Ni convergencia ni empleo
Día de andalucía | l escenario económico
38 años después de lograr el autogobierno, Andalucía sigue sin saltar desde las últimas posiciones de renta y empleol
Aún quedan 300.000 empleos por crear para llegar a las mejores tasas de 2007, cuando la andaluza fue del 11%
Desde 1976, el diferencial de paro entre la región y España se mueve entre los seis y doce puntos; ahora se sitúa en ocho
Pan, trabajo y libertad" fue uno de los lemas más coreados durante la Transición en Andalucía. Era el eslogan del Partido de los Trabajadores de España, una formación comunista con gran raigambre en las comarcas jornaleras. La pulsión autonomista en Andalucía no sólo ansiaba un reconocimiento como pueblo y lo que ello implicaba, como un autogobierno y un parlamento propio, sino una mejora sustancial de la economía de la región y de las condiciones laborales de los trabajadores. Se trataba de poner fin al atraso del sur. Buena parte del problema secular del desempleo se solucionó después de la Guerra Civil con una emigración masiva a Madrid, el País Vasco y Cataluña, donde Barcelona se convirtió en la novena provincia andaluza. También a Francia, Alemania, Holanda, Bélgica y Suiza. Pasado este tiempo, 38 años desde el referéndum de la autonomía del 28-F, Andalucía sigue situada en las peores posiciones de renta per capita y de desempleo de España.
El mal italiano, sin embargo, se conjuró: las comunidades del sur no quedaron descolgadas del crecimiento económico y social que comenzó a disfrutar España a partir de entonces, y eso en buena medida se ha debido también a la existencia de autogobierno. El sur de Italia es otro país, el AVE sólo llega hasta Nápoles, y Roma nunca se encargó de integrar estos territorios. La convergencia regional en España es más poderosa que en Italia y que en Francia, las diferencias son bastante menores, se sitúan casi al mismo nivel que Alemania. Pero lo que es un hecho cierto es que los 38 años de gobiernos autónomos no han producido cambios sustanciales en los listados de riqueza. En término de rentas familiares y de PIB per cápita, Extremadura es la última y Andalucía, la penúltima. Como en empleo. Hay pan, porque el hambre dejó de estar presente en los pueblos, y hay libertad, pero el trabajo ansiado, el masivo, el que iba a conseguir la vuelta de los emigrantes, no llegó. La educación pública en Andalucía es más que aceptable, es gratuita desde Infantil hasta la Universidad; la sanidad es envidiable, hay buenas infraestructuras y un sistema de protección social de nivel europeo, pero el trabajo, tal como se concebía, se resiste a llegar.
Andalucía no ha logrado solventar el diferencial de paro que mantiene con el resto de España, del mismo modo que nuestro país tampoco acerca posiciones con la media europea. En estos momentos, la tasa de paro en la comunidad es del 24,4%, ocho puntos más que la media de país, que es del 16,5%. La diferencia se mantiene desde 1976, cuando España comenzó a sufrir este problema que ya parece endémica. Un año después de la muerte de Franco, el diferencial era de seis puntos, ahora es de ocho, pero en la década de los 80 se llegó a los 12 puntos. El 18% de la población española es andaluza, pero el 25% de los parados españoles son andaluces, hay un desequilibrio de siete puntos porcentuales en nuestra contra. Y el problema es que esto viene siendo así desde el inicio de la Transición. Ni las políticas de industrialización, casi todas fallidas, ni el apoyo europeo a la construcción de infraestructuras ni los ingentes fondos gastados en promoción de empleo han podido salvar esta diferencia.
Una vez superada la crisis económica, en Andalucía se está creando empleo a una velocidad un poco mayor que en el conjunto del país. Esto también forma parte de la tónica. Crecemos muy bien cuando todo va bien, pero destruimos empleo a mayor velocidad cuando la economía va mal. Ahora, al final de 2017, fecha de la última EPA, hay 960.600 parados en la comunidad. 2007 fue el mejor año, la crisis sólo había llegado a Estados Unidos y el Gobierno de Zapatero se había implicado en una serie de medidas keynesianas de trazo gordo que crearon un empleo fugaz. En el segundo trimestre, Andalucía alcanzó una tasa de paro del 11%, pero es que la media española fue del 7%. Trabajaban en la comunidad 3.238.000 personas, 300.000 más que en la actualidad. Pero había medio millón de parados, 500.000 trabajadores sin empleo en un contexto donde se construían adosados y edificios de viviendas en todas las coronas urbanas de la región.
