Susana Díaz, por incomparecencia rival

¿Quién ganó el debate electoral en Andalucía?

La presidenta se lleva la primera cita a cuatro más por demérito de los rivales que por acierto propio

Juan Manuel Moreno y Juan Marín se pierden en atacarse mutuamente

Los candidatos, con el subdirector general de RTVA, Joaquín Durán, antes del debate. / Antonio Pizarro

Sevilla/Aburrido, soso, prescindible, insufrible a ratos. La lista de calificativos, muchos de ellos sinónimos, para describir el primer debate de esta campaña electoral de estas undécimas elecciones autonómicas en Andalucía podría ser tan larga y tediosa como el mismo programa que ofreció anoche la televisión pública andaluza.

Así que a la pregunta de ¿quién ganó el debate? habría que responder que el aburrimiento, el tedio. Pero no se escabullirá el cronista por ello de hacer el escrutinio a los candidatos, su discurso y su actitud, hacia los andaluces y hacia sus contrincantes.

Ganó quien más tenía que perder, la candidata del PSOE a la reelección. Y más por demérito de los otros tres candidatos que porque hubiese una brillante oratoria, propuestas ilusionantes ni chispa en el fondo o en la forma de la todavía presidenta (con todas las atribuciones, en funciones no estará hasta el día 3).

ASÍ LO HE VISTO

SUSANA DÍAZ: Supo adaptarse al devenir del debate, sobre todo tras ver que no fue un tercer grado. Pudo arriesgar más y ganar con contundencia: no lo hizo.

JUAN MANUEL MORENO: Estuvo cómodo ante las cámaras y frente a sus rivales, pero dejó escapar este primer debate para presentarse como alternativa real.

JUAN MARÍN: Como en la legislatura, en el debate no supo nunca si se presentaba como gobernante u oposición. Le faltó creeerse que puede ser alternativa.

TERESA RODRÍGUEZ: Trató de explicar que tiene un modelo distinto sin lograr demostrar que es aplicable. A ratos pareció convidada de piedra en el debate.

Susana Díaz arrancó muy seria, casi triste, y restando convicción a lo que decía. Quizás porque esperaba un cerco asfixiante de los tres otros oponentes que, en realidad, nunca se dio. Pero fue ganando terreno cuando los candidatos a su derecha –ideológica que no posicional en el plató– se empeñaron en hacer bueno su argumentario de que en estos comicios hay una pelea por la hegemonía en el centro-derecha.

Moreno y Marín

Ciertamente, Juan Manuel Moreno Bonilla y Juan Marín, cabezas de cartel de PP y Cs, pusieron tanto interés en afearse sus respectivos roles en la política autonómica andaluza como en criticar la gestión del PSOE en el Gobierno regional. Y lo que consiguieron es dar aire a quien se examinaba, a quien examinaban. Y a Díaz no hay que darle respiro si pretendes ganarle. El cronista se lo pregunta: ¿querían ganarle? El debate y las elecciones.

Moreno estuvo suelto en las formas, en algún momento casi deshinibido de la responsabilidad a la que se enfrenta, como si tuviese muy poco que perder (salvo su propio estatus de líder de la oposición). En el fondo se esforzó en ser más propositivo, pero con el acento siempre puesto en que en Andalucía nada funciona, negando la realidad. Un error recurrente del PP.

Juan Marín optó por ser incisivo tanto con Susana Díaz como con Juan Manuel Moreno Bonilla –Juanma, como quieren que le llamen, y hasta consiguió que lo hiciese Teresa Rodríguez–, pero no sólo se perdió en dispersar sus esfuerzos, sino que su trayectoria de dócil socio de legislatura jugó siempre en contra de una supuesta oposición al Gobierno socialista. Y la expectativa del cambio que proclama exige entendimiento con un PP al que atacó por no hacer nada en 40 años (de autonomía y preautonomía). Le faltó credibilidad y tablas para un debate como éste.

Teresa Rodríguez, muy ideológica

Teresa Rodríguez quiso ser siempre muy ideológica, jugar mucho el papel de que su propuesta está muy alejada de la del PSOE, mucho más social. Se esforzó en no aparentar radicalidad, pero perdió la pujanza que ha demostrado en las sesiones de control en el Parlamento en la legislatura anterior.

Ninguno de los tres aspirantes a desbancar a Díaz como gobernante inquietó nunca a la presidenta, ni si quiera en asuntos delicados como la corrupción.

Y, así, Susana ganó por incomparecencia rival.

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