El móvil está detrás de la mitad de los casos en tratamiento en Andalucía por adicción a las nuevas tecnologías

nuevas adicciones

La Consejería de Salud tenía registrados a cierre de 2023 a 187 andaluces en terapia para superar su dependencia a internet, el teléfono móvil o los videojuegos

El 38,5% son menores

Las pantallas digitales impiden el descanso de los jóvenes andaluces

Cuatro de cada diez jóvenes de Sevilla usan el móvil más de cinco horas al día

Un adolescente mira una aplicación en su teléfono. / Juan Carlos Muñoz

¿Cuánto tiempo usas el móvil al día? ¿Lo usas cuando deberías estar descansando? ¿Dejas de hacer otras actividades por estar conectado? ¿Te relacionas menos con tu familia o con tus amigos por estar delante de la pantalla? La imagen de un grupo de amigos sentados en un banco o en una terraza sin mediar palabra y sin levantar la cabeza de la pantalla de su teléfono móvil, independientemente de la franja de la edad, es bastante reconocible para cualquiera que se preste. Incluso una amplia mayoría ha sido protagonista en la misma en más de una ocasión. Hasta existen semáforos en ciertos puntos del país para adictos al móvil en los que la señal luminosa que indica si se puede o no cruzar una calle se ha instalado en el suelo, es decir, a los pies de los que caminan mirando hacia abajo por llevar el teléfono en la mano. Algo inaudito pero que sólo es una muestra del inicio de uno de los retos a los que se enfrentan las administraciones de nuestro país: la adicción tecnológica.

Precisamente porque ese es uno de los desafíos de presente y de futuro que se está planteando ya desde el terreno político, la Consejería de Desarrollo Educativo y Formación Profesional de la Junta de Andalucía ya dado un primer, e importante, paso al frente prohibiendo el uso de los móviles durante la jornada escolar, entendida ésta como el espacio de tiempo que incluye el horario lectivo, tiempo de recreo y los períodos dedicados al desarrollo de las actividades complementarias y extraescolares, y limitando su uso a fines pedagógicos o personales debidamente acreditados.

Y todo en un contexto en el que, por primera vez en España, la proporción de niños de 10 a 15 años que disponen de teléfono móvil ha superado los siete de cada 10, con subidas en los últimos 10 años en la mayor parte de las comunidades, especialmente desde la llegada de la pandemia de Covid. Andalucía no escapa a esta tendencia. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en la comunidad, este porcentaje sube hasta el 74,1% tras crecer 5,2 puntos porcentuales en un año, 10,1 respecto a 2019 y 15,2 puntos en los últimos 10 años.

Ahí no queda la cosa. Si el uso del teléfono móvil por los niños y niñas de 10 a 15 años se está convirtiendo en una, cada vez más, dependencia, también lo es, el del ordenador y el acceso a internet. Y es que, en el conjunto del país, el 94,7% de los chicos en esas edades han entrado en internet en los últimos tres meses y el 93,1% han utilizado el ordenador en el mismo periodo.

Pero no es sólo cosa de niños. Los datos que manejan en el Gobierno de la Junta de Andalucía así lo demuestran. Según la información facilitada a este periódico por el Área de Drogodependencia e Inclusión de la Consejería de Salud y Consumo, en el conjunto de todo el 2023, un total de 72 menores de edad recibieron tratamiento durante el año pasado en Andalucía por adicción a las nuevas tecnologías en centros públicos, pero la cifra asciende hasta las 187 personas si se tiene en cuenta esta misma asistencia en edad adulta. De ellos, el 43% está en tratamiento por el uso abusivo del teléfono móvil, incluyendo 38 menores; el 39% estaba en ese mismo periodo en terapia por estar enganchado a los videojuegos, 29 de ellos menores; y el 18% fueron atendidos por una adicción severa al uso generalizado de internet, caso que sólo se da en cinco menores, según las mismas fuentes.

Jóvenes juegan a un videojuego a través del ordenador. / D. S.

