El entrenador que teme a Villa Alaya
Investigado por un delito con pena de prisión, José Antonio Viera se resiste a que su causa pase al muy duro Juzgado número 6 de Sevilla.
Un pobre maestro de escuela, señoría, que de procedimientos administrativos sé poco. Eso es lo que José Antonio Viera le vino a decir al juez Jorge Alberto Barreiro el pasado 7 de abril pasado cuando compareció ante el Supremo por el caso de los ERE. El maestro de escuela, dicho así, con el énfasis en el recuerdo pobre de las antiguas escuelas, goza sin embargo de una brillante biografía política, salteada de no menos gloriosos cargos públicos, entre los que destaca el de consejero de Empleo, entre los años 2000 y 2004, delegado del Gobierno central en Andalucía, senador y diputado. Y entre 2004 y 2012 fue el secretario general de la provincia más poderosa dentro del PSOE andaluz: Sevilla, donde llegó con el encargo de Manuel Chaves de acabar con el díscolo José Caballos, para terminar siendo defenestrado por Susana Díaz, entonces una joven secretaria de Organización. Compañeros, después enemigos, cuentan que la hoy presidenta andaluza se distanció definitivamente de él hace casi cuatro años. A Griñán no le gustaba Viera, y le encargó a Susana Díaz el trabajo, y ni a Díaz le gustaba cierto nivel y estilos de vida de Viera.
Sí, maestro de escuela, especializado en educación especial y con varios cargos públicos, aunque sus glorias vinieron de una afición que convirtió en profesión: la de entrenador de fútbol. Entrenó al Coria, al Linares, al Sevilla Atlético, al Algeciras y, por fin, al Xerez Deportivo, al que en el 1981 ascendió hasta la Segunda División. Ese mismo año se afilió al PSOE, el hijo del Guardia Civil de Villamanrique de la Condesa nacido en 1946 terminó en el partido de Pablo Iglesias. El otro.
Pero en la biografía de Viera hay una fecha que ha pasado desapercibida para los dos instructores del caso de los ERE, un cambio que podría aportar bastante luz.
El caso de los ERE arranca con la aprobación del sistema que se ideó para conceder las millonarias ayudas a empresas en crisis y a trabajadores despedidos de éstas. Como la Consejería de Empleo, departamento que él dirigía, estaba sometida a la fiscalización previa de los interventores, se pensó que todo sería más ágil, más fácil, más rápido, pero también más opaco ante las miradas, si transfería ese dinero al Instituto de Fomento Andaluz (IFA), para que éste pagase en última instancia a los afectados. El IFA no estaba sometido a una vigilancia previa, y además estaba dentro del organigrama de la propia Consejería. Su viceconsejero, entonces Antonio Fernández, también encausado por los ERE, era el presidente del instituto, así que el dinero iba de un despacho a despacho para agilizar las subvenciones. Sin embargo, en 2002, Viera toma la decisión de apartar a Fernández y nombrarse a sí mismo presidente del IFA. ¿Por qué?
Una suculenta pregunta a la que quizás respondiese el ex director general de Empleo Francisco Javier Guerrero cuando le relató a la juez Mercedes Alaya que las ayudas a las empresas de la Sierra Norte de Sevilla partían de decisiones personales de José Antonio Viera. De los 60 millones de euros que la Junta repartió en ayudas en toda la comunidad, 30,9 se concentraron en esta comarca sevillana, estribación de Sierra Morena, el lugar que Viera solía visitar los fines de semana, de donde era su novia, después esposa, y de donde también procedía el propio Francisco Javier Guerrero, que había sido alcalde de El Pedroso. Viera lleva dos divorcios encima.
El 30 de enero de 2004, vayámonos a esa fecha, Viera era el consejero de Empleo y el presidente del IFA, un dúo que personalmente quiso que estuvieran en una misma persona, la suya, claro; pues ese día, ese mismo día, el IFA aprobaba una subvención de 13 millones de euros a Marco de Estudios y Proyectos siglo XXI, una firma en la que trabajaba su hija Sonia. La empresa era de un gran conocido de la Sierra Norte, José Enrique Rosendo, que a su vez también había sido alcalde de El Pedroso. A Rosendo, a un hijo de éste y al empresario Sayago se ha referido Mercedes Alaya como el "círculo" de Viera en la Sierra.
Serio, de una mirada tan profunda que compite en intranquilidad con un habla demasiado monocorde, es un tipo fuerte, se le notan sus años de entrenador, aunque a Viera lo que le gusta es la caza. Y mucho. Dejó el balón por las artes venatorias y volvía a la Sierra Norte siempre que podía a disfrutar de las batidas. Un diputado andaluz solía regresar todos los viernes desde su trabajo en el Congreso. Paraba en Santa Justa, Sevilla, y se acercaba por la Consejería de Empleo en busca del titular. La cartera de conflictos laborales en su provincia siempre era amplia, y la Consejería servía de pomada para la tan cacareada paz social. Pero su queja, la del diputado, siempre era la misma: "¿Y Viera, qué? ¿Pegando tiritos?". El consejero picaba el jueves por la tarde, o el viernes por la mañana: siempre había un buen coto esperándole, uno de ellos, el más visitado, el de un famoso empresario sevillano.
Viera siempre había respondido bien a los encargos. Que había que cargarse a Pepe Caballos, ahí estaba Viera, mucho más valiente que el entonces alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, para enfrentarse al histórico dirigente; que había que reconducir el desastre de Aznalcóllar ante la incompetencia de los gobiernos andaluz y español, ahí estaba Viera, que en 1989, antes de ser consejero, fue delegado de la Junta en Sevilla. Más: a Viera lo enviaron hace cuatro años de número uno por Sevilla al Congreso de los Diputados porque Griñán, que iba a encabezar la nómina socialista por la misma circunscripción en los comicios autonómicos, no lo quería cerca ni en los papeles.
Sí, Viera ha sido un tipo diligente y de partido, por eso se entiende mal su espantá, esa huida hacia el Grupo Mixto del Congreso para evitar que su caso vaya del Supremo al Juzgado número 6 de Sevilla, donde la juez Mercedes Alaya puede seguir con el caso de los ERE aunque ya no sea titular. Pregunto, y alguien, de los versados, responde:
-Es que su caso es diferente, a Griñán y a Chaves lo investigan por prevaricación, y a él por malversación de fondos, y todo el mundo tiene el derecho a tenerle miedo a Villa Alaya.
La villa es la prisión de Sevilla 2, y Alaya, una juez de mano ligera para adoptar medidas preventivas. Pues eso, más miedo que honra.
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