Pero lo que nunca ha ocurrido es que la tasa andaluza mejore y se ponga por encima de algunas de las Castillas, de Cantabria o de Valencia. Y lo mismo ha ocurrido con nuestro nivel de renta. La andaluza llega al 75% de la nacional y en ese entorno nos movemos. Todas las comunidades siguen su mismo patrón histórico, aunque en los últimos años, Baleares y Canarias, dos comunidades turísticas, se han descolgado de sus posiciones habituales para peor, mientras Galicia y Castilla y León mejoran. Entre 2007 y 2014, la convergencia en términos de renta se redujo, pero desde el final de la crisis ha comenzado a mejorar. Es el mismo comportamiento del desempleo: en tiempos de bonanza, las más retrasadas crecen más rápido, mientras las más desarrolladas aguantan mejor las crisis. Excepto en 2016, por lo casos balear y canario.
El desempleo ha sido, pues, una preocupación de todos los gobiernos desde finales de los setenta. De todos, de los nacionales y de los autonómicos, porque el de Madrid también tiene poderosos instrumentos para actuar sobre la economía. Durante estas semanas, dos ex presidentes de la Junta y varios ex consejeros se sientan en el banquillo por el caso de las subvenciones públicas a los expedientes de regulación de empleo. Por este sistema se dieron rentas a 6.000 desempledos. Como el ex consejero de Empleo Agustín Barberá ha declarado ante el tribunal, "todo el dinero era poco", porque la situación de destrucción de empresas, en especial industriales, era alarmante.
Una de las consecuencias del escándalo político que propició las dimisiones de Manuel Chaves y de José Antonio Griñán como diputado y senador fue que los cursos de formación de parados fueron paralizados. Todos. La persecución judicial a todos los consejeros de Empleo que se fueron sucediendo en el cargo tras el primer cese y el intento de abrir un nuevo caso con los cursos de formación forzó a parar estas políticas. Desde 2012 a 2017, no se dio ni un curso en Andalucía. A finales del año pasado, la Consejería de Empleo retomó este tipo de formación. Ahora hay 8.500 alumnos, aunque se debe cerrar el año con 22.800 parados en clases.
Cuando los economistas analizan las causas de este diferencial de desempleo de Andalucía respecto a España describen, en ocasiones, lo que es visible: que la población activa andaluza es muy alta, que siguen incorporándose muchos jóvenes, con formación baja, al mercado laboral y que no se genera tanto empleo para tanto demandante. En efecto, eso explica por qué la tasa es alta, ya que es una relación entre los parados y la población en edad de trabajar. Pero poco más. Lo cierto es que la estructura económica de Andalucía no ha sido desde hace algo más de un siglo lo suficientemente fuerte como para dar trabajo a su población. Y aunque la red productiva ha ido cambiando a lo largo de los decenios, nunca se ha basado en nodos sólidos y estables. A la agricultura sucedió la construcción; a la siega, el encofrado. En pleno boom del ladrillo se creaba más empleo que en ningún otro lugar, pero cuando llegó la crisis financiera, miles de jóvenes que dejaron los estudios para ganar dinero en el tajo se quedaron parados y sin formación.
Si el mercado laboral fuera plenamente libre, se autorregularía, aunque con enormes costes sociales. Y, en el caso andaluz, hay dos factores que no han entrado en la ecuación. En caso de altas cifras de paro, lo primero que ocurre es que la población emigra. Fue lo que ocurrió durante el franquismo e, incluso, antes de esto. Aunque hay andaluces que buscan, y consiguen, trabajo fuera, el flujo no es lo suficientemente alto como para equilibrar el mercado. Ello se debe a que la protección social, en forma de educación, sanidad y subsidios, compensa la falta temporal de trabajo. Otro modo clásico de autorregulación del mercado es la reducción de los salarios. En algunos sectores, los sueldos andaluces sí son más bajos que en España, pero las referencias salariales de los convenios son nacionales, por lo tanto tampoco opera este factor correctivo. El equilibrio del mercado no tiene por qué coincidir con el equilibrio social, porque como solía explicar un consejero andaluz de Empleo, "en tiempos de la esclavitud había pleno empleo". En cierto modo, el diferencial de paro es una paradoja del bienestar.
Las políticas públicas de creación de empleo han intentado aumentar el grosor del tejido económico, pero han errado en la mayor parte de las ocasiones. Hay ejemplos paradójicos, como el caso de Almería, la provincia andaluza que ha dado el salto más grande, a pesar de ser la peor comunicada y de no haber contado con experimentos industriales. Quizás haya sido por eso. Ha sido la iniciativa privada quien ha transformado la agricultura en una industria boyante.
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