El día de la esperanza desvanecida
La investigación del caso Ruth y José Bretón
Córdoba y Huelva viven con consternación las últimas noticias sobre el paradero de Ruth y José. Los comentarios de solidaridad con la familia materna se mezclan con la incredulidad hacia la labor policial.
Jornada de consternación en Huelva y Córdoba, dos ciudades unidas por el doloroso peso de la tragedia que ayer desayunaron con la peor de las noticias: la confirmación de que los restos óseos aparecidos en una hoguera de la finca de los abuelos paternos de Ruth y José en Las Quemadillas pueden pertenecer a los niños.
En el corazón de la capital onubense, la plaza de Las Monjas, los medios de comunicación se arremolinaban desde primeras horas de la mañana en busca de la opinión ciudadana. El cielo derramaba sus lágrimas intermitentes sobre el acerado. En el templete ante el que cada día 8 de concentraban los onubenses para pedir el regreso de sus dos niños, la enorme pancarta con las fotos de los dos hermanos y aquel "¡Queremos volver a casa!" encogía el corazón de los viandantes. Alguno incluso se detuvo a depositar velas y peluches ante el rótulo.
En la calle pocos podían explicarse por qué no se analizaron en profundidad aquellas pruebas, por qué "se ha perdido tanto tiempo y se ha hecho sufrir tanto a esta familia". Encaja Huelva otra derrota, otra pérdida irreparable, cabizbaja como cuando conoció en 2008 que Santiago del Valle había arrebatado la vida de otra de sus menores, Mari Luz Cortés.
La aflicción encontraba otro de sus epicentros en la barriada de Huerto Paco, donde vivían los niños y sus padres. En el primero del bloque número 7 de la calle Arqueólogo Garay de Anduaga las persianas estaban cerradas a cal y canto. En la plazoleta en la que solían jugar Ruth y José reinaba el silencio. El barrio se había quedado mudo.
Uno de sus vecinos, Antonio Heredia, relató que lo sucedido "es un acontecimiento inesperado, impensable", al tiempo que indicó a este rotativo que "yo tenía esperanza de que aparecieran vivos y todavía la mantengo porque no puedo creerme que ya no estén aquí ni tampoco que un padre sea capaz de hacer eso con sus hijos". Recordó cómo José Bretón se dejó ver alguna vez por el bar de la calle y "parecía un hombre normal".
El mecánico Paco Barroso, que regenta el taller BR Automoción, aseguraba ayer que la triste noticia de la jornada "nos ha caído como un jarro de agua fría, no nos lo esperábamos". Ahora habrá que esperar a los resultados de las pruebas de ADN para confirmar que sean ellos, "pese a que nosotros esperábamos que los niños estuvieran, por lo menos, vivos".
Barraso manifestaba además que a veces había mantenido alguna breve conversación con José Bretón, al que califica como "un hombre normal, tranquilo, educado; lo hemos visto muchas veces pasando por la calle con los niños y no se nos pasaba por la cabeza que pudiera ocurrir algo así, estamos destrozados".
En Córdoba, predominaron la indignación, la estupefacción y la sorpresa. Las conversaciones de cortesía en las paradas de los autobuses y en los portales versaron sobre la temida resolución del caso. "Yo no me esperaba una cosa así, no entiendo cómo puede tener alguien tanta sangre fría. Esperaba que el padre los hubiera vendido, pero no esto", exclamó por la tarde Pilar, una joven que paseaba por el centro. Javier, un vecino de Ciudad Jardín, hizo un llamamiento a la cautela: "Hasta que no se tengan las pruebas definitivas lo mejor es ser prudentes y no andar diciendo las cosas que he escuchado por ahí".
La opinión pública dirigió toda su ira hacia José Bretón, un hombre que "ha demostrado tener una sangre fría increíble". Las opiniones de compasión de días anteriores hacia el padre, de quien se habría dicho que podría ser víctima de un juicio paralelo, cristalizaron ayer en mensajes de ira e indignación. En la finca de los abuelos de los niños, en Las Quemadillas, aparecieron pintadas contra el procesado, al igual que en la vivienda habitual de sus padres, en la calle Don Carlos Romero, en La Viñuela. El barrio se despertó ayer con la fatal noticia del hallazgo de restos óseos compatibles con niños de las edades de Ruth y José, una realidad que muchos vecinos se negaban a asumir. La jornada avanzó entre el dolor y la conmoción de la noticia y la tranquilidad propia del mes de agosto, sólo rota por el vaivén de los reporteros y de las cámaras de televisión. La familia paterna, sin embargo, se mantuvo todo el día recluida.
Otros ciudadanos criticaron el trabajo de la Policía y su errático análisis de los restos óseos hallados en la hoguera. "No se ha investigado lo suficiente o se ha investigado mal, y esto sólo ha servido para hacer sufrir a la madre", declaró Rafi. "Al final ha tenido que ser la madre la que ha revuelto cielo y tierra para saber la verdad", y eso le pareció "lamentable". Carmen, sin embargo, dijo que no hay que echarle toda la culpa a la policía: "Los pobres han hecho lo que han podido, pero quizás haya mucha policía y muy pocos científicos".
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