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Las pantallas digitales impiden el descanso de los jóvenes andaluces

Andalucía registra un mayor número de personas entre 18 y 34 años que más usan los dispositivos, van a dormir más tarde la víspera de un día libre y se muestran más desanimados

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Un grupo de jóvenes consultan el teléfono móvil en la calle. / Europa Press

El uso de los dispositivos digitales se ha expandido con una ubicuidad que recuerda a la de los gases. Hay una diferencia. Los gases responden a leyes que ha aprendido a comprender la Física; el empleo de los teléfonos móviles, tabletas y ordenadores, sin embargo, no responde a una lógica aparente y no hay ciencia que lo comprenda. El patrón lógico, según avanzan las investigaciones, se asemeja al de la servidumbre a la que obligan los estupefacientes. Los efectos de estos usos, implantados a lo largo de las últimas dos décadas, están empezando a notarse en los hábitos sociales. Y, en el caso de los adultos más jóvenes, un reciente estudio ha revelado la perturbación que las pantallas provocan en el descanso.

Los andaluces salen perjudicados en una reciente investigación si se comparan los datos con los del resto de España. Andalucía registra un mayor número de personas entre 18 y 34 años que usan los dispositivos, que se van a dormir más tarde la víspera de un día libre y que presentan más desánimo que el resto de los españoles. Así lo refleja el estudio ¿Cómo duermen los jóvenes? Hábitos y prevalencia de trastornos del sueño en España, un trabajo hecho a raíz de una muestra poblacional de 3.400 personas de entre 18 y 34 años en el que han estado involucrados la Fundación Mapfre, la Sociedad Española de Neurología y la Sociedad Española del Sueño. Las encuestas realizadas muestran que, como promedio, ocho de cada diez jóvenes usan dispositivos con pantallas antes de dormir y que refieren algún síntoma de insomnio.

Más remolones para ir a la cama

Del número de trastornos asociados a las pantallas, los andaluces se revelan líderes en varios campos: los jóvenes encuestados que viven en Andalucía son los más remolones a la hora de irse a la cama, es decir, quienes más tarde se van a dormir cuando al día siguiente no tienen la obligación de ir a clase o de acudir a trabajar. Los andaluces comparten esta posición de honor con la juventud tardía de Cantabria y de Baleares. Los adultos entre 18 y 34 años suelen acostarse entre las 22:00 y la medianoche los días que son víspera de una jornada laborable, unos horarios que se dilatan a entre las 23:00 y las 02:00 cuando es festivo el día siguiente. Los hombres y la franja de 18 a 29 años son los que se acuestan más tarde y las mujeres y los jóvenes de 30-34 años son los que se levantan antes, referidos a los datos de todo el país.

Los andaluces, junto a los canarios y murcianos, también encabezan el apartado que mide las personas que más usan los dispositivos electrónicos con pantallas digitales en la cama antes de dormir. Los efectos de la luz artificial son “negativos para el sueño”, explica la neuróloga del Hospital Universitario Parc Taulí de Sabadell Marta Rubio durante la presentación del estudio y que fue remitido por Europa Press en una nota.

Inhibición de la secreción de melatonina

La causa es que esta luz que desprenden las pantallas “inhiben la secreción de melatonina, que es la hormona que queda activada cuando se concilia el sueño”. Rubio avisa de que este factor provoca “más dificultades para dormir y un sueño de menor calidad”. Los jóvenes encuestados emplean medidas para mitigar los efectos de los dispositivos electrónicos durante la noche como la activación de “la función filtro de luz” o utilizar dispositivos de “tinta digital”.

Hay efectos. Son las sensaciones de desánimo para llevar a cabo las actividades cotidianas, que son más habituales en las mujeres y entre los jóvenes de entre 18 y 23 años, dentro de la población consultada, siendo más frecuente en Andalucía, Castilla y León, Cataluña y Canarias.

La alteración de los ritmos circadianos

Los neurólogos hablan además del síndrome de retraso de fase, que es un trastorno del ciclo del sueño y la vigilia caracterizado por un retraso con respecto al ciclo normal de la noche y el día. Según los expertos, esta alteración está debida a la falta de sincronización de los ritmos circadianos internos con el ciclo ambiental de luz y oscuridad. Los individuos afectados habitualmente se duermen y se despiertan mucho más tarde de lo convencional o deseado, lo que les causa dificultades cuando deben cumplir un horario que interfiere con este patrón.

En la población consultada en el estudio son los andaluces, junto a los manchegos y los aragoneses, los que hablan de síntomas compatibles con este síndrome de retraso de fase.

El informe analiza también el estado de salud mental de los jóvenes y su relación con la falta de descanso. Casi uno de cada tres afirma tener un problema de salud mental diagnosticado y dos de cada diez atribuyen los citados problemas a trastornos que están relacionados con la salud mental.

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