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El lobo fontanero

Política

Fran Hervías, el fichaje naranja de Génova, ejerció el poder y el pospoder en Ciudadanos. Ahora es el albacea de un partido que forjó junto a Albert Rivera

Fran Hervías / Rosell

Sevilla/Albacea de la política, arraigado en diferentes tierras (Cataluña, Madrid y Andalucía), listo al mismo tiempo que inteligente. Camufla su enorme capacidad ejecutiva con una imagen serena, de alumno de Geografía despistado a la búsqueda del aula de la clase práctica. Tiene la espalda más ancha que la Diagonal de Barcelona. Es consciente de que vivimos tiempos líquidos, de pensamiento epidérmico, tan innmediatos como banales. Sabe que la polémica más ruidosa se olvida en tres días. Liquidó UPyD y ahora afronta una tarea similar con Ciudadanos, una criatura a la que le dio de comer los potitos, crió para que creciera sana, vio triunfar y, zas, se fue al traste con la misma celeridad que esos éxitos de consumo rápido de este presente que nos ha tocado vivir.

No hay nadie que tenga un conocimiento tan minucioso de las entrañas de Ciudadanos. Este político con silueta de picador ha sido el gran fontanero de la casa naranja. Es cierto que últimamente se le veía salir y entrar con mucha frecuencia de la Casa Madre, la sede de Génova 13.

Fran Hervías (Tossa de Mar, 1983) tiene eso que los británicos conocen como el know how de Ciudadanos, un talento que ha sido adquirido a golpe de fichaje por el dúo formado por Pablo Casado y Teodoro García Egea para que el PP de hoy crezca de una vez, supere por fin los cien diputados en el Congreso y se consolide de nuevo como el gran partido del centro derecha español.

Es conocido como el señor Lobo, apelativo sacado de la película Pulp Fiction por su admirado Juan Carlos Girauta. Hervías se siente a gusto en el papel de malo oficial de la película. Es geógrafo de formación, pero quizás su especialidad son los recursos humanos. Controla el quién es quién, cuáles son las ambiciones, aspiraciones e ilusiones del que llega pidiendo una ficha de afiliación al partido, desembarca en un municipio donde hay divisiones en el grupo político y tiene claro por dónde hay que meter el bisturí. La historia de Ciudadanos no se puede escribir sin este Lobo. Ciudadanos es él y unos cuantos más.

No luce pajarita como el de la película. El hombre que ha centrado los titulares principales de los últimos telediarios es un tipo de gustos sencillos, gasta un estilo de vida muy normal, más de carne que de pescado, siempre de plato de jamón por delante del menú, muy familiar en sus hábitos y con una idea clara: la política forma parte de su familia de forma natural. En apariencia las actividades están nítidamente separadas, pero en realidad todo es uno. Hervías es ese malo que siempre hace falta para que una organización funcione, pero no lo parece, porque guarda la estética y esa calma del inocente alumno de Geografía a la búsqueda de un director de tesis doctoral.

Albert Rivera le confió la ingrata tarea de limpiar las sedes de Ciudadanos, una vez que el partido triunfó y las abejas comenzaron a birlar la miel en lugar de producirla. Muy pronto desarrolló la habilidad del pastor para separar las negras del rebaño, lo cual le valió críticas, ataques e intentos de venganza que resbalaban por una espalda ancha, anchísima. Sus vivencias en las numerosas sede de Ciudadanos dan para un libro no ya de política, sino sobre las debilidades del género humano.

Ahora se cuida más la barba, que en sus tiempos naranjas lucía algo abandonada. Dicen que casi no tenía tiempo para él mismo en su ruta por capitales y municipios, expulsando a los militantes polémicos y arengando a los fieles del lugar. Su labor en cierta forma era de la de romanizar el partido. Ahora tiene un despacho junto al del murciano García Egea. En Ciudadanos ya hay quien le envidia. Las malas lenguas dicen que Hervías está justamente donde muchos de sus antiguos correligionarios quisieran. “Le ha cogido la vez a gente como Juan Marín o Luis Salvador. El lobo nos ha dejado desamparados a muchos del partido en Andalucía, algunos creemos que incluso nos ha dejado tirados, pero hay que reconocer que ha ido, va e irá por delante”.

Se marchó Albert Rivera tras el descalabro electoral. El Lobo se apartó de la primera línea, pero rápidamente comenzó a consolidarse como un icono del pospoder en Ciudadanos. No le hacía falta ser secretario de Organización para seguir influyendo en las sedes más importantes. Enemigo político de Juan Marín, vicepresidente de la Junta de Andalucía, tiene una magnífica relación con Sergio Romero, el portavoz del Parlamento de Andalucía; trata de orientar a Rocío Ruiz, consejera de Igualdad, pero parece que no ha tenido mucho éxito; tiene claro que Luis Salvador debió ser el candidato a la Presidencia de la Junta, pero el hoy alcalde de Granada no quiso, y hace tiempo que dio por perdida la figura de Inés Arrimadas, en exceso influida por su entorno familiar, los vicesecretarios generales que le han hecho hacer el ridículo en Murcia (Cuadrado y Espejo) y, por supuesto, el peso de la sombra de Rivera.

En el cursus honorum como fontanero mayor de Ciudadanos ha expulsado más gente que García de Loza: desde un portavoz de Leganés por una presunta financiación ilegal de la campaña municipal, a tres ediles en Jaén por subirse el sueldo diez mil euros, pasando por el orillamiento de la concejal que posó para la portada de Interviú, la misma que pretendió que el partido le pagara sus viajes desde Chicago para asistir a los plenos municipales, o el derrocamiento de gente con pretensiones capitalinas que acumulaban ya acciones sospechosas que podían lastrar la imagen del partido. En tiempos se refería a todos estos militantes como “los garbanzos podridos”, con los que contactaba personalmente para sacarles la tarjeta roja. Se recorrió media España y la otra mitad al volante de un Mazda.

Dicen que Vox tendrá que contar necesariamente con un Lobo más pronto que tarde. Antes de cada decisión recibía los informes, pero siempre le gustaba acudir al lugar de los hechos personalmente. Quienes lo han visto actuar en esos momentos aseguran que sorprende esa combinación de frialdad y serenidad, esa cara de señor orondo y feliz, de no haber roto un plato, y esa llamada posterior a Albert: “Todo en orden”. También cuentan que si no se pone nervioso es porque se crió en una casa cuartel en Cataluña y se acostumbró a que los agentes inspeccionaran los bajos del coche de su padre. Se formó en un ambiente de verdadera asfixia política y civil.

El joven que se apuntó en Ciudadanos en 2006 tras asistir a un acto del columnista Arcadi Espada en Gerona, es hoy el asesor fundamental del PP para reunificar la derecha española por segunda vez. El primero en hacerlo fue nada menos que Fraga.

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