El duque que pudo ser rey
Una sublevación contra Felipe IV estuvo a punto de crear el Reino de Andalucía en 1640, encabezado por el duque de Medina Sidonia
Cádiz/Lazos de familia, celos de quienes ostentaban el poder en la Corte, cansancio ante una crisis que ya empezaba a afectar a los pilares del viejo imperio español... El reinado de Felipe IV sufrió en 1640 una profunda crisis política y económica que estuvo a punto de quitarle la corona y desmembrar el país en varios reinos, entre ellos uno radicado en Andalucía.
Felipe IV, uno de los últimos de los miembros de la Casa de los Austria, acabó convirtiéndose en el monarca que más años ocupó el trono español: 44 años. Buena parte de este largo reinado coincidió con tiempos muy convulsos en toda Europa, con la Guerra de los Treinta Años, y sobre todo con la lucha por la supremacía en el comercio con las colonias americanas, donde comenzaban a jugar un importante papel ingleses y holandeses, que atacaban de forma impune a la flota comercial española.
El monarca confió toda la gestión de su reino al conde duque de Olivares, quien, como valido de Felipe IV, ostentó un inmenso poder que provocó recelos entre buena parte de la nobleza y que acabó provocando su caída.
Toda esta olla en plena ebullición estallará a principios de la década de 1640. Olivares asume que las arcas de Castilla han sido suficientemente exprimidas para financiar las acciones del gobierno y decide reclamar más dinero a Andalucía, Cataluña y Portugal.
La respuesta no es la esperada por el valido: Cataluña se subleva, Portugal se subleva y, ya en 1641, la nobleza conspira en Andalucía con dos nombres de referencia: el duque de Medina Sidonia y el marqués de Ayamonte, que se convertirán en los protagonistas de una operación militar y política polémica y escasamente conocida, donde los propios historiadores no acaban de tener claro quién fue el jefe de una trama que tenía como objetivo la creación del Reino de Andalucía y nombrar monarca a Gaspar Alonso Pérez de Guzmán, noveno Duque de Medina Sidonia, uno de los nobles más poderosos en España y afectado como muchos por una crisis económica que había mermado peligrosamente su estatus de vida.
Gaspar Alonso Pérez de Guzmán ocupaba el cargo de Capitán General del Mar Océano y Costas de Andalucía. Como tal, recibió la orden del Rey de controlar la antigua frontera entre Andalucía y el Algarve, dentro de la movilización militar tras producirse en 1640 la sublevación portuguesa. La operación se completaba con la creación de una junta de guerra en Ayamonte, al frente de la cual se puso al propio duque de Medina Sidonia, teniendo como apoyo al otro protagonista de esta historia, su primo Francisco Manuel Silvestre de Guzmán y Zúñiga.
Cabe pensar que ni el rey Felipe IV ni su valido eran conscientes de los lazos familiares de los dos nobles andaluces con el duque de Braganza, que los revolucionarios portugueses nombraron rey con el nombre de Juan IV. O sí, y lo que pretendían era que ambos diesen un paso adelante para así librarse de dos referentes de la nobleza que les podían hacer sombra, sobre todo a Olivares.
Lo cierto es que Juan IV estaba casado con Luis de Guzmán, hermana del duque de Medina Sidonia. Nada ayudó la extremada lentitud con la que el noble andaluz respondía a los requerimientos del gobierno a la hora de actuar con contundencia contra los sublevados de Portugal, a fin de disipar las dudas en la Corte.
La situación fue complicándose. La cuestión portuguesa no se solucionaba, por lo que Olivares decide dar un paso adelante e iniciar un proceso investigador contra los dos nobles andaluces.
La acusación era grave, extremadamente grave: propiciar la sublevación de Andalucía contra el Rey. Lo historiadores resaltan, y esa fue la principal denuncia de la mano derecha de Felipe IV, que Gaspar Alonso de Guzmán lo que buscaba, con el apoyo del hipotético Reino de Portugal y de la nobleza de la propia región, era proclamarse rey de Andalucía.
Según el relato de los investigadores el plan de actuación era el siguiente: las tropas portuguesas entraban en suelo andaluz, camino de Sevilla, a través de Ayamonte, con su marqués al frente. La ciudad de Cádiz, que ya entonces despuntaba como una de las grandes capitales económicas del país gracias al comercio con América, sería ocupada por el propio duque de Medina Sidonia que contaría para ello con el apoyo de la flota francesa.
La nobleza andaluza se implicaría en la sublevación con la participación de otros condes y duques, entre ellos el de Arcos. E incluso se hablaba de un pacto con el Reino de Fez para apoyar esta acción desde Marruecos.
Tras las denuncias, el duque de Medina Sidonia fue llamado a la Corte. Aunque fue reacio a acelerar el viaje, el 21 de septiembre de 1641 se postró por fin ante el rey Felipe IV y confesó.
Confesó que toda la culpa era de su primo, cómo no, y que nunca había tenido la intención de ser nombrado rey de Andalucía. Y dijo lo que muchos suponían: que su presencia en esta sublevación tenía como objetivo jubilar al conde duque de Olivares.
En todo caso, Gaspar Alonso Pérez de Guzmán perdió la oportunidad de ser el primer monarca del Reino de Andalucía, que nunca llegó a ser más que el sueño de unos cuantos nobles de la vieja región. El duque de Medina Sidonia imploró perdón y lo obtuvo, aunque perdería buena parte de sus posesiones. Peor suerte obtuvo su primo, el marqués de Ayamonte, que acabó siendo considerado en la Corte como la cabeza pensante de esta trama. Cabeza que perdería en el cadalso del Alcázar de Segovia en diciembre de 1648.
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