Seis legislaturas y un ciclo económico

El nivel de renta ha aumentado considerablemente, pero la estructura productiva apenas se ha transformado · Ante la actual crisis, la comunidad autónoma presenta la misma vulnerabiliad que a principios de la década de los noventa

12 de abril 2009 - 05:04

LA era de Chaves ha coincidido con el periodo de progreso económico más intenso de la historia de Andalucía. Cuando asumió la presidencia de la Junta le tocó vivir el final de una etapa de expansión iniciada a mitad de la década de los ochenta, sostenida por la expansión inmobiliaria y turística, el estímulo de la inversión exterior y los efectos multiplicadores de la inversión pública hasta 1992. En ese año, aún en medio de los fastos, devino una crisis económica intensa que provocaría una elevada destrucción de empleo durante 1993 y 1994 y que afectaría especialmente al sector de la construcción y a buena parte de la industria regional. La crisis fue profunda pero corta, y a finales de 1994 aparecerían los signos de recuperación que se consolidaron a partir de 1997 y, más intensamente, desde 2000, conociendo la economía andaluza un crecimiento sostenido y elevado hasta el año 2007, cuando se inicia una desaceleración que devendría en recesión en la segunda mitad de 2008.

Un largo ciclo económico que pone de manifiesto su estrecha vinculación con el ciclo español y europeo, pero acentuando sus tendencias; es decir, crecimiento más intenso en la fase expansiva y caída más pronunciada en las fases de crisis. Pero dado que los años de expansión han predominado sobre los de crisis el balance ha sido muy positivo en términos agregados: el PIB ha aumentado un 69,9% en términos reales desde 1990 hasta 2008, el PIB per cápita en un 41,7% y el empleo en 1,8 millones de personas hasta final de 2008. Junto a estas magnitudes agregadas otros indicadores como el desarrollo de las infraestructuras, de los equipamientos colectivos, del número de estudiantes, de las prestaciones sanitarias o del número de viviendas nos ponen de manifiesto la notable mejora del nivel y calidad de vida de los andaluces en estas casi dos décadas.

Estas transformaciones no han sido privativas de Andalucía, sino generalizadas para el conjunto de España y más intensas aún en algunas CCAA, pero el balance de estos 19 años ha permitido una ligera convergencia de la economía andaluza con la española al pasar el PIB per cápita de representar el 76,7% del español en 1990 al 77,0% en 2008, una convergencia de tres décimas, que puede desaparecer en poco tiempo si se confirma la tendencia a intensificar la caída del PIB en la fase recesiva, como ya viene manifestándose en los dos últimos años.

El crecimiento diferencial del PIB per cápita andaluz se ha producido entre los años 2000 y 2006 por el efecto combinado de un mayor crecimiento de la producción y menor de la población, consecuencia éste de la menor atracción inmigratoria de Andalucía respecto a otras comunidades más dinámicas. Otras variables que se recogen en el gráfico adjunto ponen de manifiesto el menor peso en el conjunto de España de los indicadores económicos que la población, el elevado paro diferencial y la estabilidad de casi todos ellos en los 19 años transcurridos, con dos excepciones significativas: la pérdida de peso exportador y el aumento relativo del gasto en I+D, aunque todavía alejado de la media nacional.

Un periodo de la economía andaluza que no podría explicarse sin las favorables condiciones externas: la inversión exterior en los primeros años del periodo, la extraordinaria aportación de los fondos europeos, las transferencias netas del resto de España por el mecanismo de las balanzas fiscales, y las favorables condiciones financieras desde la implantación del euro. Estas últimas han permitido en la última década una elevada expansión de la demanda agregada andaluza (consumo más inversión) por los bajos tipos de interés y la ilimitada oferta de financiación, lo que ha propiciado un elevado déficit externo y un abultado endeudamiento.

Desde la perspectiva de la oferta se han producido algunos cambios en la estructura productiva. Por una parte, una pérdida del peso de la agricultura y cambios en el peso sus principales producciones determinados por la demanda, la mayor competencia y los efectos de la PAC y sus reformas: dinamismo de la hortifruticultura (especialmente la intensiva) y el olivar frente a la disminución de la participación de los cereales y la vitivinicultura. Por otra, una pérdida de relevancia de la industria porque producciones tradicionales en declive (textil y confección, cuero y calzado, minería) no han sido suficientemente compensadas por los sectores más dinámicos. Los servicios han seguido aumentando su peso, muy especialmente los servicios de no mercado, donde el diferencial con España manifiesta la debilidad relativa de otros sectores, y el aumento también de los servicios de mercado para atender la demanda regional y al turismo. Sin embargo, el gran protagonista desde finales del pasado siglo ha sido el sector de la construcción que elevó su participación al 14,1% del PIB (más del doble de la media europea) y que propició un fuerte crecimiento del empleo y efectos multiplicadores en otras actividades productivas.

En resumen, casi dos décadas de transformación intensa de la economía andaluza, que han permitido aumentar notablemente nuestro nivel de renta, pero en las que no se ha transformado esencialmente nuestra estructura productiva (la construcción, el turismo y los servicios públicos siguen siendo nuestras "especialidades productivas") y nos encontramos ante una crisis con la misma vulnerabilidad que a principios de la década de los noventa por la debilidad de las actividades con alto valor añadido e intensivas en conocimientos y tecnología. Y, por tanto, al albur de la influencia externa, cuyas perspectivas son más inciertas que antaño por el aumento de la competencia internacional, por la reducción de los fondos europeos en los próximos años y la tendencia a disminuir el saldo positivo en la balanza con el resto de España.

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