La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
La sostenibilidad en toda la cadena de valor, desde la producción, hasta llegar al consumidor que, a pesar de que todavía no parece dispuesto a soportar un mayor precio en aras a adquirir productos medioambientalmente respetuosos pero, al mismo tiempo lo exige cada vez más. Esa es la estrategia que expusieron Alfredo Segura, director comercial del Grupo Fertiberia; Carmen Ponce, directora de relaciones corporativas y sostenibilidad de Heineken y Jaume Mas, director técnico de Grupo Gallo, en un coloquio moderado por José Antonio Carrizosa, asesor editorial del Grupo Joly. Las tres sociedades tienen suscritos acuerdos que garantizan esa apuesta desde la producción de sus materias primas, hasta la llegada a sus clientes finales.
Es en todo este proceso donde las empresas echan el resto. Heineken incluso de adelanta a su compromiso de reducción de emisiones en cinco años. La descarbonización, según Carmen Ponce, abarca “la producción de todas las cervezas con energías sostenibles, antes del fin de 2025”, aunque es plenamente consciente de que ese objetivo “tan sólo supone el 10% del total de la cadena de valor”. Ahora, las medidas de la empresa apuntan a extender ese modelo a la “agricultura, el empaquetado o los medios de distribución de la última milla”.
En similares términos, Jaume Más, de Grupo Gallo, quiso recordar que esa estrategia “es importante, pero no es nueva, ya que nosotros empezamos en la campiña de Córdoba hace 30 años”. Se trata, a su entender de “producir lo mismo con menos agua y energía”.
Es en este entorno donde entra Fertiberia, con acuerdos firmados con las dos anteriores y que desarrolla nuevas estrategias en los primeros pasos de la producción, mediante la extensión de “productos como biofertilizantes que ayudan a los cultivos a soportar situaciones difíciles, por ejemplo la falta de agua y que sustituyen el gas natural por hidrógeno verde”. Todo ello “nos da una fuerza enorme en toda la cadena de producción hasta llegar al consumidor final”.
Es en este punto donde las empresas plantean sus posibilidades de mejora. Hay un hecho incuestionable, expuesto por Carmen Ponce y es que los consumidores “al menos por el momento, no parecen dispuestos a pagar más por un producto más sostenible, algo que curiosamente cada vez valoran más”. Lo que sí tiene claro Jaume Mas es que “esa rentabilidad hay que buscarla en cada uno de los pasos de la producción, es decir, pasar de la rentabilidad social a la económica” y “somos conscientes de que conforme mejoren los procesos tecnológicos, los métodos que ahora son caros, llegarán a ser competitivos y mejorarán sus costes”. Para Fertiberia, en boca de Alfredo Segura, “se trata de una obligación, ya que si utilizamos hidrógenos verde en la producción de fertilizantes, aumenta el valor de los productos”.
La producción de este tipo de productos básicos para garantizar las explotaciones agrícolas, pasa por “la biotecnología, en especial en los procesos de protección del nitrógeno, algo para lo que utilizamos un microorganismo, en este caso una bacteria extraída del suelo, o con un polímero biodegradable en el que envolvemos los abonos para que se liberen de manera gradual”. El siguiente paso es el de la aplicación de la “inteligencia artificial para crear una herramienta digital que facilite al agricultor el abonado inteligente de sus producciones, al mismo tiempo que se vuelca de manera directa en el cuaderno digital, una de las exigencias de la Unión Europea”.
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