Un nombre para William Martin
Las investigaciones más recientes sobre el caso revelan que el cadáver utilizado por los británicos fue realmente de John Melville y que sus restos no están en la tumba de Huelva.
Playa de la Bota, Huelva. 30 de abril de 1943, 9:30. El cadáver de un militar británico aparece flotando en el agua con un maletín sujeto a una muñeca con una cadena. El episodio, aparentemente fortuito, estaba a punto de contribuir al éxito de uno de los capítulos decisivos para la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial. Hitler fue engañado por la estratagema de los servicios de inteligencia del Almirantazgo británico, bautizada como operación Mincemeat (Carne picada) y ejecutada en territorio onubense. Casi tres cuartos de siglo después, sigue siendo un misterio. Las piezas de la versión oficial no encajan. Ahora dos investigadores onubenses han recopilado pruebas para dudar de su autenticidad, apuntar una alternativa a la identidad del cadáver y desmentir que sus verdaderos restos descansen en la tumba del cementerio de Huelva a nombre del mayor William Martin, el hombre que nunca existió.
Los antecedentes de la historia se remontan a enero de 1943. En la Conferencia de Casablanca los aliados aprueban la denominada operación Husky, invadir Sicilia para ocupar Italia, eliminando el principal apoyo de la Alemania nazi. Dos oficiales de inteligencia británicos, Ewen Montagu y Charles Cholmondeley, idearon un movimiento para hacer creer al enemigo que el desembarco aliado en el Mediterráneo sería en Cerdeña y Grecia. Cholmondeley pensó en utilizar un cadáver con documentación falsa para que los nazis cayeran en la trampa. Nació así la operación Mincemeat.
El cadáver se dejaría al alcance de los alemanes pero a través de España, país neutral pero simpatizante con el Eje. ¿Y por qué Huelva? Porque era uno de los puntos más activos del espionaje de los dos bandos. En la ciudad operaba uno de los agentes alemanes más prestigiosos: Adolf Clauss.
El investigador onubense Jesús Copeiro, autor de Espías y neutrales. Huelva en la Segunda Guerra Mundial, asegura que la capital onubense era entonces una suerte de Casablanca, con una notable presencia extranjera por la industria minera en la zona y el tráfico portuario, que se acompañaba de una intensa actividad de espionaje a la sombra del consulado alemán y el viceconsulado británico. "Alemanes y británicos jugaban juntos al golf durante el día y por la noche se daban de tortas en el puerto", le gusta contar a Copeiro con todo el simbolismo de la época.
Montagu tomó un cadáver al que le dio una identidad falsa, la del mayor William Martin. Y con toda minuciosidad: tarjetas de identidad, placas de identificación, recibos de alojamiento y de sastrería, carta y foto de una prometida y, lo más importante, una valija en la que incluyó cartas oficiales de alto secreto, autografiadas por los altos mandos, en las que se sugería que el objetivo para la invasión aliada eran Cerdeña y Grecia. El cuerpo fue trasladado hasta la costa de Huelva por el submarino Seraph y soltado el 30 de abril para hacer creer que Martin se había ahogado tras ser abatido su avión frente a la costa africana.
Era clave que el cuerpo tuvierasíntomas de un ahogado. Montagu lo resolvió con el de un mendigo muerto por neumonía meses antes. Fue la primera versión oficial, que dio el propio Montagu en 1953 en su libro El hombre que nunca existió. Engañaría a los forenses españoles cuando le practicaran la autopsia al cadáver, que no creía fuera minuciosa en España. Pero hubo una segunda versión oficial, conocida en 1996, que atribuía la identidad del cadáver a Glyndwr Michael, un vagabundo galés que se suicidó con matarratas. Esto convertía la primera narración de Montagu, que jugó en todo momento al despiste, en una pista falsa. Confiaba en que la autopsia no sería la adecuada en Huelva.
El joven pescador de Punta Umbría José Antonio Rey María sacó el cuerpo del oficial inglés del agua la mañana del 30 de abril. Dio parte a la Guardia Civil y el cadáver fue trasladado al cementerio de la ciudad. El portafolios y las pertenencias del militar estaban custodiados ya en la playa por el juez instructor de la Marina, Mariano Pascual del Pobil, que intentó pasar la documentación al vicecónsul británico, Francis Haselden. Éste se desentendió para no entorpecer, al ser la única persona al corriente de la operación en Huelva, e instó antes a su entrega protocolaria a las autoridades españolas superiores. Y es aquí cuando aprovechó el agente alemán Adolf Clauss, miembro reputado del Abwehr, el servicio de inteligencia alemán, para tener acceso a las pertenencias, examinarlas y fotografiarlas con cuidado para remitirlas a Berlín.
El médico forense titular en Huelva, Eduardo Fernández del Torno, determinó la muerte de Martin debido a "asfixia por inmersión", pero planteó algunas dudas por el tiempo transcurrido desde el óbito, planteando así una de las principales lagunas de la segunda versión oficial: si el cadáver era el de un mendigo muerto por ingestión de matarratas, ¿por qué un doctor con la experiencia de Fernández del Torno iba a equivocar su diagnóstico?
Jesús Copeiro y Enrique Nielsen, autores de William Martin. Desentrañando la trama, descartan que pudieran confundirse las causas de la muerte por tener síntomas diferentes, perceptibles incluso a simple vista. Lo apoyan, además, en la propia experiencia del médico forense en muertes por ahogamiento, contrastando el detalle con que se practicaban entonces las autopsias en Huelva, incluso en la propia playa, como ocurrió con dos aviadores norteamericanos que aparecieron muertos en Matalascañas. Por otro lado, apunta Nielsen, "cómo podrían tomar a un vagabundo, deteriorado por vivir en la calle, por un elegante oficial inglés de aspecto refinado".
