La ventana
Luis Carlos Peris
El día que portamos a la Macarena
Málaga/La muerte súbita de una estudiante de la Universidad de Málaga el martes pasado vuelve a poner sobre la mesa una reivindicación por la que médicos de urgencias y emergencias llevan clamando demasiados años: la necesidad de que la población tenga conocimientos para hacer una resucitación cardiopulmonar (RCP) y sepa manejar un desfibrilador, un aparato que restituye el ritmo normal al corazón y puede salvar muchas vidas. La alumna de la Facultad de Comercio y Gestión recibió maniobras de RCP de un compañero y la ambulancia del 061 llegó en 12 minutos. Pero en el centro no había -porque no es obligatorio- un desfibrilador.
Facultativos de urgencias y emergencias propugnan que los desfibriladores se generalicen como los extintores. "Hay más paradas cardiacas al día que incendios", argumenta Andrés Buforn, director de la Escuela de RCP del Colegio de Médicos. Exactamente unas 25.000 al año en España fuera de los hospitales. Pero los profesionales aclaran que la progresiva instalación de esos equipos debe ir acompañada de una formación básica sobre su manejo y resucitación cardiopulmonar.
"No es cuestión de tener un aparato y que nadie lo sepa usar", advierte Ángel García Alcántara, coordinador del Plan Nacional de RCP en Andalucía y uno de los médicos que más ha trabajado en Málaga para que la población tenga conocimientos de reanimación. "Hay que generalizar los desfibriladores, pero también tienen que estar dados de alta en un registro para que se sepa dónde están, deben tener un correcto mantenimiento y la población debe recibir una formación básica en RCP", esgrimió García Alcántara.
En la misma línea se pronunció el presidente de la delegación andaluza de la Sociedad Española de Urgencias y Emergencias (Semes), Fernando Ayuso, quien reclamó un plan integral de atención a la parada cardiaca. La razón por la que los profesionales insisten en que haya más desfibriladores y formación en reanimación es porque casi el 70% de las paradas cardiacas se producen fuera del hospital y por cada minuto de retraso en la resucitación se pierde un 10% de posibilidades de supervivencia.
En síntesis, que haya alguien que sepa hacer RCP y un desfibrilador a mano cuando una persona sufre una parada puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte o que sufra secuelas neurológicas graves.
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