El difícil adiós al chupete
Dejar el chupe, ese primer amigo fiel de la infancia, es un sacrificio que trae de cabeza a muchos padres y que los pediatras recomiendan superar antes del año
Es el primer amigo fiel. El que calma los llantos y ayuda a conciliar el sueño. Por ello, abandonar el chupete supone todo un acto de valentía y para muchos niños, además, un verdadero sacrificio. Sin embargo, los expertos desaconsejan su uso rutinario o prolongado ya que conlleva, en muchos casos, efectos negativos, como deformaciones de boca, de paladar, infección de oídos, respiración anormal, trastornos en la alimentación o reacción de dependencia ante el desarrollo de las emociones. No obstante, en aquellos casos en los que fuera necesario, ya que algunos bebés necesitan el consuelo que les proporciona la succión, no debería prologarse más de un año y, en ningún caso, rebasar los 18 meses.
En los primeros meses de vida, además, puede también dificultar el inicio de la lactancia materna. Es el llamado síndrome de confusión del pezón. Por eso, no se recomienda dar chupetes hasta que el bebé sabe mamar bien y la lactancia materna está bien establecida, ya que ponerle en la boca otro tipo de boquillas puede desconcertarle. Algunas tetinas pueden ser más anatómicas, pero ninguna es igual al pecho de la madre. Del mismo modo, existen múltiples estudios que demuestran que el empleo de chupetes tiene un efecto negativo sobre la duración de la lactancia materna, tan beneficiosa para el desarrollo del bebé.
Existen, además, prácticas inadecuadas, como la de impregnar la tetina en miel o en azúcar. Los pediatras sostienen que es en el primer año de vida cuando se crean los hábitos del adulto y, cuando el bebé se acostumbra a grandes dosis de azúcares, los necesitará a lo largo de su vida, produciendo trastornos en el metabolismo. La miel, según los pediatras, es muy peligrosa para los menores de un año, ya que ingerida incluso en pequeñas cantidades, el bebé puede contraer botulismo, una enfermedad que paraliza los músculos y que puede llevar a la muerte por parada respiratoria. En la dentadura, además, existe el riesgo de caries y, según el presidente del Colegio de Odontólogos de Málaga, Lucas Bermudo, "en el caso de que haya que sacar un diente de leche, el diente definitivo no tiene guía", por lo que tardará en salir y, normalmente, no lo hará en la posición correcta.
Pero la decisión de despojarse del chupete recae sobre los padres y tiene que ser firme y contundente. No obstante, dependiendo de la personalidad del niño, se debe tener flexibilidad en determinados momentos, como a la hora de dormir, diez minutos antes, para ayudarles a conciliar el sueño. De esta forma, aseguran los pediatras, se evita que el bebé asuma hábitos más perjudiciales, como chuparse el dedo. Una costumbre mucho más difícil de eludir y que, además de causar los mismos efectos, puede acarrear problemas y deformaciones en los dedos.
La guardería es un lugar propicio para abandonar este insano vicio, ya que se crea cierta competitividad entre los pequeños, además de estar en manos de profesionales. En la escuela infantil malagueña Jardín de Guadalmar, aseguran que dejar el chupete "es una de las consignas cuando los niños pasan determinado ciclo de adaptación. Cuando dejan la casa para empezar en la guardería, lo reclaman para tranquilizarse; pero, a medida que se van sintiendo seguros en el nuevo medio, ellos mismos dejan de necesitarlo". Según el centro, es un proceso sencillo: "Simplemente se les explica que son mayores para usar chupete y ellos lo entienden, porque su mayor recompensa es hacerse mayores". Aunque reconocen que, en algunos casos, "los pequeños tienen verdadera necesidad de usar chupete".
Y es que el momento de separar al bebé de su fiel acompañante supone grandes quebraderos de cabeza para los padres, que se las ingenian como pueden, haciendo alarde del más puro ingenio; en mucho casos, con sentimiento de culpa por traicionar a su pequeño. Lina Luque recuerda como "fue la súper seño Loli", su profe de la guardería, la que le indicó meses antes de que empezara el colegio que había que quitarle el chupete. La relación del pequeño, que tenía dos años y cinco meses, con su chupete, recuerda, "era muy estrecha, por lo que no lográbamos convencerle por las buenas. Intentamos que se lo cambiara a los Reyes Magos por regalos, que se lo diera a los niños pobres, que lo canjeara en el quiosco por chuches...", pero no había forma. Así, la Seño Loli le dio la solución: "Me dijo: mañana, cuando se levante, le quitas el chupete porque está malo y pica, lo traes a la guardería y yo estaré toda la mañana diciéndole que el chupete está malo y pica y cuando llegue a casa y te pida el chupe se lo das, pero estará malo y picará". Cuando llegó a casa, restregó guindillas a todos los chupetes y, cuando el pequeño "pidió su chupe, le di todos, avisándole de que picaban. El pobre iba probando de uno en uno todos los chupetes, mientras las lágrimas se le caían y me decía mamá este no pica. Como todos picaron, cuando se le pasó el berrinche los tiramos juntos, y hasta hoy. De vez en cuando se acordaba de él y yo le decía que le compraba uno si quería, pero que estaba malo y picaba".
Haciéndose eco de esta tierna lucha, el Ayuntamiento de Torremolinos (Málaga) eligió un olivo centenario que fue transplantado desde los Pinares de Los Manantiales hasta la zona infantil del Parque de la Batería, al que bautizó como Árbol de los Chupetes. Se trata de una tradición nórdica en la que los niños dejan en un árbol su último chupete con una pequeña etiqueta con su nombre y el día que dejan de utilizar el mismo. El gesto de sacrificio y serio compromiso que han adquirido los pequeños que han decidido abandonar su chupete colgándolo del árbol suele ir acompañado de una pequeña ceremonia íntima, en la que están presentes padres y familiares cercanos del protagonista, que asume en ese momento la nada fácil decisión de decir adiós a su fiel compañero.
Guillermo Navarro López fue el primer niño que colgó definitivamente su chupete en este árbo, coincidiendo con el primer aniversario del parque, y la idea ha tenido tanto éxito que hoy, cientos de chupetes cuelgan del milagroso árbol que consigue aquello que a los padres tanto les cuesta. Sólo hay que pedir uno de los botes a los guardias de seguridad del parque, que colgarán el trofeo, que quedará para siempre como el más tierno recuerdo de la infancia. La historia corre a cargo de cada familia, ya que no son pocos los que no se dejan convencer o se arrepienten a última hora. Pero hay que ser firmes y luchar contra la más dura de las adicciones, porque no es fácil aceptar que nuestro bebé se ha hecho mayor.
También te puede interesar
Lo último
Solas | Crítica de danza
Carne fresca para la red
Orquesta Bética de Cámara. Concierto 1 | Crítica
El regreso de Turina a Sevilla