Los pliegues de un pañuelo
Ningún instituto andaluz, donde hay más de 3.000 jóvenes marroquíes matriculadas, prohíbe en sus normas internas el uso del 'hiyab', aunque sólo una minoría lo utiliza
El menor problema que tenía el equipo educativo de uno de los institutos de Barbate en el curso 2007-08 era que Samira luciera su hiyab. No sólo lo lucía, sino que lo combinaba a las mil maravillas. Tenía especial predilección por uno estampado, con vistosas flores. No, el problema de Samira y del equipo educativo no era el hiyab, no era que nadie supiera en el instituto cómo era el pelo de Samira, una chica guapa a punto de cumplir los 17 años. El problema de Samira era que desde que nació estaba comprometida a casarse con un hombre que no conocía. "¿Qué haces? ¿Le dices que ella es libre, que no debe someterse? Y ella te dice que sí, que está de acuerdo, pero que quién se lo dice a sus padres. ¿El hiyab? Ni me había fijado, formaba parte de su atuendo como los pearcing en las niñas españolas o los chándal con inscripciones en inglés en el culo que llevan las madres...", razona el docente que trató hace dos años el caso. No hay final de esta historia. Un día, Samira desapareció del sistema educativo y nadie tiene dudas de que acabaría casándose con su marido desconocido.
En la Enseñanza Secundaria andaluza están matriculadas más de 3.000 adolescentes marroquíes. El hiyab no supone ningún debate porque la mayoría no lo lleva y quien decide llevarlo, una inmensa minoría, no encuentra trabas. El caso de Najwa, una joven de Pozuelo del instituto Camilo José Cela, ha mimetizado una polémica extranjera, venida de Francia, donde está prohibido que los alumnos luzcan símbolos religiosos. Y las normas de este centro son muy francesas.
Sara López, profesora gaditana del IES Camilo José Cela, explicaba en un reciente artículo su experiencia personal. Describía la presión sufrida por Najwa. Por un lado, su padre le obligaba a llevar pañuelo. Por otro, el centro se lo prohibía. Atrapada en una discusión de adultos. El pulso se solucionó con la expulsión de la alumna y una demanda por parte de los padres. El claustro en el que participó Sara López defendió que la prohibición de ahora le enseñaría la libertad de mañana. Esta docente, en otro centro, ya había vivido la historia de una alumna al que el vacío que le hacían sus compañeros marroquíes le forzó a claudicar y cubrir su pelo.
Siguiendo al antropólogo Malek Chebel, una de las máximas autoridades francesas en el simbolismo islámico, el hiyab que hoy conocemos es una prenda relativamente nueva, que data de los 70 y que se extendió en centros urbanos y entre mujeres universitarias. Era una moda, una moda reivindicativa del panarabismo, pero moda al fin y al cabo. Ese pañuelo -sólo un pañuelo- cuajó. En los países árabes un 70% de las mujeres lo llevan.
Blanca Alcántara, delegada provincial de Educación en Cádiz, asegura que "somos una comunidad tolerante y consideramos que las niñas pueden ir con el atuendo que consideren oportuno. Tenemos casos de niñas que van con hiyab en el Campo de Gibraltar, pero nunca hubo problema ni a ningún centro se le ha ocurrido prohibirlo". El III Plan Integral para la Inmigración, un extenso documento con una importante dotación económica y de validez cuatrianual no menciona el velo. Por tanto, no se plantea.
