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"Hay momentos en que los arquitectos han debido decir no"

Foro joly

Moneo pone en duda el papel de los profesionales en ciertas intervenciones y ensalza la arquitectura como un oficio que persigue "el bien común" · Cree que la crisis traerá actuaciones "más contenidas".

Vista del auditorio que siguió la exposición de Moneo, ayer, en el hotel NH.
Sebastián Sánchez / Málaga

29 de junio 2012 - 01:00

A pesar de su reflexión serena, preñada de los años acumulados y de los proyectos pasados, hay cargas de profundidad que, en voz de Rafael Moneo, restallan como látigos. Más aún cuando entre el auditorio se cuentan decenas de compañeros de tarea. A preguntas de los asistentes, puso la lupa sobre el papel que, a su juicio, tienen los arquitectos en las malas intervenciones desarrolladas en los últimos años. "Hay momentos en que los arquitectos han debido decir que no", sentenció. Una afirmación que ligó con el grado de responsabilidad de la profesión. "El arquitecto está en su derecho de legalizar con su firma una construcción, pero con una visión más amplia, de una profesión que tiene que sentir que, con más o menos fortuna, persigue un bien común, se ha de entender que hay muchas operaciones arquitectónicas que atentan contra ese bien común", sentenció.

A su juicio, en esas circunstancias, el profesional "debió decir que tiene más sentido trabajar menos pero no hacer esas cosas". "Las cosas que están mal hechas tienen un responsable en la gruesa equivocación de la operación inmobiliaria, pero alguna responsabilidad tiene que sentir el arquitecto", insistió. Lo que esquivó fue cualquier papel protagonista de estos profesionales en la burbuja inmobiliaria. "Uno se da cuenta ahora de que hubiéramos debido ser más clarividentes y pensar que no había que tener tanta ansiedad al ver que las casas valían más", afirmó.

Otra de las cuestiones que el auditorio que acudió ayer al Foro Joly, celebrado en el hotel NH de Málaga, puso sobre la mesa, dentro del debate sobre el oficio de la arquitectura, fue el de los elevados emolumentos cobrados por ciertos arquitectos. Si bien no se puso nombre y apellidos, el interrogante tenía un protagonismo claro: Santiago Calatrava y los 96 millones de euros que percibió del Gobierno de la Comunidad Valenciana por la Ciudad de las Ciencias. Moneo se limitó a recordar que los honorarios de los urbanistas están fijados en una relación clara entre lo presupuestado y el servicio profesional y aclaró que una labor de esta índole tiene tras de sí a "mucha gente". "Casi me parece peor la propiedad que no discrimina que el arquitecto que abusa", afirmó.

Tras su intervención en el foro, a preguntas de los periodistas, reflexionó sobre el efecto que la actual crisis económica y el desplome del ladrillo puede tener sobre la arquitectura. A su juicio, de esta etapa saldrá una arquitectura "seguramente más contenida", contención que "se traducirá también en términos formales y puede que algunos de los excesos de los últimos años desaparezcan". "El fin del siglo XX ha dado lugar a una arquitectura víctima también de la misma exuberancia que la vida social", manifestó. Para el urbanista, nacido en Tudela en 1937, dicha "exuberancia" hizo "muchas veces que la arquitectura haya perdido la obligación que tiene de ser racional".

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