Del ‘fast fashion’ a la revolución vintage: reimaginando la moda
jornada ‘PRELOVED FASHION: LA SEGUNDA VIDA DE LAS PRENDAS‘
Cinco expertos del sector analizan el auge de la ropa de segunda mano y el movimiento “slow fashion” que desafían las prácticas insostenibles de la industria de la moda
Galería gráfica de la jornada 'Preloved Fashion: la segunda vida de las prendas'
El consumo rápido y la moda efímera son dos conceptos de rabiosa actualidad en la sociedad contemporánea, inmersa en una carrera hacia la última novedad disponible. Las estanterías de las tiendas se renuevan con una rapidez vertiginosa, dando lugar a lo que se conoce como “moda rápida” o “fast fashion”. Esta dinámica, en la que las prendas pasan del diseño a la tienda en cuestión de semanas, permite a los consumidores acceder a las últimas tendencias a precios accesibles. Esta continua renovación desemboca en una cultura de usar y tirar, donde la ropa pierde su valor y se convierte en un artículo desechable.
No obstante, detrás de estos hábitos existe un dato preocupante: la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo, solo superada por la industria del petróleo. Por ello, la ropa de segunda mano emerge como una tendencia sostenible que desafía las reglas de la industria textil y apunta hacia un futuro más consciente. Años atrás, adquirir ropa de segunda mano se consideraba un acto relegado a segmentos económicos específicos o a aquellos que buscaban auténticas reliquias vintage. Sin embargo, actualmente, comprar prendas previamente “amadas” se ha convertido en una declaración de principios. No solo es una manera de economizar y acceder a diseños únicos, sino también una respuesta a la producción masiva que genera desechos y agota recursos naturales.
De ahí la importancia de movimientos como el “slow fashion”, la moda sostenible o el resurgimiento de la ropa de segunda mano, los cuales apuntan a este cambio de paradigma, donde se valora la calidad sobre la cantidad, y se busca una relación más consciente y responsable con lo que vestimos. En este contexto, el pasado jueves 22 de septiembre, Grupo Joly organizó la jornada Preloved fashion: la segunda vida de las prendas, para poner en valor la ropa reciclada y su impacto positivo en la sociedad y en nuestro planeta.
El evento contó con la moderación de Magdalena Trillo, asesora de Transformación Digital Grupo Joly, y la participación de expertos en la materia, como Ana Alpuente, periodista y diseñadora gráfica especialista en moda vintage; Lydia García, directora de la colección vintage de alta costura española Colección López-Trabado; Javier Villanueva, fundador de Península y de Flamingos Vintage Kilo; Laura Opazo, escritora y divulgadora sobre moda sostenible; y Rocío Pérez, fundadora de Mimeraki Vintage.
Para comenzar en el mundo de la ropa de segunda mano es primordial entender desde la raíz el concepto. La periodista Ana Alpuente abrió la jornada esclareciendo esta definición de forma clara: “Dentro de la ropa de segunda mano entra todo, todo lo que haya sido usado o que haya sido previamente llevado por alguien y amado por alguien. Después, hay que distinguir entre lo que es más nuevo y lo que es más antiguo, pero yo particularmente defiendo el consumo tanto de la ropa nueva como de la ropa vintage. Me atrae mucho la historia de la moda y el contar de dónde viene cada prenda: es como recuperar parte de la historia de nuestro país también. Creo que tenemos un concepto de la moda muy frívolo y, sin embargo, uso el término amada porque la ropa nos cubre la piel, es algo súper íntimo y algo con lo que comunicamos. La moda es comunicar. Todo lo que yo llevo me gusta y me encanta porque estoy comunicando algo de mí misma, algo de mi esencia y es lo que creo que debemos hacer todos. Luego entran en juego las tendencias y lo que nos impone el ‘fast fashion’, pero, de entrada, la moda no es algo frívolo, sino algo que tenemos que querer mucho porque es una extensión de nosotros mismos. La moda es algo mucho más íntimo de lo que la gente piensa”.
Por su parte, la directora de la Colección López-Trabado, Lydia García, quiso hacer hincapié en algunos de los problemas más acuciantes para la sociedad a la hora de optar por este tipo de moda: “Por un lado, la ropa de segunda mano es evidente que está de moda, puesto que todos más o menos la consumimos. Incluso la persona que cree que no la consume, ya que seguro que lleva un recuerdo de un familiar o una chaqueta que se la ha dejado su hermana. Hasta las personas que tienen rechazo a priori porque es algo que ha llevado antes alguien o es un signo de pobreza. Esto es una tontería que arrastramos: poca ropa es mejor que la que está hecha por la calidad. La ropa históricamente ha sido prohibitivamente cara hasta los años 80, cuando se produce la gran revolución del retail que culminará en los 2000. Por entonces vestirse era algo que estaba reservado a las élites y vestirse bien a las grandes élites. La gente iba como podía. La base de la moda es el tejido: si el tejido es malo, todo a partir de ahí es malo, desde la creación hasta la confección. La paradoja de nuestra sociedad es que todos somos sostenibles y éticos de cabeza y de corazón,pero pocos de bolsillo.
