el PSOE entiende que recortan ventajas. Más bien parece que Capdea ha ajustado mejor los datos a la vista de lo sucedido en las elecciones municipales y generales, y los sondeados, una vez soltado los dos zapatazos, se han relajado, pero la resaca sigue. El PSOE necesitará más que movimientos tácticos para dar, esta vez, la vuelta a las encuestas. Quizás haya atravesado ya la línea de la irreversibilidad.
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