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El nuevo número dos, otro fruto de las Juventudes

Como Susana Díaz, el onubense forma parte de la generación de dirigentes dedicados en exclusiva a la política; bronco y excesivo, hasta los críticos le reconocen más cintura negociadora.

Juan M. Marqués Perales

08 de julio 2012 - 06:35

Eran, y son, tres: Susana Díaz, Rafael Velasco y Mario Jiménez. Tres personas diferentes, pero con un inicio común: Juventudes Socialistas, la organización del PSOE de donde José Antonio Griñán ha ido sacando a lo largo de su mandato a los dirigentes a los cuales les ha ido entregando las llaves del partido. Sin experiencia profesional previa, con estudios sacados a trompicones, han hecho de la política su forma de vida; aprendieron lo bueno y lo malo de la vida orgánica en una espléndida escuela donde no se rinde cuentas a nadie. Uno de los tres, el cordobés Rafael Velasco, quizás el menos correoso de los tres, se rompió. Aupado por Griñán nada más llegar a la secretaría general en 2010 al puesto de viceceseretario general -un cargo opcional en el PSOE y reservado para figuras muy representativas-, Velasco optó por dimitir después de que se supiese que su esposa daba cursos en su academia con un programa público para desempleados. Un caso menor, pero el cordobés se quebró, dudó de su propio comportamiento y decidió quitarse de enmedio y olvidarse de la sede sevillana de San Vicente, convertida por entonces en una suerte de campo de batalla donde los jóvenes cachorros de Griñán se daban dolorosos colmillazos.

Fue, entonces, cuando la hasta ahora secretaria de Organización, Susana Díaz, se hizo con todo el poder dentro del PSOE andaluz. La salida de Velasco le dio a Griñán la oportunidad de rehacer una Ejecutiva más entreverada, entre jóvenes y veteranos, como le solicitaron desde muchas provincias, pero tanto Díaz como Mario Jiménez convencieron al líder andaluz de mantener ese estatus. Y, así siguieron: Díaz, como segunda, y Mario Jiménez, como portavoz en el Parlamento andaluz.

Este fin de semana se produjo el segundo relevo de entre los tres: Mario Jiménez sucede a Susana Díaz, aunque con un cargo más alto, el de vicesecretario general. Muchos críticos y también bastantes griñanistas mantienen que Jiménez es más dialogante que Susana Díaz, que tiene otra cintura, que delega y que eso limará algunos problemas, aunque el resultado del congreso de Almería le da dejado un PSOE con una crisis como no se recuerda desde 1994.

Nacido en Moguer en 1971, Mario Jiménez procede de una familia de izquierdas, aunque fue un alcalde de su pueblo, Francisco Díaz, la persona que lo llevó hasta el Partido Socialista. Nieto de un militante comunista represaliado durante el franquismo, hijo de un empleado de farmacia, diplomado en Económicas, padre de cuatro hijos, separado y actual pareja de la recién nombrada directora general de Desarrollo Territorial, Rosa Ríos, este onubense, al igual que Rafael Velasco, e incluso, Susana Díaz fueron en su día personas del que hoy es un antagonista de Griñán: Luis Pizarro.

Jiménez fue secretario de Organización cuando en Juventudes Socialistas mandaba Nono Guinea, y al dejarlo, se abrió una lucha por la sucesión entre los partidarios de Pizarro y del también poderoso Gaspar Zarrías. El gaditano ganó la partida; Rafael Velasco logró la secretaría de Juventudes por cuatro votos, y puso como segunda a Susana Díaz. Mario Jiménez, dos años mayor que ellos, siguió de la mano de Luis Pizarro en la sede de San Vicente, antes de formar parte de la dirección onubense que lideraba Javier Barrero. Posteriormente, se haría secretario provincial de Huelva, y ya con José Antonio Griñán, se convertiría en el portavoz parlamentario que sustituyó a Manuel Gracia, uno de los históricos del socialismo andaluz.

Griñán quería alguien más duro que Gracia, pero las intervenciones de Mario Jiménez, sin lugar a dudas más broncas, no pasarán a la historia. La palabra derecha la repite sin cesar, los argumentos no los despliega bien y, en ocasiones, hasta al propio Griñán se le veía incómodo mientras hablaba. Sin embargo, la intervención que tuvo el viernes pasado en el Congreso de Almería fue la más contundente: se expresó bien e, incluso, su lenguaje no verbal denotaba una soltura que, en otras ocasiones, pecaba de desabrida. Ayer, nada más finalizar la votación donde Griñán obtuvo el respaldo mayoritario, pero el rechazo de los críticos, Jiménez le acompañó a su derecha en un encuentro con periodistas.

Devoto rociero, en 2002 se hizo hermano del Silencio, la hermandad más antigua de Sevilla. Llegó a salir de costalero. Ahora llevará otro peso.

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