Por otro lado, también recibieron tratamiento durante el 2023 por este problema en la comunidad un grupo nada desdeñable de personas que, aunque no llegaron a tener diagnosticada una adicción, sí presentaban una conducta de riesgo, por lo que los servicios de la sanidad pública encargados del abordaje de esta problemática consideraron necesario iniciar un trabajo terapéutico con ellos. Eran, a cierre del año pasado, 188 personas, entre las que se incluyen 118 menores de edad, la mayoría, en ambos casos por adicción al móvil.

Las cifras imponen, sin embargo, tal y como destaca la subdirectora del Área de Drogodependencia e Inclusión de la Consejería de Salud y Consumo, Marta Cáceres, "no son representativas en su totalidad de la realidad". Las mismas se refieren a los procesos terapéuticos activos en la red de centros de tratamiento ambulatorio (CTA) financiados por la Junta, pero, como indica Cáceres, "no todo el mundo que tiene un problema de adicciones a nuevas tecnologías accede a un centro público". Con lo cual, la atención a esta problemática se presume mucho más amplia teniendo en cuenta otras opciones de gestión privada. "Este tipo de adicciones se da en todos los ámbitos sociales por lo que hay personas que cuando se les presenta este problema prefiere llevarlo por la vía privada porque, quizás, no quieren visualizarlo mucho", indica Cáceres.

Otras cuestiones a tener en cuenta a la hora de valorar estas cifras, según explica la subdirectora del Área de Drogodependencia e Inclusión de Salud, son, por un lado que, cuando una persona adicta a alguna tecnología ve la necesidad de ponerse en tratamiento en un centro público "es porque ya está desesperado". Es decir, es un paso que se da en una situación límite que puede tener detrás un problema de muchos años. Y, por otro lado, también ha de tenerse en cuenta que se trata de una problemática "muy reciente" y de la que se estaría empezando ahora a tomar conciencia.

Es por ello que, en una comparación con años anteriores, las estadísticas apenas reflejan cambios. Según los datos registrados por la Consejería de Salud, el total de adictos a nuevas tecnologías en tratamiento en centros públicos apenas ha variados desde 2021, cuando eran 201 los usuarios activos de este programa, pasando por los 219 de 2022, hasta los 187 del último año.

Una red de centros de tratamiento ambulatorio

La pregunta es... ¿cómo puede tratarse un trastorno derivado de la tecnología? "Lo primero es controlar el tiempo de uso y hacer una estructuración de horarios", responde Gloria Aguado, trabajadora social de la Asociación Sevillana de Jugadores En Rehabilitación (Asejer), uno de los centros de tratamiento de adicciones comportamentales dentro de la red de CTA financiados por la Junta para abordar la problemática de la adicción a las nuevas tecnologías o adicción sin sustancia. "Con las nuevas tecnologías, se empieza con un abuso, sin abandonar la vida normal, pero haciéndolo todo cada vez más pendiente del móvil. Con el tiempo, todo se acaba descontrolando y se termina abandonando hábitos y rutinas y el día a día empieza a girar en torno a la adicción", añade la trabajadora social.

En este centro se trabaja con terapias de grupo dos veces por semana, siempre con mayores de edad, además del seguimiento psicológico y con trabajadores sociales, donde sí se incluyen menores. "Se les hace un seguimiento semanal en el que controlamos el uso de nuevas tecnologías, pidiéndoles que anoten en su día a día el tiempo diario que pasan conectados, para ir pautándole un uso adecuado e irles controlando el tiempo. Aparte se trabaja con ellos una estructuración de horarios porque la mayoría de los chicos vienen están descontrolados", afirma.

El perfil mayoritario, según explica Agudo, es el de personas jóvenes, adultos menores de 25 años, y que pasan más de 10 horas conectados a las nuevas tecnologías. "Se ha detectado que hay más jóvenes que están iniciando estos problemas derivados de un uso inadecuada de las tecnologías. No se trata de que no utilicen las nuevas tecnologías, sino que hagan un buen uso de ellas", apostilla.

