La nata, como el saneamiento, también es integral
El retraso de las obras para depurar las aguas que se vierten al mar es la mayor muestra de incompetencia de las administraciones en la historia de la Costa del Sol
ENTRE la década de los 80 y los 90, en la Costa del Sol nos quedábamos sin agua en pleno verano. La tubería general de abastecimiento de agua potable a los municipios del litoral occidental, procedente del pantano de la Concepción en Río Verde, sufría una rotura y cientos de vecinos y veraneantes se quedaban sin suministro en sus viviendas. Marbella, Fuengirola, Mijas, Benalmádena y Torremolinos, por citar algunos ejemplos, eran de los destinos turísticos más importantes de España y todo se iba al traste en cada reventón. Una de las principales zonas de veraneo del país disponía de una única tubería para abastecer de agua a miles de personas que elegían estos municipios como lugar de descanso.
La imagen era tercermundista: camiones cubas recorriendo las calles, mientras los operarios de la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol se tiraban varios días en subsanar la rotura. Toda la obra de ingeniería hidráulica que se les ocurría a las autoridades era la de colocar un nuevo trozo de tubo y esperar horas a que fraguara el hormigón. Por aquel entonces, las administraciones nos pedían a los malagueños que a los turistas les diéramos una sonrisa, aunque tal era el desastre para la imagen del litoral que parecía que, en vez de sonreír, nos reíamos de ellos. Aquello duró lustros, hasta construir una segunda tubería de abastecimiento y conectar las conducciones con la capital malagueña para garantizar el suministro en periodos de sequía.
Con las roturas de las tuberías y los cortes de agua ocurría una cosa muy curiosa. Había muchos dirigentes políticos en Málaga e incluso empresarios del sector a los que les molestaban que estas noticias salieron en los medios. Decían que dañaban la imagen de la Costa del Sol en plena temporada turística, como si el daño fuese que la noticia se publicase no que la tubería se rompiera un año tras año sin que administración alguna impulsara una solución definitiva.
Los problemas de abastecimiento de agua es a la década de los 90 lo que la nata y la suciedad de las aguas del litoral a la actualidad: algo absolutamente insólito para la casi única industria de esta provincia. La culminación de las obras para la depuración de las aguas que se vierten al mar, o lo que es lo mismo, el cacareado plan integral de saneamiento de la Costa del Sol de nunca jamás, es la mayor muestra de incompetencia de las administraciones públicas de la historia de Málaga. Primero el Estado, luego la Junta, tras el traspaso de competencias, han sido incapaces en más de 30 años de terminar en su totalidad el plan de depuración de aguas del litoral, incumplimiento todos los plazos impuestos por la Unión Europea y dejando en el aire inversiones que se arrastran durante décadas.
Por el saneamiento integral de la Costa del Sol ha pasado una declaración de obras de interés del Estado de la década de los 80; una decena de ministros de Medio Ambiente anunciando un aluvión de obras que no se terminaban nunca; varios consejeros de la Junta zafándose responsabilidades y tropecientos plazos incumplidos, sin que a estas alturas se haya solucionado algunas puntos negros del litoral que siguen escupiendo la suciedad al mar, tanto en Nerja como en el Valle del Guadalhorce.
Al igual que los camiones cubas eran tercermundistas para la imagen de la primera industria de la provincia, también lo es ahora la nata. Esa costra de suciedad que aparece en el agua del litoral cada verano y esa acumulación de residuos que va saltando de ola en ola hasta alcanzar la orilla de la playa. Disfrutamos en Málaga de la mejor fábrica del mundo, una fábrica que garantiza el sol durante más de 300 días al año y cuya producción no precisa de intervención humana alguna. El negocio que extraemos de la generosa naturaleza surge de la unión del sol -que no depende de nosotros- y de la playa, que si es competencia nuestra. Luego se trata de revestirlo lo mejor posible: garantizar unas buenas comunicaciones y unos servicios mínimos, como el suministro de agua, el ocio, la gastronomía e instalaciones decentes y de calidad para acoger a los que nos visitan.
Resulte increíble que de las dos patas del negocio, la única en la que podemos ser competentes seamos tan incompetentes. Nos tiramos años castigando a los turistas con cortes en el suministro y llevamos años sin solucionar el problema de la suciedad del agua para el baño. Cuando el pasado martes la onda espacial Juno llegó a Júpiter tras cinco años de viaje y 2.700 millones de kilómetros recorrido, pensé en la capacidad del ser humano para alcanzar los confines del universo, pero también me acordé de que, tras miles de años de civilización y de adelantos tecnológicos, la nata en el litoral la sigue retirando un operario subido en un barco moviendo una enorme espumadera. Y que las medidas para solucionar este dislate consiste cada año en aumentar el número de barcos, de operarios y de espumaderas. Pero no hablen fuera de Málaga de la nata. Dicen que contarlo, como ocurría con los cortes del suministro de agua, daña la imagen del turismo.
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