Todo el mundo quiere comprar ropa que esté bien hecha, bien producida y con buenos tejidos, pero no todos podemos tener acceso a ello porque la ropa es cara. Hay que preguntarse qué hemos hecho mal en esta revolución de la moda. Las grandes firmas de moda, están aterrorizadas porque tienen un gran demonio dentro de su propia firma: su propia marca. Antiguamente, el lujo era lujo, pero el lujo ahora está pensado para las masas. Todo esto nos lleva a un colapso de moda vintage, porque se va a acabar. Y al final, vintage será la ropa del chino”.
Las plataformas digitales y las tiendas especializadas han facilitado el acceso a estas prendas, democratizando y desestigmatizando la compra-venta de ropa usada. Estos espacios no solo brindan la oportunidad de adquirir piezas de calidad a precios más asequibles, sino que también ofrecen a los consumidores un espacio para vender aquellas prendas que ya no usan, promoviendo una economía circular. Es por ello que para Javier Villanueva, fundador de Península y de Flamingos Vintage Kilo, “es muy importante tener tiendas, además en calles buenas, para que la gente entienda como algo normal comprar ropa de segunda mano o vintage, de forma que se acabe un poco el miedo o verlo de pobres. Intentamos ser esa alternativa. Hace 10, 15 ó 20 años sobraba ropa. Ahora cada vez sobra menos porque la ropa viene de ese tipo de negocios de China en los que la calidad deja mucho que desear.
También es cierto que no hay que irse a los 80 o a los 90, la gente ya está buscando ropa del 2005, cuando antes el vintage era muy selectivo. Ahora ha entrado muchísima gente joven en el juego gracias a tiendas un poco como las nuestras, que no son tan exclusivas y que no son caras en la mayoría de los precios. Nosotros defendemos que no haya que gastarse tanto dinero en comprar ropa y apostar por la calidad de los tejidos. Yo no intento seleccionar toda la ropa, porque sería imposible con 12 toneladas y también porque no quiero que pase por filtros de mi gusto o filtros de moda. Quiero que le llegue mucha ropa a mucha gente. Lo que intentamos es que haya mucha variedad para que cualquiera pueda acceder a esa mercancía. Y a nivel de sostenibilidad, no hay prenda más sostenible que la que ya está fabricada y eso ya es un punto a favor”.
La divulgadora Laura Opazo destacó la importancia de “intentar mostrarle a la gente otra forma de consumir y relacionarse con la moda, ya que al final la forma en la que consumimos también define cómo somos. Siempre digo que hay que tener una conversación con nuestro armario, puesto que muchas veces se nos olvida y vivimos un poco en automático. Tenemos un consumo muy líquido: compramos, descartamos, lo utilizamos dos veces y como es tan barato podemos comprarnos una prenda nueva. No tenemos adherencia a las prendas que consumimos, no generamos ese amor. El 80% de las malas decisiones en gran parte es por la inmediatez o por no elegir conforme a la personalidad, sino por las tendencias. Es una forma de seducirnos por parte de la industria, para que tengamos que renovar constantemente nuestro armario, hasta el punto de que las tiendas “fast fashion” producen muchísimas colecciones. Casi cada semana y media puedes ir a la tienda y encontrar prendas nuevas. Eso al final ha hecho que como consumidores tengamos que reconstruirnos y tengamos que aprender de nuevo. Las generaciones actuales tienen una relación con el consumo de segunda mano bastante saludable”.
Rocío Pérez habló desde su experiencia en Mimeraki Vintage ya que “la ropa de segunda mano es un fenómeno transgeneracional. La generación centennial tiende a ser más abierta a este consumo, en gran parte debido a las crisis económicas que han experimentado. En contraste, aquellos que crecieron en los 90, rodeados del auge de los centros comerciales y la moda rápida, pueden encontrar más difícil adaptarse. Curiosamente, son las generaciones más jóvenes y las más mayores las que parecen más receptivas al consumo de segunda mano. Desde mi experiencia en el negocio, he notado que la juventud es más receptiva a estas prendas. Al mismo tiempo, las generaciones mayores valoran la ropa vintage porque les evoca recuerdos y aprecian la calidad y confección de las prendas, especialmente cuando se les ofrece a precios asequibles”.
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