La respuesta la aportan ellos mismos, apoyando las averiguaciones realizadas en Escocia por los investigadores locales Colin Gibbon y John Steele, dando una nueva identidad al cadáver, el de un marino llamado John Melville, fallecido el 27 de marzo del mismo mes en el hundimiento del portaviones HMS Dasher. Perecieron 379 marineros que, con la Operación Mincemeat en marcha, se convirtieron en los mejores candidatos a suplantar a Martin, por su condición de militares y, sobre todo, por haber fallecido ahogados.
Pero la alta consideración de los caídos del Ejército y su tratamiento, especialmente en Gran Bretaña, era un obstáculo a la hora de disponer de un cuerpo para una operación militar. No obstante, la ocasión era perfecta y había que hacer todo lo posible para que los alemanes creyeran el engaño. "El propio Montagu -cuenta Copeiro- instó a que la operación se aprobara por vía de urgencia tras el hundimiento del Dasher". Montagu trasladó el cadáver desde Londres a la base escocesa de Holy Loch en una furgoneta para embarcarlo en el submarino Seraph.
La identificación de Melville como Martin se apoya también en los testimonios recabados en Huelva, que se refieren a un hombre alto, con la cara ennegrecida, en lo que podría ser causa de quemaduras solares en el agua, pero también de los efectos de la explosión del Dasher. También refrenda esta tesis el hecho de que el cuerpo de Melville no fuera entregado a su familia para llevarlo a su ciudad de origen y fuera enterrado en Ardrossan, ciudad frente a la que naufragó el portaviones, justificándolo con su deterioro.
Pero quizá la prueba final sea el reconocimiento de la Royal Navy de la participación de Melville en la Operación Mincemeat. En octubre de 2004, en un homenaje en Chipre a bordo del actual HMS Dasher, se citó a la hija de Melville, Isobel Mackay, para rendir tributo a "este marinero que salvó numerosas vidas en la invasión de Italia". Aunque la cita fue desmentida por las autoridades británicas, año y medio después, en una carta enviada desde el Cuartel General de la Flota de la Royal Navy se apuntó que "investigación reciente muestra que el cuerpo usado en el engaño fue el de John Melville, un marinero del HMS Dasher".
Quizá la única forma de confirmar este dato de manera definitiva sería abrir la sepultura de Melville en Ardrossan. O la de Martin en Huelva. O habría de abrirse una tercera en una localidad portuaria italiana, La Spezia, donde muy probablemente descansa el cadáver que protagonizó la Operación Mincemeat en Huelva. Es el otro hallazgo en la investigación de Copeiro y Nielsen. "El cadáver fue robado por Adolf Clauss del cementerio y embarcado en un submarino alemán, el U-616, frente a la costa de Huelva. Después de ser traspasado al U-565, fue llevado a La Spezia para que le fuera practicada la autopsia por forenses alemanes. Sólo cuando se tuvo ese resultado, que corroboraba la historia de Martin, Hitler dio la orden de desplazar las tropas a Cerdeña y Grecia, dejando vía libre a la Operación Husky", explica Nielsen.
"El hijo de Adolf nos lo contó. Se lo confesó su padre, a la salida del cine, cuando vieron la película inglesa que se hizo de la operación. Eso que has visto es mentira. El cuerpo no está enterrado ahí, nos lo llevamos nosotros, le dijo. Esto nos hizo pensar en esta posibilidad y nos pusimos a investigar", añade. Copeiro está seguro de que el agente de la Abwehr aprovechó que el cuerpo fue dejado la noche del 1 de mayo sin vigilancia en la caseta donde se hacían las autopsias en el camposanto de La Soledad.
Pero Hitler no se fiaba. "¿Y si el cadáver no es auténtico y es un engaño?", dijo a uno de sus oficiales. Pero entre esa frase, tras recibir la información de Adolf Clauss, y el 14 de mayo, cambió de opinión: "El Führer no está de acuerdo con la idea del Duce [Mussolini] de que el punto más probable de una invasión sea Sicilia. Según su opinión, los documentos anglosajones descubiertos confirman que el ataque será dirigido principalmente contra Grecia y el Peloponeso", escribió el almirante Doenitz.
Lo que transcurrió en ese intervalo fue precisamente la operación por la que Clauss secuestró a Martin, trasladado hasta el puerto de La Spezia, adonde llegó en la madrugada del 12 de mayo para que le fuera practicada una segunda autopsia por forenses alemanes. Los análisis practicados confirmaron el examen realizado en Huelva por Fernández del Torno. Aunque, al igual que no hay rastro del informe forense del onubense -quemado en un incendio de los archivos navales de San Fernando en 1979- tampoco están accesibles los de la operación alemana, guardados en archivos recuperados por los británicos tras la derrota nazi.
Pero fue el mismo 12 de mayo cuando el alto mando nazi cambió de opinión y ordenó el movimiento de tropas desde Sicilia para aumentar las defensas de Cerdeña y Grecia. Justo lo que pretendían los aliados, británicos y estadounidenses, cuando dieron vía libre a Montagu con su operación Mincemeat. Fue entonces cuando al primer ministro británico, Winston Churchill, de visita en Nueva York, le llegó un mensaje en clave: Mincemeat swallowed whole ("Carne picada tragada entera"). El propio Montagu podría haberlo firmado porque la versión que él mismo filtró se la ha tragado durante 70 años todo el mundo. Hasta ahora.
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