El problema es saber cuándo hay una adicción de este tipo en un entorno en el que las nuevas tecnologías lo mueven todo. También los hay que, tras iniciar un tratamiento, no son capaces de adaptarse a las normas y abandonan la terapia, sin poder controlar su adicción. Aún así, la trabajadora social de Asejer reconoce una cada vez mayor concienciación de esta problemática, en la sociedad en general, y a través del propio sistema sanitario y reconoce que son muchas las personas a tratar o que presentan dudas que llegan a a la asociación derivadas del médico de Atención Primaria. "Todo ello hace que estemos asistiendo a un crecimiento considerable, tanto del número de personas en tratamiento, como de familias que vienen a pedir información", indica. "Podemos estar hablando de una media semanal de diez u once acogidas", añade. Cifras que no son baladí ante un problema creciente y contra el que habrá que emplearse a fondo ante una generación enganchada a la red.

Nomofobia o miedo a quedarse desconectado

El teléfono móvil se ha convertido en una extensión de nuestro brazo. Más allá de un dispositivo para realizar llamadas telefónicas, la cantidad de cosas que podemos hacer con ellos hacen que los utilicemos constantemente y, sobre todo, que seamos incapaces de separarnos de ellos. Hábitos que, si no controlamos, pueden convertirse fácilmente en la, cada vez más creciente, nomofobia, o lo que es lo mismo, "el miedo a estar incomunicado sin teléfono móvil, a estar en sitios sin cobertura o a que se agote la batería del dispositivo", como indica el Instituto Europeo de Psicología Positiva.

Popularmente, se suele describir como adicción al móvil. Se trata de un temor irracional al hecho de no poder utilizar el teléfono y puede llevar a quien lo sufre a un estado de ansiedad. El término procede del inglés no mobile phone phobia. Las personas que sufren de nomofobia pueden experimentar síntomas como nerviosismo, irritabilidad, taquicardia e incluso ataques de pánico. Esta dependencia del móvil puede manifestarse desde la ansiedad leve hasta el pánico extremo.

Pero, ¿cuáles son las primeras señales de la nomofobia? Según los expertos son mirar constantemente su móvil para ver si ha recibido algún mensaje; roba horas al sueño para sumergirse en las redes sociales; no querer ir a ningún sitio en el que no haya cobertura; no apaga el móvil en ningún momento; la búsqueda compulsiva de un enchufe que le permita recargar la batería en caso de agotarse; despertar y que lo primero en hacer que sea revisar el teléfono; estar más pendiente de grabarlo todo que de disfrutar del momento; o ser incapaz de dejar el teléfono aparte, incluso, viendo una película.

Pero, además, la continua exposición a las pantallas provoca una sobreestimulación en el cerebro, que se acostumbra a ello y hace que el mundo resulte aburrido. En el caso de los niños, la sobreexposición puede desembocar en un déficit de atención, falta de paciencia e irritabilidad. A nivel emocional los más pequeños acaban asociando mirar el móvil a entretenimiento, por lo que la negativa o las rutinas les producen malestar.

Por otro lado, ¿quiénes son los más afectados por la nomofobia? Las personas que son más vulnerables a padecer esta fobia son los adolescentes, principalmente, porque sienten mucha más presión que el resto de los adultos a estar constantemente conectados para comunicarse con su entorno más cercano. Los adultos más jóvenes también son propensos a esta fobia por la misma razón que los adolescentes, con el aliciente de que ellos han crecido prácticamente con un smartphone en la mano desde que eran muy jóvenes. Aquellos que tienen un trabajo muy intenso que requiere estar conectado con frecuencia al móvil pueden padecer este tipo de fobia, además de las personas que tienen ansiedad o depresión, son también vulnerables a la nomofobia, porque pueden utilizar el móvil como escapatoria de su vida diaria. Con la aparición de las redes sociales, son muchos los influencers que pueden verse afectados por esta nomofobia ya que buscan la aceptación social y la gratificación instantánea de likes, comentarios o mensajes en las diferentes redes sociales.

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