Una profesora de Algeciras se presta a relatarnos el resultado de un debate. Tras la proyección de la película Bajarse al moro a un reducido grupo de diversificación en el que se encuentran tres marroquíes (dos de ellas chicas) y cuatro españoles, pide que cuenten su visión de los símbolos de las dos culturas. Los marroquíes se sorprenden de la gran cantidad de oro que cuelga de algunos de sus compañeros y los grandes crucifijos dorados. Bromean sobre quién es más hortera. Y los españoles contraatacan con el velo, pese a que ninguna de sus dos compañeras lo lleva. Una de ellas, entonces, relata su historia: "En España el velo no es una prenda tan común entre las jóvenes. He vivido en varias ciudades españolas y mi madre dejó de ponerse el velo porque nadie lo llevaba. No le veía sentido. Pero al venir a Algeciras nos encontramos con una población musulmana muy grande y todas llevaban el hiyab, por lo que mi madre entendió que, por respeto, debía ponérselo. Yo le digo que si no se asa y ella me dice que no, que es una prenda cómoda. A mí me dicen que les da igual si me lo pongo o no, que lo que tengo que hacer es aprobar". Preguntada por si le miran mal por no llevarlo, incluso se sorprende: "No, claro que no".
Algeciras es la segunda población andaluza, proporcionalmente, con un mayor número de marroquíes matriculados, 770, sólo por detrás de El Ejido. Y uno de los institutos con una mayor ratio musulmana es el Ventura Morón. Su director, Francisco Lozano, nunca se planteó que el uso del hiyab generara polémica. "Aquí hay chicas que lo llevan, no muchas -tres de casi medio centenar de alumnos árabes- y es una decisión en la que no entramos. Ellas tienen un comportamiento normal y ninguna se queja de que estén obligadas a llevarlo". La preocupación del director se centra en otra cosa, en la acumulación de alumnado musulmán en su centro. El resto de instistutos algecireños tiene la mitad. "Y no es por problemas de disciplina, que no existen, sino por la creación de guetos que dificultan la integración. Escuchan su música, hacen sus equipos de fútbol, se relacionan entre ellos. Ahí sí encuentro un problema, no en que una chica lleve una prenda u otra. Jamás se nos ha ocurrido llevar al consejo este debate".
En Ceuta es impensable plantearse la prohibición del velo. Mustafá Mohamed, presidente de la Federación de Padres de Alumnos de la localidad, muestra su preocupación por "las murallas que se levantan en algunos centros, que pretenden ser sólo para crisitanos u otros que sólo quieren ser para musulmanes. El éxito de la interculturalidad en Ceuta se encuentra en que la escuela pública ha integrado a unos y otros". Sobre el uso del hiyab, Mohamed recuerda que "hubo problemas en algún centro concertado, pero la propia delegación provincial medió para que primara el derecho a la educación". Con un alumnado musulmán que supera el 50%, Mohamed no percibe un uso mayoritario del velo, aunque reconoce que ahora se ve más que antes. "Hay chicas que lo llevan por convicción, otras por coquetería y no conozco casos de imposición. De hecho, el 70% de las chicas musulmanas no lo llevan, van con sus minifaldas, sus vaqueros... Creo que cada alumno puede llevar un velo o un crucifijo si así lo desea y respetar las creencias de los demás".
Teniendo los propios centros la facultad de decidir sobre el atuendo del alumnado, se dan muy pocos casos en Andalucía de institutos que regulen la materia. El Instituto La Bahía, en San Fernando, es uno de ellos. David Funes, su jefe de estudios, explica que se adoptó la decisión para poner coto a desmanes playeros en la vestimenta. "Explicamos a los chicos que no era de recibo acudir al insituto en chanclas y bañador. Fueron ellos los que pusieron sus límites". Dentro de lo que se establece en el reglamento se incluye que el alumno no podrá ir con la cabeza tapada -el rap en algunas zonas puebla las aulas de gorras- ni con el rostro oculto. "Entendemos que el hiyab, si alguna alumna decidiera llevarlo, no estaría prohibido. Los velos que cubrieran la cara sí, pero no por ningún motivo religioso. En cualquier caso, el problema no se ha dado porque los alumnos musulmanes que tenemos precisamente van huyendo de ese tipo de símbolos y lo que buscan es una absoluta integración con sus compañeros". En San Fernando no existe una gran comunidad musulmana, y en Algeciras sí. En San Fernando se tiende a la occidentalización, en Algeciras a crear núcleos cerrados de 'conservacionismo'. Los centros educativos no son otra cosa que un reflejo de la sociedad en la que educan.
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