Un 'monstruo' vino a verlo

Elecciones Andalucía | Juanma Moreno

Juanma Moreno Bonilla protagonizó algunos comentados gestos en campaña con el afán de modificar su imagen ante los electores

Salva su liderato pese a un resultado pésimo

Moreno Bonilla saluda sonriente anoche, junto a su mujer.
Moreno Bonilla saluda sonriente anoche, junto a su mujer.
Antonio Méndez

03 de diciembre 2018 - 09:42

Al final acertó Juanma Moreno Bonilla. Las elecciones andaluzas eran propias de un argumento para una película de ciencia ficción. Pero no el de La Guerra de las Galaxias. Quiso encomendarse a Yoda y, en realidad, la fuerza le abandonó. Con 26 escaños el PP andaluz iguala los pésimos resultados que obtuvo su formación en las autonómicas de 1990 con Gabino Puche. Pero al líder del PP, sin salirnos del género cinematográfico, y con permiso del realizador Juan Antonio Bayona, al final un monstruo vino a verle: Vox.

Con permiso del ciudadano Juan Marín, el dirigente popular se acostó anoche con la convicción de que será el primer presidente andaluz no socialista en casi cuatro décadas de autonomía. Una opción poco más que impensable. El equipo de Moreno Bonilla insistía en los últimos días que el objetivo del PP consistía en consolidarse como segunda fuerza política y frenar el ascenso demoscópico que se le auguraba a Ciudadanos. Además, considera que la principal responsable de la irrupción de la formación ultraderechista con los resultados que ha cosechado es la propia Susana Díaz, a la que reprochan que en su objetivo por fraccionar a la derecha le ha hecho la campaña a Vox.

Los estrategas del PP al diseñar la campaña partieron de la base de que Moreno Bonilla por sí solo no podría batir a Susana Díaz, considerada un "animal político". De ahí el empeño humanizar a toda costa al candidato popular. Aunque tuviera que agarrar el micrófono para emular a Danza Invisible, dialogar con una vaca o comerse antes una hamburguesa de una res similar junto a su familia en un McDonalds. A la presidenciable socialista el único resquicio que le encontraron para alterarle su poderes políticos fue mencionarle a Pedro Sánchez y sus socios independentistas: la kriptonita. Moreno Bonilla, además, ha tenido que asumir que fuera Pablo Casado el encargado de ejecutar el plan y él estaría bajo su sombra. El líder nacional del PP ha recorrido Andalucía, de maniobras, para adquirir para adquirir experiencia con fuego real en esta batalla de las autonómicas. La guerra que en realidad le preocupa era la de las elecciones generales. De ahí el discurso centralista para recuperar para el Estado algunas competencias transferidas como la educación, en coincidencia con Vox. En este escenario, Moreno Bonilla ha intentado buscarse un hueco para no quedar como un mero telonero. Con el obstáculo de que más allá de su BMI (bajada masiva de impuestos), la presencia constante de los líderes nacionales de PP y Ciudadanos postergaban el debate andaluz. Ya le sucedió en 2015. Recién aterrizado al frente del partido y con las aguas internas movedizas, también Génova acudió en su auxilio. Entonces le envió a Rajoy, pero el presidente del Gobierno en 2015 no gozaba precisamente de una popularidad extrema y favorable. Ahora Casado necesitaba acaparar todo el espacio posible. O susto o muerte. Con unos buenos resultados, no cabrían dudas de a quién hay que atribuirlos. Ya quedó patente en su primera intervención pública después de que se conocieran. Recordó que se había recorrido 9.000 kilómetros en las últimas semanas para propiciar el cambio.

La segunda posibilidad se ha disipado en seco. ¿Con cuántos diputados corría peligro la cabeza de Moreno Bonilla? Casado se aseguró de manejar suficientes alternativas para el recambio si decidía apretar el botón rojo. Ahora poco importa. Ahora hay que pulsar el móvil. Demostrarle a C,s quién tiene la autoridad para sentar al otro en la mesa de negociación. La película continúa.

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